¿Qué tienen que ver María Callas y las arañas?
Dominique Gonzalez-Foerster y Tomás Saraceno, dos grandes del arte contemporáneo, llegan al Museo Thyssen de la mano de Francesca Thyssen-Bornemisza para estrenar el acuerdo entre la fundación de ésta y el museo que lleva su nombre.
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Dominique Gonzalez-Foerster y Tomás Saraceno, dos grandes del arte contemporáneo, llegan al Museo Thyssen de la mano de Francesca Thyssen-Bornemisza para estrenar el acuerdo entre la fundación de ésta y el museo que lleva su nombre.
«Shhhh. Apaga tu antorcha, estás arruinando la experiencia de los demás». La voz de Francesca Thyssen-Bornemisza resuena en la sala oscura. Una vez apagado el móvil –esa antorcha moderna–, el negro vuelve a envolverlo todo. A excepción de la pared en la que se proyecta una obra de Tomás Saraceno: galaxias luminosas rompen la oscuridad en este filme arácnido, ejemplo, como todo lo bello, de fragilidad y fortaleza. La coleccionista, hija del barón Thyssen-Bornemisza y Fiona Campbell-Walter, adquirió para su fundación TBA21 parte del trabajo de Saraceno después de verlo en una exitosísima muestra en el Palais de Tokio de París. Ahora no es solo su mecenas, sino su amiga. Por eso, quizá, se le notaba tan entusiasmada con «Más-que-humanas», la exposición que inaugura hoy el Museo Thyssen, en la que participa también la francesa Dominique Gonzalez-Foerster. Más que ninguna otra organizada por la pinacoteca, esta muestra destaca por ser una verdadera experiencia inmersiva. Francesca la definió como «una introducción extremadamente sensorial al arte contemporáneo». En efecto, la oscuridad y los juegos de luces son esenciales porque despiertan en el espectador la incomodidad y la sensación de misterio necesarias para absorber el trabajo de ambos artistas. De ahí la protesta de la mecenas contra las antorchas, desgraciadamente pegadas a los visitantes como si fueran prolongaciones de sus brazos.
La obra de Gonzalez-Foerster que la hija del barón trae por primera vez a España, titulada «Ópera (QM.15)», de algún modo domina el ambiente de la sala. Incluso cuando no puedes verla, sí la puedes escuchar. La artista francesa encarna a Maria Callas –túnica roja, cabello recogido, maquillaje de escena– en esta ilusión holográfica desconcertante en la que la imagen se funde con el fondo de manera intermitente y según resuenan las arias de «Medea», «La traviata» y «La Gioconda» en la voz de la célebre soprano griega. «Ópera (QM.15)» forma parte de una serie en la que Gonzalez-Foerster adopta las identidades de otros personajes famosos, como Marilyn Monroe y Sarah Bernhardt, «mujeres que se vieron a sí mismas, y fueron para su público, obras de arte vivientes. Ellas encarnaron el arte en su cuerpo (o el arte tomó posesión de su cuerpo). Esto es lo que le interesa a Dominique», explica Guillermo Solana.
Ya en el interior del oscuro laberinto creado por la comisaria Stephanie Hessler surgen las obras de Saraceno: un cubo transparente contiene una intrincada tela de araña iluminada por un solo foco. El universo en una caja de cristal. Saraceno ha dedicado años a estudiar cómo los arácnidos construyen sus telas: «Tengo la idea de que la araña es capaz de ocupar espacios, de utilizarme a mí como un canal para extenderse, resonar. Me gusta decir que las arañas trabajan conmigo y no yo con ellas», afirma el artista argentino. Algunas de las creaciones de los arácnidos terminan convirtiéndose en la obra de Saraceno al ser trasladadas a papel y enmarcadas. Dos de estos cuadros han escapado de la oscuridad y comparten la sala 45 con Chagall y Tanguy, además de estar ubicados exactamente enfrente de «Arlequín con espejo», de Picasso.
El medio ambiente
«¿Qué tienen en común las arañas y la ópera? –se preguntaba ayer la comisaria de la exposición–. Trataré de explicarlo: las arañas no tienen oídos, sin embargo, el sonido es muy importante para su modo de percibir el mundo porque lo sienten a través de las vibraciones de sus telas. En la ópera, considerada una de las más altas expresiones artísticas de la cultura Occidental, las vibraciones de la frecuencia vocal del cantante producen reacciones en el cuerpo de quien escucha». Sin embargo, la relación entre las obras de ambos artistas va más allá de las vibraciones. Hessler argumenta que las arañas poseen inteligencia y hasta cultura «que, aunque distinta a la nuestra, no por eso es menos importante. La exposición nos invita a concebir tipos de conocimiento que no sean solo racionales o cognitivos y a explorar nuevas maneras de entrar en sintonía con el mundo y con aquello que no podemos ver».
Al hilo de esta idea, Thyssen-Bornemisza confesó haber llorado con el discurso de Greta Thunberg en la Cumbre de Acción Climática y dedicó la muestra al medio ambiente. «Me sentí muy culpable al saber que Dominique y Tomás viajaron a Madrid en tren, mientras que yo lo hice en avión. Aunque es importante que este tipo de intercambios culturales sigan existiendo, debemos hacerlo con sensibilidad y teniendo en cuenta la huella de carbono que vamos dejando». La coleccionista recordó, además, a su padre, no solo en referencia a lo que le enseñó del mundo del arte, sino por su generosidad y su fe en la humanidad: «Tenía la gran esperanza de que era posible lograr un cambio y eso fue lo que me inspiró para trabajar con grandes artistas y alcanzar los logros más ambiciosos».