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Música

Pablo Carbonell: «Toreros Muertos ayudamos a tirar el andamiaje de la Movida»

La banda publica disco, "100.000 copias vendidas en una semana", 33 años después, y lo presenta en directo en Madrid

Pablo Carbonell: «Toreros Muertos ayudamos a tirar el andamiaje de la Movida» Alberto R. Roldán

Lo ha dejado todo, hasta la cervecita («que eso lleva al chupito y a no sé dónde...») porque quiere «hacer el payaso, pero hacerlo bien». «Me he puesto a dieta», reconoce Pablo Carbonell sobre el regreso discográfico y también a los escenarios de Toreros Muertos, que acaban de publicar «100.000 copias vendidos en una semana» y que presentan el 24 de abril en Madrid.

Llevan 32 años sin sacar un disco y, aunque han seguido girando, usted hace teatro, cine y televisión. ¿Qué papel juega la música en su vida?

Es mi libertad. Ahí puedo hacer lo que me da la gana, no hay mejor explicación. Hay una industria de la música, pero yo no formo parte de ella, es más, estoy en su contra. Somos los defensores de las causas perdidas, de las canciones que nadie quiere escribir porque todo el mundo sabe que están condenadas al fracaso. A mí me dan penita y por eso las hago. Aunque algunas iconoclastas, otras, como «Oveja negra», van de un chaval que no cumple sus expectativas.

¿Se ha sentido así alguna vez?

Muchas, pero me preocupan más los chicos jóvenes, que no tienen sitio. Se preguntan «¿Qué aporto yo?». Y ese es un problema de sentido de sus vidas. Necesitamos mucha empatía para comprender a nuestros hijos y ponernos a su lado. Porque tienen el derecho a arrollarnos. El mundo que yo viví era más solidario entre los jóvenes. Y mira que a mí me asustaba la masa frente al individuo, pero el individualismo que estamos viviendo me aterra. Esas ganas de agradar constantemente denotan carencias personales e inseguridades tremendas.

Ustedes predicaban el no tomarse en serio.

Todo era una burla hacia el «star system». Reírnos de nosotros mismos es, además de una terapia muy sana, el permiso para reírte de los demás. Eso, y que tengo muy buenos amigos, me ha ahorrado los psiquiatras.

Pero no los achaques.

(Risas) Esa canción, «Rock y tos», está inspirada en Los Alegres Divorciados, un grupo que iba de fiestas modernas pero llevaban siempre Gelocatil. Sus pastillas eran para aliviar dolores y tenía esa canción guardada hace 25 años. Pero no la he publicado hasta ser yo una de esas personas senectas en el escenario.

¿Cómo mantiene la ilusión?

Es que el grupo es eso en sí mismo. Somos un cajón de juguetes desparramados. Piensa que yo era un payaso con Pedro Reyes en los años 80. Hoy en día salimos a tocar como si no tuviéramos hipotecas.

¿Que fue de la Movida?

La música estaba menos comprometida con hacer un retrato social que el resto de disciplinas, como el cine o los ilustradores. Hay grandes canciones pero casi nunca fueron las que sonaron en la radio. Las buenas eran las caras B. Creo que Toreros Muertos y el sida fuimos los culpables de mandar abajo todo el andamiaje de la Movida. Nuestro espíritu iba en contra de las poses y el estrellato y fuimos el grupo más contratado del año 87. Pero luego la gente se acabó riendo de nosotros. ¡Métase en la cama y déjenos en paz!

¿Nunca ha tenido pretensiones artísticas?

Cuando saqué «30 años de éxitos» pensé que acababa de entregar el certificado de que soy tonto. Que había sabido disimularlo hasta ese momento. Entonces, años más tarde, tuve una experiencia psicodélica en Mojácar y conecté con el universo, la naturaleza y mi interior. Pensé que había encontrado al verdadero Pablo e hice tres discos sin los toreros. Y una vez analizado resultó que era lo mismo, así que llamé a los colegas y nos volvimos a reunir.

¿Hasta qué punto vive en un personaje?

Quizá tendría que ir al psiquiatra para saber dónde está mi espíritu real. Me gusta mucho disfrazarme y sé que es un defecto. Pero entre todos los disfraces se descubre quién soy: Frankenstein (risas). Me tengo que parar a pensar en qué canción he podido yo poner el alma o he querido retratarme. No he tenido esa necesidad, pero supongo que si escucho en la tele: «El fútbol femenino necesita tranquilidad» y le dedico a eso una canción con los acordes de «Give Peace a Chance»... imagino que esa pedrada me define. Dirá algo de mí que no puedo controlar.

Le canta a la patria.

Sé que es polémico, porque es uno de los conceptos intocables. Pero yo estoy bastante de acuerdo con algo que decía Gila. «La patria es un invento de los poderosos». Muchos la defienden pero en realidad son sus intereses personales. La patria es nuestra madre, nuestros amigos y nuestra casa. Me aterroriza que alguien convierta a las personas en rebaños y que nos lleven a una hecatombe detrás de unos ideales patrióticos que en realidad son criminales.