Natalia Jiménez: "A los españoles nos gusta todo lo malo, pero disfrutamos de lo lindo"
La voz de la cantante madrileña se dio a conocer en La Quinta Estación y, ahora, continúa su carrera musical en solitario con «México de mi corazón», un álbum en directo.
La voz de la cantante madrileña se dio a conocer en La Quinta Estación y, ahora, continúa su carrera musical en solitario con «México de mi corazón», un álbum en directo.
Tiene un corazón mexicano que bombea sangre española que cuando fluye por los escenarios de Madrid brota a borbotones, como le ocurrió durante el reciente concierto que Cadena Dial celebró en el Wizink Center. Natalia Jiménez habla con ese deje de allá y ese descaro de acá, y ríe y sonríe apuntille o no cada palabra con un «–ito». Después de algunos años fuera – salió como miembro de La Quinta Estación– dedicándose a su hija y participando en programas como «La Voz México», la artista ha regresado para presentar su nuevo proyecto. Un álbum, en directo,que recoge 15 de las canciones más emblemáticas de la música azteca; versiones clásicas de mariachis a las que ha añadido sus ingredientes en una receta con un sabor muy propio.
–¿A qué ritmo late México?
–Al de sus calles, sus comidas, sus tradiciones y su maravillosa música. Late al ritmo de su gente, que es increíble.
–Parece usted más mexicana que española...
–Pues casi. Llevo muchos años fuera y ahora cuando vengo para acá, con mi acento, no son pocos los que me lo dicen.
–¿En qué nos parecemos?
–En que nos gusta pasarlo bien. Eso nos define como naciones hermanas. En México tenemos una vida nocturna similar a la de España. Nos gusta salir hasta tarde, hincharnos a comer y a beber y a fumar... Nos gusta todo lo malo. Pero disfrutamos de lo lindo.
–Es que lo malo, a veces, es bueno.
–Claro, lo malo alegra (risas).
–¿Y en qué nos diferenciamos?
–Si los españoles somos majos y educados, ellos lo llevan a otro nivel. Allá todo acaba en «–ito»: favorcito, chiquitito... Todo es lindo. Nos distinguimos en las expresiones y en la forma de pedir las cosas. Los mexicanos son cariñosos. Nosotros, un poco más bestias.
–¿Y qué vendería al exterior de México?
–Aparte de la música, que es lo que intento, importaría mucha comida, porque es deliciosa. Y las artesanías. Y exportaría camiones llenos de jamón serrano y de percebes.
–¿Nunca es tarde para qué?
–Para venir a Madrid a cantar, que ya me tocaba.
–¿Y para qué siempre es pronto?
–Para echarme un vermú en la Plaza Santa Ana.
–En La Quinta Estación, ¿hacía calor o frío?
–Ni frío ni calor. Cero grados. Sin gracia alguna.
–Si no fuera por su voz...
–Seguramente me habría muerto de hambre. Soy un desastre y hubiese tenido problemas con un trabajo normal. Me gusta hacer lo que me da la gana y casi siempre me salgo con la mía.
–¿De dónde le sale?
–Del corazón, hijo mío, de ahí dentro. Todo el mundo me dice que soy muy flaca y que no saben de dónde me sale. Yo tampoco lo sé. Quizá me tragué un megáfono cuando era chiquitita.
–¿Cómo la cuida?
–Durmiendo. La verdad es que tengo una vida bastante aburrida. Cuando eres cantante y vives de esto, si quieres hacerlo medianamente bien, te la tienes que cuidar. Hay que dormir, no se puede fumar... Los días que se canta no se debe tomar nada de picante, ni limón, ni naranja, ni alcohol. Por eso cuando no canto hago lo que quiero (risas).
–Al hilo del título de anteriores discos, ¿el mundo se sigue equivocando?
–El mundo se equivoca ahora más que nunca. Está patas arriba, no sé qué está pasando, pero es como si estuviéramos en la primera línea del apocalipsis. Se equivoca en la política, en todo lo relacionado con la ecología y que nos va a impedir dejar algo a nuestros hijos... El mundo está hecho una mierda.
–Pero, a veces, también acierta, ¿no?
–Quizá, aunque a nosotros nos gusta celebrar lo malo. Ya sabes que somos muy tremendistas.
–¿Una costumbre confesable?
–Déjame pensar... Es que no soy muy de costumbres. Hago lo que quiero, no sigo ninguna regla, pero confieso que siempre llevo «teleprompter» cuando canto porque se me olvidan las letras.
–¿Cree en el destino?
–Sí. El destino está escrito. No importa lo que hagas. Lo que tenga que pasar, pasará.
–¿En qué brazos le gustaría amanecer?
–En los de mi hija, a quien quiero con locura.
–¿Qué no pide por favor?
–(Piensa) Es que soy una chica educada (risas). Todo lo pido por favor.
–¿A dónde jura que nunca volverá?
–Nunca se puede jurar que no se volverá a un sitio, porque si lo juras, regresarás. Y te van a odiar, puesto que dijiste que no lo harías.
–¿Qué le gustaría hacer antes de morir?
–Todo lo que pueda. Este cuerpo que me ha dado Dios lo voy a quemar hasta sus últimos recursos (risas).
–¿El amor eterno existe?
–No. El amor es para un rato. Luego queda la costumbre.