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«Curro Vargas», no apto a la indiferencia

Crítica de clásica: Temporada de la Zarzuela. De Chapí. Intépretes: S.Hernández, A. Gorrotxategui, M.Martín, R.González, A.Frías, I.Lozano, J.Martín-Royo. Dirección de escena: G.Vick. Dirección musical: G.García Calvo. Orquesta y Coros del Teatro de la Zarzuela. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 14 - II- 2014.
La Razón

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Siempre he dicho que una crítica ha de reflejar obra, interpretación y circunstancias. Empecemos hoy por éstas. En la temporada 1983/84 se ofreció en la Zarzuela la re exhumación de «Curro Vargas» de Chapí, estrenada en 1898 con una dirección escénica tradicional de Nieva, musical de García Asensio y un reparto entregadísimo encabezado por un desgarrador Antonio Ordóñez, Enriqueta Tarrés, Julio Catania y Antonio Blancas.
Aquella representación impactó y dejó recuerdo, en mí, entre otros. Era una obra de mucho interés para el Real. Tras las recuperaciones emprendidas en la etapa Moral-López Cobos y ya en la era Mortier, parecía una alternativa. Emilio Casares y yo le insistimos mucho a Mortier y nos pareció que hacía caso. Incluso me habló de protagonistas. Era todo puro cuento, porque a él lo que le interesaba era colocar Disney, Brokeback y espectáculos que hablasen de la colonización española en Hispanoamérica. Nos dimos cuenta y enfocamos nuestra mirada hacia la Zarzuela de Pinamonti. Casares realizó una labor estupenda de convicción, si bien es verdad que a Pinamonti basta con enseñarle las partituras porque tiene un criterio sólido e impecable. Recogió el guante y buscó los mejores medios: una joven batuta que triunfa en óperas como la de Viena y un veterano y reputado regista como Graham Vick. Éste se entusiasmó con la obra, tanto como para rescatarla entera, con sus más de tres horas originales, lo que puede ser el único punto débil de importancia. El espectáculo fue concebido, a medio camino entre ópera y zarzuela, como un juego entre drama y comedia a partes iguales. La parte cómica y los diálogos se redujeron a lo imprescindible en 1983 y, como reza el dicho, «musica tagliata, mai fischiata». La parte musical está llena de hallazgos y contiene páginas de interés y, sobre todo, de impacto, si bien rezuma demasiada influencia wagneriana.
Guillermo García Calvo controla bien la compleja partitura, consigue que orquesta y coros no se desmanden y suenen acoplados, no huye de las grandes sonoridades y atiende las partes delicadas. Un acierto. También funciona la parte vocal: Milagros Martín aporta su experto hacer; Ruth González, Aurora Frías e Israel Kozano Gracia; Joan Martin-Royo y Gerardo Bullón cumplen bien, mientras que Luis Álvarez cosecha una merecidísima ovación al final. La escritura para ambos protagonistas es inclemente. Saloa Hernández y Andeka Gorrotxategi superan el endiablado reto, si bien hubiera sido deseable un punto de mayor lirismo en Soledad y que la voz de Curro alcanzase más proyección.
La producción no dejará a nadie indiferente. Habrá opiniones diversas en este cambio de época, en el retorcimiento de los personajes, en los parcos elementos de la escena que sin embargo se abarrota en momentos... La orgía procesional resulta una parodia de algunas de las tradiciones en nuestros pueblos. En unos molestará y en otros hará reír. Lo indiscutible es el ingenio que traspira la escena, marcando que detrás de ella hay una mente de peso. Merece la pena acudir a la Zarzuela a ver este «obrón» sin asustarse por su duración y hay que felicitar al teatro por el resultado de uno de los mayores retos que se ha propuesto.