Javier Martí: «La música clásica no está bien tratada, se relega a un segundo plano»
El Presidente de la Fundación Excelentia vuelve de las vacaciones con ganas y con una temporada que guarda sorpresas tan importantes como la creación de un club privado de cámara
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El Presidente de la Fundación Excelentia vuelve de las vacaciones con ganas y con una temporada que guarda sorpresas tan importantes como la creación de un club privado de cámara
Es éste un año de aniversarios y la Fundación Excelentia, entidad privada que se dedica a la difusión de la música clásica, lo va a celebrar. Para empezar, su presidente, Javier Martí, ha diseñado una temporada especial con Madrid como epicentro, pero que no será la única ciudad en la que se puedan escuchar sus conciertos. Batalla cada uno como si le fuera al vida en ello y el balance, lo dice él, es bueno. «Vamos poco a poco», declara. Sus abonados aumentan cada año.
–Dentro de unos días arranca la nueva temporada, ¿qué destacaría?
–Estaremos en el Auditorio Nacional, que es nuestro eje principal, continuaremos con los ciclos de Grandes Clásicos y con el de Música y Vino.
–Oiga, que ese ya lo tiene desde hace tiempo en la temporada del Centro Nacional de Difusión de la Música y que se llama «Bach con vermut».
–El nuestro es anterior. Invitamos a un vino en el descanso a los asistentes. Hay que reinventarse, pero nosotros fuimos los primeros, que conste.
–Hábleme de las novedades.
–Hemos creado para este año el Ciclo de Grandes Coros del Mundo, piezas sinfónicas corales que tendrán su espacio y su lugar. Invitaremos a importantes formaciones a que canten con el Coro Excelentia. Una de las novedades es que saldremos el 4 de octubre a Londres en el Zurich International Orchestra Series del Cagodan Hall. La temporada como tal empieza el 29 de septiembre en el Auditorio Nacional con el «Concierto de Aranjuez», la Sinfonía núm. 4 «Italiana» de Mendelssohn y una selección de «El amor brujo» de Falla, pero el 17 y 18 de septiembre hay dos convocatorias estupendas en el Teatro Real, un concierto de bandas sonoras de cine y al día siguiente la «misa de Coronación» de Mozart y la «Novena» de Beethoven.
–Se lo pregunto en serio, ¿usted desconecta alguna vez?
–No, aunque trabajar con el mar de frente es otra cosa. No podemos perder el tren y hay que estar siempre dispuesto a ofrecer novedades y traer a los mejores.
–El camino en estos años, quince desde la fundación de la Orquesta Clásica Santa Cecilia y siete desde que empezó a andar la Fundación Excelentia, ha debido de ser duro, ¿tanto como para pensar en dejarlo en algún momento?
–Claro que lo he pensado. Sí he sentido ganas de tirar la toalla porque esta actividad es bastante complicada: conseguir tener un público, fidelizarle, todos los gastos que ello conlleva de alquiler de espacios, de pago a músicos, derechos de autor. Hemos trabajado muy duro y el número de abonados aumenta.
–Hoy, que queremos resultados en tiempo inmediato, su trabajo es de recoger frutos a largo plazo.
–Largo y medio plazo. Y te digo que merece la pena. Ver que ya no sólo estamos en Madrid, sino también en Barcelona, a donde llegaremos el 4 de noviembre, y luego seguimos en Valencia y Zaragoza. En Sevilla tendremos un concierto en el Teatro de la Maestranza.
–¿Está bien tratada la música clásica?
–No. Tiene muchísimo potencial, pero se relega por sistema a un segundo o tercer plano. Existe la mentalidad de que es el sector público quien ha de manejarla y es un error. No es así.
–¿Y qué hay que hacer entonces?
–Facilitar a los promotores, que somos unos cuantos, el acceso a los espacios como auditorios, que haya una formación y atención dentro de la sociedad. España es un país culturalmente muy rico y en el ámbito de la clásica podríamos atraer a bastante más público del que tenemos.
–¿Creen que hacen ustedes lo suficiente?
–Hacemos una barbaridad, estamos entregados al cien por cien a todo el proceso de producción.
–Pero, mójese...
–Se me ocurre que, por parte de la sociedad, en primer lugar, se debería valorar lo que se está ofreciendo, que tiene calidad, y por el lado de las instituciones públicas, facilitar a los promotores la organización de conciertos de «forma amable».
–¿Entre comillas?
–Quiero decir que si éste es ya de por sí un negocio complicado y somos pocos, pues que nos echen una mano para allanar el camino. Nosotros damos trabajo a numerosos profesionales, generamos puestos de trabajo , un asunto que muchas veces tiende a olvidarse.
–¿Sienten que su lucha es la de David (promotores privados) contra Goliat (instituciones públicas)?
–Pues sí. Tienes que luchar con un auditorio que no es tuyo pero con un público que es el mismo.
–La guinda de la temporada es la creación de un club privado de cámara, una iniciativa pionera que no existe en España.
–Es novedad total. Pensamos en organizar uno para los amantes de la música de cámara en el que se tendrá en cuenta el repertorio que más interese, se preguntará a los socios por lo que desean oír, se les pondrá en contacto con los músicos para que la relación sea lo más cercana posible, habrá charlas previas a la obra que se va a escuchar... Y se hará en el Palacete del Duque de Pastrana, en Madrid, lo que le imprimirá un aire diferente. Así nace la Madrid Chamber Music Society.
–Seguro que les van a decir que son ustedes unos elitistas...
–Puede ser, pero ni lo había pensado ni me importa. Me da un poco igual. Daremos cabida a quienes deseen adherirse con el objetivo de cuidar este tipo de música. Invitaremos a los mejores para un máximo de 500 asistentes por conciertos, que ya es público y que será el número de socios con que contemos. La iniciativa está respaldada por grandes figuras de la interpretación y la dirección.
–Díganos quién será el primero.
–Un fuera de serie, el chelista inglés Steven Isserlis. Quizá podamos decir que el primer concierto será el 5 de noviembre.