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Elthon John se queda para siempre

El rango de emociones de su concierto no tuvo ni suelo ni techo, del cohete al sentimiento

Elthon John, ayer durante su concierto en el Wizink Center de Madrid, por su gira «Farewell Yellow Brick Road». Foto: Luis Díaz
Elthon John, ayer durante su concierto en el Wizink Center de Madrid, por su gira «Farewell Yellow Brick Road». Foto: Luis Díazlarazon

El rango de emociones de su concierto no tuvo ni suelo ni techo, del cohete al sentimiento

Con un despliegue digno de la ocasión, delante de un espectacular montaje escénico, Elton John hacía su única aparición ante el público español en su gira de despedida. Después de 50 años de carrera, el británico pone punto final por todo lo alto. Tres años de gira y 300 conciertos de los que, una vez terminado el de anoche en el Wizink Center de Madrid, restan 97, y, tras él, una apuesta: ¿se juegan algo a que se cansa de su familia, a la que se retira a atender, y regresa en unos pocos años?

Con un volumen más digno de rock & roll de pata negra que de pianista prejubilado, Elton John demostró que sigue guardando la pólvora de «rocket man» y que podría seguir en activo otra década si quisiera. Menudo, redondo y forrado en lentejuelas, para los incrédulos, su espectáculo ante 12.500 personas fue de una potencia digna de presenciar ante un hombre de 72 años.

El británico es una figura de consenso, capaz de poner de acuerdo a las drama «queer» y a las señoras que toman el té de las cinco con el meñique enhiesto. Una sola persona que se entrega a las obras de caridad, se relaciona con la jet set, canta a las princesas caídas y preside un club de fútbol (el Watford, en dos etapas) si es necesario. Quizá Elton John sea ese inglés más británico que la Reina Isabel pero seguro que es al único que se le permite llevar un inmenso pendiente de brillantes más grande que el de cualquier narcotraficante. Pero no nos distraigamos, porque su momento artístico es lo importante, y como intérprete anoche dejó claro que sus cualidades son naturales. En «I Guess That’s What They Call The Blues» o «Border Song» hizo notar un vozarrón que no decayó un ápice en toda la noche. Y su repertorio, que desgranó durante casi tres horas con un grupo de fantásticos músicos (John Jorgenson, Ray Cooper, Kim Bullard, John Mahon, Matt Bissonette y Nigel Olsson) sigue funcionando de maravilla.

Primero levantó al público con «Tiny Dancer» pero el primer gran momento de la noche llegó con la enorme «Rocketman». El rango de intensidad emocional del espectáculo no parecía tener suelo ni techo. «Sorry Seems to be The Hardest Word», con todo su melodrama, es un tema infalible y devolvió al cohete a la tierra a golpe de sentimientos. Pero es que a continuación estaban «Someone Saved My Life Tonight» y «Levon», que terminó con Elton John sacando bíceps, antes de romper corazones de nuevo con «Candle in The Wind». No le hacía falta el truco escénico, pero tras un breve parón, su piano empezó a deslizarse por el escenario en «Funeral for a Friend», también llevada al éxtasis instrumental. Recordó sus tiempos oscuros, en los que se odiaba hasta que se limpió, antes de «Believe». «Creo en el amor», proclamó. Y agradeció a todos los españoles estos 50 años: «Elton, Elton, Eltoooooon», le gritaron, y él acompañó al piano. Porque Elton John no se va, se queda para siempre.