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Afkham se impone a las limitaciones de Von Otter

Temporada de la OCNE. Obras de Brahms y Beethoven. Director: David Afkham. Mezzosoprano: Anne Sofie von Otter. Orquesta y Coro Nacionales de España. Auditorio Nacional. Madrid, 14-VI-2015.
larazon

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Nuevo concierto de David Afkham con la OCNE y nuevo triunfo que ha servido para reafirmar cosas bastante poco discutibles a estas alturas. Quedó claro que Anne Sofie von Otter no era la intérprete adecuada para la «Rapsodia para contralto», un partitura bastante intimista en la que lo fundamental es que la voz solista, acompañada por el coro masculino, mueva los sentimientos. La intérprete sueca, tantas veces admirada, ha sido siempre una mezzo bastante lírica y no la contralto que, hasta en el título de la obra, pide Brahms. De ahí que, a pesar de ser lo artista que es, no pudiese reflejar todo el sufrimiento de la declamación y se echase de menos en su tercera parte la mezcla de color entre el timbre de auténtica contralto y las voces masculinas. Práctica unanimidad en el público en cuanto a su admiración y apego al muy reciente nuevo director de las huestes nacionales. Un joven apenas conocido para el gran público hace meses ha logrado en bastante poco tiempo tenerlo de su lado al cien por cien. Algo indudablemente hace bien y algo indudablemente han hecho bien quienes le nombraron. Lo que hace falta es que esa predisposición se mantenga, ya que sabemos cuán alta es la volatilidad para todo en España. ¿Qué hace bien Afkham? De entrada, sabe comunicar. Transmite con su presencia y con sus gestos amplios, con o sin batuta, seguros, firmes y entregados. Sus lecturas presentan orden, claridad, se hallan marcadas pero sin perder el legato, resultan vivas y atienden bien a las dinámicas. Todo ello se pudo comprobar a lo largo del atractivo programa, desde la brahmsiana «Obertura Trágica», en la que quizá faltó algo de densidad sonora en los graves, a la beethoveniana «Heroica», sin alguna de sus repeticiones, fundamentalmente en el primer tiempo. También, y muy especialmente, en una «Canción del destino» en la que estuvo inspirado el Coro Nacional. Consiguió alcanzar con naturalidad el clímax dramático de su sección central. Las aclamaciones fueron tan largas como intensas en un Auditorio Nacional con lleno hasta la bandera.

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