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Historia

Las otras mujeres de la generación de las Sinsombrero

Un estudio sobre la Residencia de Señoritas gana el Premio Nacional de Historia

Un aula de la Residencia de Señoritas en Madrid
Un aula de la Residencia de Señoritas en MadridLa Razón

Soñaban con ser aquello que no podían ser: miembros de un tribunal, profesoras de una universidad, estudiantes en la Universidad de Berlín o en la de Columbia. Y se atrevían a hacerlo en un tiempo duro, sin demasiadas complicidades con las mujeres, desprovista en muchas ocasiones de empatía hacia ellas. «Aspiraban a convertirse en personas que fueran valoradas en la sociedad española», comenta la historiadora Encarnación Lemus, que ha ganado el Premio Nacional de Historia con su obra «Ellas. Las estudiantes de la Residencia de Señoritas» (Cátedra).

«Las Sinsombrero es, sin duda, una metáfora muy poderosa. Ellas formaron parte de esta generación. De hecho, forman parte de la misma promoción, por decirlo de alguna manera. Pero estas mujeres no son solo las que trajeron la innovación al arte. Aquí están todas las demás. Ellas constituyen la primera generación de científicas y de mujeres dedicadas a la política, como Victoria Kent, que se integran en los partidos. Son las primeras que desarrollan actividades en el seno de la sociedad. No solo en las artes, sino también en la educación, la ciencia y en la medicina».

Todas ellas se alojaban en la Residencia de Señoritas, institución hermana de la Residencia de Estudiantes, y, gracias a ellas, como explica la autora, «la modernidad salió de Madrid y llegó a las provincias», porque la mayoría provenían de fuera de la capital.

Encarnación Lemus, que ha repasado con minuciosidad la correspondencia de estas jóvenes, detalla cuáles eran sus principales temores y, también, el que albergaban sus familias. En las epístolas asoman el miedo a las enfermedades, a que queden marcadas en el honor por atreverse a dar el definitivo paso que están emprendiendo, las dudas que suelen asaltarlas cuando, después de haber sumado estudios y aprendizajes, llega la hora decisiva de retornar a los pueblos o las aldeas y reencontrarse con su gente y sus amigos. Y, junto a esto, quedan los consejos de los padres: aliméntate bien, no te esfuerces demasiado estudiando... «Lo que ellas nos transmiten es la necesidad que todos tenemos de trabajar por los objetivos que nos marcamos, porque todos tenemos tropiezos cuando queremos conseguir algo. Entienden que nada nos regala nada».

Pero hay mucho más, como remarca Encarnación Lemus: «Son imprescindibles para la historia de nuestro país porque otorga a las mujeres la primera posibilidad de formarse como profesionales pero no de una manera individual sino con una conciencia de generación, de que cada una de ellas formaban parte de algo. La mujer ya se había incorporado profesionalmente en el espacio de lo público, pero de manera puntual. Ellas comprenden que están produciendo un cambio social». De hecho se atrevieron a abrir puertas cerradas: practicaban deporte con sus compañeros de la Residencia de estudiantes, a su lado forman parte de grupos de estudios y de intereses disciplinarios comunes y, por supuesto, surgen fuertes lazos de amistad y algún noviazgo. «Hay valores que transmiten para las mujeres del presente. Que nadie te regala las cosas, como el éxito profesional y alcanzar puestos de responsabilidad, y que cumplir con los objetivos que se han propuesto depende del trabajo y la disciplina. Pero ellas se atrevieron a soñar con eso. Y lo consiguieron», concluye la historiadora.