“Ifigenia en Tauride”, sobresaliente representación en el Maestranza
“Iphigénie en Tauride” de W. Gluck. Raffaella Lupinacci, Damián del Castillo, Edward Nelson, Sabrina Gárdez, Mireia Pintó, Andrés Merino, Julia Rey, Beatriz Arjona, Nacho Gómez. Coro del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección de escena y vestuario: Rafael Rodríguez Villalobos. Escenografía: Emanuele Sinisi. Iluminación: Felipe Ramos. Dirección musical: Zoe Zeniodi. Teatro de la Maestranza. 13 de febrero de 2025


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Se levanta el telón y nos encontramos ante una escena impactante: un teatro es totalmente destruído a media luz. Estamos en marzo de 2022 en el teatro de Mariúpol de Ucrania. Es bombardeado y han sido asesinadas más de seiscientas personas al compás de la tormenta de la obertura de la ópera de Gluck. En su platea los restos son sólo una lámpara caída. Podía haber sido también el teatro ruso de Dubrovka cuando en 2002 sufrío un atentado por los chechenos.
A partir de ahí, Rafael Rodríguez Villalobos intenta reflejar los conflictos existentes entre los personajes: Clitemnestra, Agamenón, Orestes e Ifigenia, los sociales y políticos de ambas épocas, la lejana y la próxima. El sevillano es menos provocativo que otras veces en el plano sexo-erótico, aunque sobran momentos como una masturbación o el afán de un soldado por oler unas bragas, algo difícilmente imaginable en una batalla, en la que sí pueden tener sentido las violaciones. Sabe colocarnos en el drama a través de los diálogos y personajes interpuestos, con escasa acción pero muy bien resuelta con la formidable actuación actoral de los cantantes, coro y figurantes, porque la ópera de Gluck es más bien estática. El espectador puede entender la historia, la inicial de la obra y la de nuestro tiempo si se ha leído el programa de mano o asistido a la conferencia de prensa de la presentación. Esa es mi duda, ¿se leen antes las intenciones de los registas?
Raffella Lupinacci, la protagonista, tenía ante sí un gran reto, que supo resolver con una voz de grato timbre, expresiva y de clara dicción, fraseando y realzando la importancia de los recitativos. Una mezzo con presente y futuro. Tuvo a su lado a Edward Nelson, un barítono que compartió sus características, además de lucir un espectacular torso. El tenor Alasdair Kent, como Pylade, fue de menos a más, mostrando su dominio del complicado registro agudo del papel, especialmente en el dúo con Orestes -un momento cumbre de la obra- y en su aria de bravura con sobreagudos infrecuentes . Acertado y sin fisuras el resto del reparto: Damián del Castillo, Andrés Merino, Sabrina Gárdez y Mireia Pintó. Excelente el coro, especialmente el femenino, más protagonista, y una orquesta que, bajo la dirección de la griega Zoe Zeniodi, casi sonó como una agrupación de época. Supo conjugar, siempre con tempos vivos, las dinámicas y los colores, con la virtud de dejar cantar a los solistas sin ahogarlos con el volumen orquestal y revivir todo lo que Gluck compuso.
Una representación de un título infrecuente y más para el público sevillano, al que logró atraerse por la calidad de el apartado musical y la apuesta escénica de Villalobos.