Portishead, estrellas de un Low Cost total
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Empezaba el día grande del Low Cost con bochorno y llenazo de público. Por primera vez en sus cinco años, el festival colgó ayer el cartel de "no hay billetes", con 25.000 almas entregadas a una jornada sin tregua y con Portishead como reclamo de un festival que ha superado el ecuador con cantidad y calidad de todas las acepciones de la palabra música.
Cuando la banda de Bristol salió al escenario, las gradas lucían un aspecto abarrotado. Al contrario de la jornada anterior, dedicada al baile frenético, quienes iban a ver a los británicos sabían que lo importante era dejarse mecer por su marea en un lugar tranquilo. Con Beth Gibbons en su habitual estilo agónico y el resto de la banda sonando perfectamente acoplados, condujeron a la audiencia por las canciones de sus (sólo) tres discos, y llevaron cada tema por nuevos senderos hasta hacer alguno incluso irreconocible. El apoyo del audiovisual contribuyó a hacer del espectáculo un todo envolvente y embriagador, que, además de hacer más grande a la banda, cuyas apariciones en España son esporádicas, hizo crecer al Low Cost, que se ha decidido este año por incluir en el cartel a un grupo que, si bien no es un rompepistas, aportó su enorme calidad y amplió el abanico de lenguajes musicales de esta edición, la más exitosa hasta ahora del festival.
El concierto bajó a profundidades abisales y ascendió trabajosamente a cumbres sonoras a golpe de distorsión y graves que ahogaban la voz de Gibbons. "The Rip", "Roads"y "Glory Box"se llevaron hasta su último aliento.
Dorian, para mover el esqueleto
Claro, después de la ceremonia mística que fue el show de Portishead, no eran pocos los que querían mover el esqueleto. Y probablemente Dorian no se han visto en mucho tiempo en una oportunidad como la de la noche del sábado. Tanto los que salían del concierto de los británicos, como los que, todo hay que decirlo, "pasaron"de estilo lento e intenso, vieron en la banda de Barcelona una ocasión de subir pulsaciones. Los de Marc Gili interpretaron los temas de su último disco, "La velocidad del vacío", entre las que destacó la brillante "El temblor", que se ha convertido en un clásico del grupo a la altura (bueno, casi) de "A cualquier otra parte", con la que llegó el éxtasis. Gili y los suyos reconocieron que fue el mejor concierto del año, nada ver con su actuación en el FIB hace justo una semana, ante la "colonia"de españoles en un mar de ingleses, y eso que ellos no fueron conscientes de que el sonido no llegaba a la parte final del escenario más que como un eco sordo de su repertorio. En todo caso, es indiscutible el crecimiento de la banda catalana, como sabrán los que les vieron en este mismo recinto en 2011.
Crystal Castles, puro espectáculo anfetamínico
Hasta que llegaron Crystal Castles. Ahí empezó la segunda velocidad de la noche. Lo del dúo canadiense es puro espectáculo anfetamínico, descarga de rabia y llamada de la jungla. Y por supuesto que no defraudaron, para empezar por la energía de Alice Glass, vocalista del grupo al borde de un ataque de un ataque de nervios, y por el set de batería y platos percutiendo como un martillo pilón. Una auténtica "rave"que encendió los ánimos y quemó la suela de una marea humana cada vez más dispersa. Porque antes de que acabasen los canadienses, ya estaban Mendetz dando leña con su pop electrónico con ropajes funky y disco. Llevaban un tiempo alejados de los grandes escenarios y la noche del sábado actuaron con los dientes apretados y lanzando mensajes de ánimo al público. Además de los temas de "Silly Simphonies", su último disco, pasaron inevitablemente por la sempiterna versión de "Freed From Desire", que ya les pertenece por derecho.
Está habiendo de todo en esta edición del Los Cost, desde el rock urbano más clásico de Los Enemigos hasta el pop más bailable de Two Door Cinema Club, o el nostálgico de Belle And Sebastian, que ayer hicieron patente su cariño por España e invitaron al escenario a una decena de seguidores a bailar dos temas. Buen producto extranjero y una selección nacional del gusto, que certifican el triunfo (a falta de una jornada de rechupete) de un nombre de futuro entre los festivales españoles, el Low Cost.