¿Cuál es el origen de 'perroflautas', cuándo comenzó a utilizarse?
Este calificativo lleva con nosotros ya varias décadas, y hoy en día ha pasado a formar parte del vocabulario popular


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La sociedad española siempre ha tenido un especial instinto para el insulto elegante. País de picaresca y sátira como somos, la ‘lengua de Cervantes’ corre por nuestras venas, dotándonos de un gran dominio de la ignominia poética. Blandimos nuestras ‘afiladas’ lenguas con destreza y precisión, haciendo chanza tanto del defecto propio como del ajeno.
No se trata de hacer una burla ofensiva y directa, sino de señalar realidades que pueden resultar dolorosas en tanto que ciertas, pero con un poco de arreglo o cariño. Existen palabras y calificativos para cualquier tipo de personalidad o complexión. Además, si no las hay todavía, acabamos por inventarlas.
El área del ‘adjetivo faltoso’ es quizá uno de lo más trabajados, y constituye un signo de una sociedad sana que sabe reírse de sí misma. Quizá una de las formas de desarmar a un rival (o a un amigo) no sea el insulto, sino la caricatura: su imagen deformada puesta frente al espejo de la realidad, que todo lo contrasta y ‘aterriza’.

Los tiempos siempre van cambiando, pero el lenguaje también lo hace a la par, y van surgiendo términos que describen y acotan las nuevas realidades que se dan. Muchos jóvenes, independientemente de la generación en la que nazcan, pecan de un ‘culto excesivo a la modernidad’: una filia por la nueva estética que varía de forma con los años, pero no de fondo.
¿Cuál es el origen de 'perroflautas', cuándo comenzó a utilizarse?
Fue el filósofo alemán Hegel quien aseguró que toda historia sucede dos veces: primero como tragedia, y más tarde como farsa o parodia. Y es que muchos jóvenes se ven dispuestos a repetir la estética de generaciones pasadas. Así por ejemplo, ahora existen el movimiento ‘Y2K’ o el ‘neocani’, que toma lo más superficial de la moda de principios de este siglo.
Es precisamente en esta clase de impulsos por revivir o reinventar viejas modas, aunque solo en lo aparente, donde podemos encajar el término del que venimos a hablar hoy. Nos encargaremos hoy, pues, de una de las palabras que más se escuchaban a principios de los 2000, y que todavía hoy perdura en el habla popular: “perroflauta”.
Ya en los años 70, poco tiempo después de la explosión del ‘movimiento hippie’, el escritor Francisco Umbral dejó en palabras una ácida descripción de una parte de la juventud que quería emular las modas que llegaban desde los países anglosajones: “Ahora, los españoles y las españolas somos una mala imitación del ejecutivo americano o de la hippy inglesa”.

Con la entrada del siglo XXI, muchos jóvenes decidieron retomar una pequeña parte de la filosofía de este fenómeno social, aunque adaptándolo a sus tiempos. No tan reivindicativos como vividores, aparecían en España muchachos de estética desarreglada y con el ‘pasotismo’ por bandera.
El Diccionario histórico de la lengua española recoge bien el origen etimológico de sustantivo ‘perroflauta’, y apunta a que apareció por primera vez en 2005, en un artículo de La Vanguardia. Allí se describe a esta clase de sujeto como “persona, generalmente joven y de aspecto desaliñado, que toca la flauta como medio de subsistencia y suele ir acompañada de un perro”.
Este sustantivo fue incluido en el año 2020, y se recoge también su acepción en el sentido de “persona perteneciente a un movimiento contracultural de influencia hippie que aboga por un cambio en el sistema político y económico vigente”, que es más general. Hoy en día no solo se utiliza de forma más amplia para hacer englobar y hacer parodia de quienes tratan de llevar una vida ingenua con respecto al funcionamiento de la realidad social y económica.