Entrevista
Fito y Fitipaldis: "Cuando lo escribes lo lloras, cuando lo cantas, no"
El músico bilbaíno publica «El monte de los aullidos», un trabajo de tono crepuscular en el que se mira a sí mismo
S on las muy poco rockeras nueve de la mañana cuando Fito Cabrales (Bilbao, 1966) llega con una normalidad desarmante, sin el menor atisbo de estrellato, a pesar de que es capaz de vender medio millón de entradas durante una gira y colocar sus discos entre lo más escuchado del año. Ahora presenta «El monte de los aullidos» (Warner).
Este disco tiene un aire muy crepuscular. No sé si es que está escrito de noche, pero en él hay ataúdes, aullidos...
Ya me he dado cuenta, ya. Yo hace tiempo, desde «Cada vez cadáver», que dejé de totalmente drogarme, beber, fumar... Que no se me hace de día, que no amanezco escribiendo. Cuando estás en modo composición, estás en ello todo el rato, aunque pare y lleve al colegio a mi niña, pero no me quedo de noche. Creo, y no lo digo como un defecto, que me ha salido un disco triste de textos y me ha venido bien escribirlo. Me he quedado bien.
Lo dice textualmente: «Siempre me he sentido extraño, tan triste como afortunado».
Exacto. Cada uno tiene lo suyo y ahora todo el mundo lo cuenta, está de moda. Los psicólogos están llenos, tenemos muchísima ansiedad porque el mundo cambia de paradigma constantemente y porque también hay un desgaste. Pero yo soy muy afortunado y la suerte es que nuestros textos no se leen, solo se escuchan y van acompañados de un paisaje sonoro. Puedo decir cosas más o menos tristes que suenan divertidas. Por eso los textos son tristes, pero el disco no lo es.
Dice más adelante que es «afortunado vorazmente por el éxito», como si todo el disco estuviera hilado en una especie de río de conciencia.
Yo pienso discos, no pienso canciones. No hago trabajos conceptuales como Pink Floyd, pero el sentido de lo que hago es expresar cómo estoy a través de la música. A veces es exponer el drama y otras, esconderlo.
¿Ha vivido un éxito voraz?
Intento no confundirlo, porque tengo ya una edad para saber que el éxito no es la panacea. Disfruto del éxito porque me permite captar la atención. Sé que si grabo un disco o anuncio una gira, obtengo una respuesta inmediata. Ese éxito es muy bonito.
Pero hay que regular emociones.
¡Exactamente! Porque tu vida no es esa. Estás subiendo un 8.000 todo el rato, ¿sabes? Y bajas y subes y bajas, y eso tu cabeza te pasa a factura. Para hacer lo que hago te hace falta un ego, una fuerza, una seguridad bravísima. Para afrontar entrevistas, hacer videoclips, salir al escenario, hacer 80 conciertos... Te hace falta una cosa que luego no es que sobre, es que estorba muchísimo.
Hay que apagarse cuando uno se levanta un martes, claro.
O a las 5 de la tarde esperando a mi niña en el autobús... No puedes ir así por la vida, no de golpe. Creo que es el mal de la exposición. Pero no seré yo quien se queje.
¿Qué le da Carlos Raya?
Es el productor de rock. La gente piensa que producir es eso que hacen a Michael Jackson o a Bruno Mars, pero en el rock es algo tan difícil como hacer que suene real. Y eso no es tan fácil, porque todo pasa por pequeñas cosas. Conseguir que suene de verdad en el coche o en el móvil es realmente complicado. Yo tengo un nivel alto de exigencia, pero no es nada comparado con el de Carlos.
«Me fui dejando el corazón por todas partes, tan fácil pierde la ilusión como las llaves».
Esa fue la primera canción que escribí de este disco cuando estaba peor, la que me dio la convicción para escribir todo lo demás. Fue mi brújula. Escribí eso un momento que sentía que necesitaba que parase todo. Porque no puedo hacer nada en la vida si no es volcado completamente. No soy capaz de ir tranquilo, sino que tengo que ir con el corazón...
Desbocado.
Sí, desbocado. A mí me encantan los aforismos y pensé en acabar uno en un chiste conmigo mismo. Esa es una letra muy triste, espero que nadie la recite. Lo bueno es que cuando lo escribes lo lloras, pero cuando lo cantas, no.
¿Cómo se lleva con el paso del tiempo, con envejecer?
Ay, madre mía. (Piensa) Hace tiempo leí una frase de un libro de Ursula K. Le Guin... A ver si la recuerdo. Creo que sí. Me la tengo que tatuar. «Envejecer puede merecer la pena si te da tiempo a forjar un alma». O sea, que no pase el tiempo en balde.
Y estar satisfecho con uno mismo, ¿no? Mirar hacia atrás y decir... Lo que he hecho está bien hecho.
Sí, porque puedes ser un gilipollas, pero no todo el rato. Puedes serlo, yo lo he sido. Lo he sido. Un gilipollas, pero todo el rato... ¿No te das cuenta?
Hablando de envejecer, y con todo el cariño, en el disco se le notan arrugas en la voz.
Sí. Si fuera un cantante de verdad, pues tendría un problema, pero como yo nunca me considero cantante... ya sabes. Pero eso al rock le queda bien. Ahí no tengo problemas. Es como a los flamencos, como a los cantaores. Mientras no esté afónico, sigo cantando.