El pueblo maldito del lago de Sanabria
Los diluvios son un castigo frecuente en las historias bíblicas y en las leyendas antiguas. Bajo las aguas de este lago, según la tradición, se encuentra un pueblo entero castigado por su impiedad
Madrid Creada:
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Uno de los castigos predilectos con los que la divinidad pone a prueba a las generaciones de los hombres es el cataclismo a través de las aguas. La idea del diluvio es antiquísima y se encuentra en todas las culturas. Recordemos el relato bíblico del exterminio de la humanidad corrupta y la salvación de unos pocos justos, personificados en Noé. Otro tanto ocurre con el mito griego de Deucalión y Pirra, los dos únicos humanos que se salvan de la destrucción por haber demostrado su piedad a los dioses.
Pero ya le decía el sacerdote egipcio del Timeo de Platón al sabio Solón de Grecia, cuando fue a visitarle y le contó el mito del diluvio griego, que los griegos son unos niños porque solo recuerdan un diluvio, cuando realmente –lo saben los egipcios– la escena es cíclica y arquetípica, pues hay muchas destrucciones por agua y fuego que van y vienen a través de los siglos.
En cuanto al agua, el mito del diluvio y la inundación de la comunidad maldita es universal y se encuentra desde la antigua China al Perú de Viracocha. En el mito azteca de los Cinco Soles hay diversos modos en los que los dioses se disponen a asolar a los humanos. Y el mito de las cuatro Yugas del hinduismo también habla de varias destrucciones de la humanidad, a veces mitigadas por los avatares del dios filántropo. Esas viejas ideas del mito reproducen el pavor de las generaciones prehistóricas a las crecidas de los ríos, las lluvias torrenciales y la subida del nivel de las aguas, que siempre acarrearon dolor y destrucción. Lo sabemos bien en España, siempre a merced de las lluvias torrenciales.
En el plano de la historia y la geografía mítica, muchas partes de España han sido azotadas por catástrofes en forma de agua que, a veces, se han explicado de forma legendaria. En esta ocasión quiero centrarme en la leyenda del lago de Sanabria, una narración popular transmitida de generación en generación y que hunde sus raíces acaso en el medievo, en los relatos que se contaban en el camino de Santiago.
Antropólogos y folkloristas han recogido diversas versiones hasta mediados del siglo XX y más allá que dan cuenta de la historia de una aldea fantástica, la de Valverde de Lucerna, que fue castigada al demostrar su impiedad. Las historias de theoxenía («hospitalidad divina») a veces acaban así de mal. Son los dioses los que vienen disfrazados de mendigos para mostrar las miserias del ser humano. A veces son Zeus y Hermes bajo disfraz los que van por Grecia pidiendo hospitalidad como míseros peregrinos, como en la historia de Filemón y Baucis. Otras veces, como en Sanabria, ese peregrino del camino que viene pidiendo limosna resulta ser Cristo.
Pero nadie en el pueblo le hace caso salvo dos piadosas mujeres que regentan un horno de pan. Ellas le dejan entrar para que se resguarde del frío y comparten con él algo de la masa que está en el horno. Cuenta el relato popular que la masa se puso a crecer de forma desmesurada y se salió del horno y que entonces el peregrino desveló su identidad divina, explicando que había venido a esas tierras para poner a prueba la dureza del corazón de sus vecinos.
El castigo iba a ser inundar la aldea con las aguas del lago. Se dice que nadie se salvó, excepto las dos mujeres, y que solo su horno quedó elevado sobre las aguas, formando la isla que aun se puede ver en el lago, como reliquia de su piedad. Cuenta otra leyenda relacionada que los vecinos intentaron rescatar las dos campanas de la iglesia sumergida y que solo pudieron sacar una de ellas. La otra campana quedó sumergida y aún se puede oír en las noches de San Juan.
El trasfondo recuerda a la mitología celta, rica en leyendas de la vida debajo de los lagos. Estos submundos están poblados de ciudades fantásticas llenas de hadas y criaturas que habitan en aquel fondo verdoso y que a veces cruzan hacia el otro lado. Hay quien dice que la leyenda puede remontar a la edad antigua, con la ocupación romana de la zona de las Médulas, o acaso al medievo, al camino de Santiago, y al relato del Pseudo Turpin, la Crónica de Carlomagno y Roldán, contenida en el Códex Calixtinus, de carácter apócrifo y que recoge algunas leyendas de los siglos XI y XII.
Se cuenta de una ciudad de tantas que no se sometió a Carlomagno y que, no solo fueron destruidas, sino también malditas. Una de ellas, inundada por la maldición divina, sería esa Lucerna. ¿La aldea sumergida en el lago de Sanabria? No es necesario buscar una clara filiación de la leyenda de Sanabria, porque se encuentra entre los motivos universales más difundidos: la destrucción de la ciudad maldita por la inundación. Por desgracia, en España, y ya no la legendaria, hay lugares que han sufrido inundaciones. Sin ir más lejos, y por no recordar los luctuosos sucesos de Valencia, en la propia zona en la que se sitúa la leyenda, el esquema mítico se hizo realidad en 1959, con la catástrofe de Ribadelago, que recuerda a su modo la leyenda de Lucerna.