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Loquillo, rock por la puerta grande

José María Sanz Loquillo (voz); Igor Pascual, Josu García, Mario Cobo (guitarras); Alfonso Alcalá (bajo); Laurent Castagnet (batería) y Raúl Bernal (teclados). Plaza de Las Ventas (Madrid), 24-IX-2016.
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El paso del tiempo se ha llevado por delante no pocas cosas, empezando por algunos de los rincones del Clot, el barrio barcelonés que vio nacer a José María Sanz; pero hay otras que permanecen inmutables: camino de las cuatro décadas de carrera, Loquillo sigue siendo un icono del rock en español, un personaje que ha trascendido su propio nombre y un excelente gestor del talento propio y ajeno. La bienvenida venteña con «Salud y rock and roll» lo dejaba claro: por aquí se preparaban para desfilar la rebeldía, las guitarras, el cuero y las cicatrices. Un relato plagado de tópicos; la diferencia estriba en su protagonista. Al contrario de lo que ocurre en esas películas arruinadas por interpretaciones mediocres, el guión en este caso sale reforzado de la mano de un actor que a estas alturas no tiene nada que demostrar, pero que –por si acaso– viene de haber publicado hace medio año uno de los discos más sólidos de su trayectoria. El escenario elegido para la celebración –porque eso es lo que fue este concierto de casi tres horas– tenía su aquel, por aquello de la comparación con una Barcelona en plenas fiestas de la Mercè, donde la Monumental no ofrece toros desde 2012 y la plaza de Las Arenas ha acabado convertida en centro comercial. Así las cosas, imposible pensar en una faena de aliño, más aún cuando este monumental directo acabará publicado en DVD. Las 15.000 personas que llenaron el coso madrileño asistieron entregadas a una puesta escena sin fisuras, sustentada en la leyenda del Loco, pero también en una banda rodada durante los últimos años para llegar a un punto de perfecta compenetración. Tardó en dirigirse al público, hasta que lo hizo con un rotundo «¡Madrid, aquí me tienes!» que resumía en cuatro palabras la entrega de Loquillo a lo largo de la noche. Después de temas como «Línea Clara», el rock puro de «A tono bravo» dio paso a un tramo del concierto sin lugar para el desfallecimiento, con mención especial para «Territorios libres», no demasiado habitual en sus directos, «Planeta rock» o ese clásico de madurez que es «Memoria de jóvenes airados». Entre tanto, la valía de su último trabajo quedaba contrastada en canciones como «El mundo que conocimos», la titular «Viento del Este» o «Viaje al Norte», versión de Los Negativos que contó con la participación de Roberto Grima a la guitarra, único invitado en una noche que no necesitaba de más estrellas para entretener al personal. El del Clot siempre ha ido sobrado de autoestima, con una argumentada mezcla de seguridad y chulería que sobre el escenario continúa siendo una de sus grandes bazas. Es ahí cuando se pone en modo «rock’n’roll star», con una sonrisa plena y retomando himnos de mayor o menor calado, pero de eficacia incontestable: «La mataré», «Ritmo del garaje» o «El rompeolas», con la que, ahora con chaqueta brillante, abrió el segundo y definitivo asalto. Como escribía en el recién publicado «La voz cantante» (Editorial Renacimiento), libro que recoge algunas de sus letras, son canciones que forman parte de una generación, que «están escritas para ser compartidas, cantadas, para permanecer vivas». Y vaya si lo hicieron, con unos cuantos temas de riguroso código rocker («Tatuados», «El crujir de tus rodillas»), nuevas piezas de su último trabajo («En el final de los días» y «Rusty», en la línea más canalla de su repertorio) y una generosa ración de éxitos, recibida con karaoke y caderas en movimiento. Fue el momento de «Rock and roll actitud», «Jim Dinamita», «Feo, fuerte y formal» o «Las calles de Madrid». Ovación cerrada y turno de las presentaciones de rigor, dejando las últimas palabras para sí mismo antes de acercar el Tibidabo a Las Ventas con «Cadillac solitario»: «Desde el Clot, un barcelonés que ama esta ciudad. En esta banda sumamos, no restamos». Como siempre, hablando claro.