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Siempre nueva

Crítica de clásica: Orquesta Nacional de España. «Atlántida», de Falla. María Espada (soprano), Lidia Vinyes Curtis (mezzosoprano), José Antonio López, Joan Martín Royo (barítonos), Francisco Vas, Mikeldi Atxalandabaso (tenores), Escolanía del sagrado Corazón de Rosales, coro de RTVE, Coro y Orquesta Nacionales de España. Director: Josep Pons. 2-II-2014; Auditorio Nacional de Música, Madrid.
La Razón

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Para bastantes personas, entre las que se cuenta el firmante, «Atlántida», la cantata escénica de Manuel de Falla basada en Verdaguer, va siempre unida a la producción realizada en junio de 1996 en Granada, en la Plaza de las Pasiegas y frente a la catedral, debida a La Fura dels Baus, que dirigió musicalmente Josep Pons. El músico de Puigreig (1996) ha vuelto, una vez más a una obra que respeta y ama, y es uno de los pocos artistas que han aprehendido la compleja entraña de la obra en una nómina que empieza con Eduardo Toldrá, pasa por Igor Markevitch o Mario Rossi, y llega a Rafael Frühbeck, Jesús López Cobos, Edmon Colomer y, naturalmente, Pons. Riccardo Chailly ha manifestado varias veces, en los últimos quince años, su deseo de hacer «Atlántida», pero parece que el tema no va a pasar de aspiración. Y es que la última composición de Falla, la que le ocupó la mayor parte de sus últimos 20 años de vida creadora, es una obra difícil, densa, polivalente, tan ambiciosa como enmarañada hasta para su propio autor, y, sobre todo, inacabada. Recuerdo un extraordinario artículo de Gonzalo Alonso en «Abc» tras el estreno del precitado montaje de La Fura en el 96, en el que desentrañaba no pocas de las claves que esconde una partitura que obsesionó a su creador durante dos décadas, y algo muy similar realiza Jorge de Persia en las espléndidas notas al concierto de la OCNE que se comenta. Ernesto Halffter, coautor de la pieza –responsable de los manuscritos desde poco después de la muerte de Falla en 1946–, se «obnubiló» con «Atlántida» (y dejó de lado no poco de su propia obra) y llegó a añadir secciones y secuencias que apenas habían transitado por la mente del maestro gaditano a lo largo de diversas versiones, pero finalmente remansó su ideario en la aparentemente definitiva versión de Lucerna de 1976, estrenada en dicho festival por López Cobos. Esta es la edición de la obra que usualmente se emplea y es la que Pons ha vuelto a interpretar.
El suyo vuelve a ser un trabajo admirable, que se esfuerza en desgranar las mil y una bellezas, sutilezas y recovecos que la composición encierra: «Atlantida», si se hace bien, y especialmente con amor y convicción, siempre resulta nueva, siempre descubre aspectos no advertidos previamente. Contó Pons con colaboradores vocales esforzados, en especial las dos voces femeninas (Espada y Vinyes) y el intenso «Corifeo» de José Antonio López, con dos coros magníficos (RTVE y el propio), una milagrosamente ajustada escolanía y, decisivo, esa Orquesta Nacional que él ha bruñido en sus años de titular hasta convertirla en un instrumento ejemplar absolutamente capaz de todo y en casi todos los estilos. Fue un gran concierto el que hubo buen vasallo y buen señor.