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Leiva: «Magia es cuando una palabra y una nota nacen para estar juntas»

Presenta «Pólvora», su segundo disco en solitario y prepara una nutrida gira

Leiva: «Magia es cuando una palabra y una nota nacen para estar juntas»
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Sigue obsesionado con la canción perfecta, que es la forma de, al menos, conseguir un tema que vuele muy alto, porque eso, ya se sabe, no existe. Tras la disolución de Pereza, en solitario, se ha entregado a su lado más armónico y personal. Acaba de publicar «Pólvora», que es «número uno» en iTunes, y anuncia una gira por 11 ciudades españolas, incluido doblete en Madrid, el 3 y 4 de abril, tras agotar las entradas en un tiempo récord para la primera fecha.

-Publica discos como un reloj.

-Soy de los que piensan que las canciones son una fotografía de tu momento vital y muy pronto pasan de caducidad, así que hay que grabarlas cuando las tienes porque enseguida dejan de representarte.

-¿Y cómo es la foto que forma «Pólvora»?

-Es un disco menos para adentro, donde sigo hablando de los vértigos y emociones y el tobogán de ellas que se vive en nuestro oficio.

-Sigue habiendo esos vientos que entraron en «Diciembre», pero hay algo más.

-Una de las cosas más interesantes ha sido quitar información musical de las canciones. Tengo la cabeza llena de música y era importante meter menos datos y más concisos. La máxima de «Pólvora» fue buscar la toma más emocionante que no solía ser la más perfecta. Puede que antes buscara más la perfección y ahora la emoción.

-¿Más directo?

-Sí, es algo difícil de explicar cuando sientes el «feeling» de una toma buena. Mis grupos y artistas favoritos son gente que son un pequeño caos, pero emocionante.

- ¿Su trayectoria también es un caos?

-Pues no sé... escucho a Dylan, a Leonard Cohen o a Tom Waits, que tratan de contar cosas con pocos elementos y sabiendo que no son virtuososos. Puede que con eso me identifique.

-Ninguno de esos tres artistas que menciona canta bien, al contrario. Usted ha mejorado.

-Bueno, como crítico de mí mismo diría que yo apenas defiendo mis canciones, uso mi voz para cantar lo que escribo porque creo en ello, pero no soy buen cantante. Y en este disco he intentado ser más meticuloso.

-Escuchando sus temas pienso hasta qué punto está obsesionado con la melodía.

-Estoy, como bien dices, obsesionado. Tengo obsesión con Paul McCartney, por ejemplo. Las melodías son una parte importante, la balsa que sujeta el texto, y es esencial. Invierto mucho tiempo en trabajarlas. Pero me ha preocupado más elevar el nivel de los textos. Todo forma un engranaje que uno aprende a hacer poco a poco. Hay maestros en España como Quique González o Sabina que saben colocar los textos en las melodías. Eso es la magia: que parezca que una nota y una palabra han nacido para estar siempre juntas. Pero sólo algunos logran hacer fácil lo difícil. Es como ver jugar a Iniesta.

-En sus canciones hay por lo menos un verso que apela a lo profundo, que está escrito desde dentro.

-Uno quiere emocionar con la letra y de cada canción me gustaría que todos los versos fueran buenos, como los de Joaquín, pero no siempre caes de pie. Si, por lo menos, hay uno de donde tirar... Tratar de hacer una fotografía también me obsesiona.

-¿Desde que compone en solitario se ha conectado más con lo profundo?

-Siempre lo he buscado, aunque quizá ahora me haya explayado. Me he dado cuenta de que lo importante es contar cosas, y uno de los peajes es a veces exponerse demasiado. Pero si exponerse significa que la canción sea mejor, me seguiré exponiendo.

-¿Existe ese vértigo a desnudarse?

-Sí, de hecho, después del anterior disco siempre pensé en protegerme. Pero claro, vas hurgando, vas hurgando y vas dándote cuenta de que te sale un buen verso tuyo. Y entre la autoprotección y la canción, siempre gana la canción.

-¿Siempre?

-Sí. Aunque no todo son vivencias personales, cuando uno no tiene el talento de Joan Manuel Serrat para inventarse vidas, hay que tirar de archivo.

-El anterior disco surge de un mal período personal suyo que le pareció un largo invierno. Escuchando este álbum, nadie diría que haya llegado la primavera...

-No, pero empieza a oler a primavera... (risas). No ha llegado, pero empieza a oler.

-Hablando de cuidar las letras, el rock ahora recibe premios de alta cultura, como a Cohen y Dylan. ¿Le preocupa trascender?

-Bueno, lo que más ilusión me haría en un futuro es que haya reconocimiento por los textos, porque creo que es lo más difícil de la canción. Admiro a los músicos que se comprometen con ellos. Pero no me obsesiona el legado literario; sí me obsesiona quedarme sin cosas que contar.

-Decía Rosendo que el rock & roll no es un arte. ¿Qué le falta para serlo?

-Yo creo que el rock siempre estará como el Atlético de Madrid, en la cuerda floja. Y ése es su encanto.

-¿Es usted un rockero «currante»?

-Yo sólo conozco el trabajo. Vivo de lo que me gusta, pero lo concibo como trabajo. Disfruto de la vida, aunque nunca he descorchado champán con travestis en una limusina.

-¿Qué pasó con Johnny Cifuentes, de Burning?

-Empezamos a componer, grabar y producir juntos. Cuando llevábamos mucho tiempo, y un disco bonito hecho, supe que yo estaba por la música y él pensaba en otras cosas, y que las motivaciones no eran las mismas, así que consideré que había que pararlo.

-Pero en el disco que publicó usted firma los arreglos.

-Es que hice mucho trabajo. Mucho, mucho. Y hay algunas de las canciones que van en el disco y que las ha terminado sacando.

-Es decir, que llegaron a un acuerdo...

-No. Lo ha hecho «motu proprio». No hay acuerdos de ningún tipo. Yo le di el disco y le dije: «Haz lo que quieras con él». Pero no es el álbum que hicimos.

-Ojalá que esas canciones que están grabadas algún día se oigan...

-Ojalá. Creo que, fuera del conflicto, es un álbum que debería salir algún día. Desde mi punto de vista es un disco de rock que perduraría. Es muy bonito, emocionante y hecho de manera altruista. Ojalá lo pueda escuchar la gente algún día.

-¿Qué se siente cuando uno trabaja con uno de sus mitos de juventud y luego salen mal las cosas?

-Pues... uno quiere que sus ídolos sean de la manera que se imagina. Bueno, Joaquín Sabina es el caso exacto de alguien que es como quieres que sea, pero esto hay veces que no ocurre y el «lado fan» de uno se queda un poco jodido, pero la vida sigue.

-¿Le da pereza si le pregunto por Pereza?

-No, para nada.

-¿Volverán? porque ya tiene mala pinta...

-No tenemos ningún plan, y a medida que sacamos discos cada uno, musicalmente nos vamos alejando. Pero al no tener problemas personales, si algún día nos apetece hacerlo o nos encontramos una noche y se nos alarga... lo haremos. Pero no está bien mentir a la gente y decir «quizá algún día». No hay plan de hacerlo.