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Literatura

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Rodrigo Blanco Calderón: "No estoy de acuerdo con que se impongan cuotas en algo tan complejo y tan sutil como la calidad literaria"

El autor venezolano, recién galardonado con el Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, aclara los comentarios de su discurso de aceptación que han sido tergiversados por algunos medios y ofrece su opinión sobre el machismo literario que se denunció en el evento celebrado en Guadalajara

Rodrigo Blanco Calderón recibió en galardón por su novela "The Night"
Rodrigo Blanco Calderón recibió en galardón por su novela "The Night"larazon

El autor venezolano, recién galardonado con el Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, aclara los comentarios de su discurso de aceptación que han sido tergiversados por algunos medios y ofrece su opinión sobre el machismo literario que se denunció en el evento celebrado en Guadalajara

El lector que siga a Rodrigo Blanco Calderón en Twitter sabrá que no necesita de ninguna otra plataforma para defender sus ideas con claridad e inmediatez. Sin embargo, aún navegando la estela del recién recibido Premio Bienal de Novela Mario Vargas Llosa, que le fue concedido por su brillante primera novela, "The Night", el autor venezolano aborda con La Razón los temas que esta semana han inspirado debates y artículos de opinión, desde el titular incorrecto que un portal de noticias le atribuyó, hasta el manifiesto contra el machismo literario que intentó empañar la Bienal. Y como en realidad estamos aquí para hablar de literatura, Blanco Calderón reflexiona sobre la actualidad de su libro, sobre el drama venezolano como fuente literaria y sobre su compromiso con lo político y lo social.

-Se ha citado su discurso de agradecimiento de manera incorrecta en estos días posteriores al premio, específicamente cuando se refiere a los escritores e intelectuales que “prefieren hacer la vista gorda” respecto a la situación de Venezuela. ¿Quiere aprovechar para aclarar nuevamente su postura?

-Es muy irónico que precisamente en esa parte del discurso vengo haciendo un llamado a la comunidad internacional a que entienda la gravedad de la tragedia en Venezuela y, sobre todo, llamando a esos intelectuales, escritores y académicos que muchas veces han apoyado lo que sucede en Venezuela a que tengan un compromiso más cercano con la verdad y con el lenguaje. Si escuchas el discurso, notas que soy consciente de que me estoy dirigiendo a un auditorio y a unos medios internacionales. No estoy hablando desde Venezuela. Efectivamente, esa parte del discurso fue mal citada y después se reprodujo en muchos medios. Y en el caso del portal “Contrapunto”, con cuyas practicas periodísticas guardo mucha distancia precisamente por este tipo de cosas, donde no solo han repetido esa información y la han utilizado como titular, sino también la han querido utilizar como una especie de elemento de discordia. Por un lado, quieren quitarle la carga de crítica que mi comentario tenía, que iba dirigido precisamente a escritores, académicos o intelectuales internacionales que sin conocer lo que sucede allá opinan libremente sobre lo que allí pasa. Es el caso de John Lee Anderson, de Isaac Rosa y ha sido el caso de William Ospina años antes. Si en el discurso, por lo improvisado que fue, no quedó claro, ahora sí lo dejo claro. Porque, además, los intelectuales y escritores en Venezuela en su abrumadora mayoría han estado en contra del chavismo, de ahí mi preocupación de que se pensara que yo no estaba reconociendo esa larga labor de todo un sector al que se le puede criticar muchas cosas, pero no el haber sido complacientes con el régimen.

-En ese sentido, en el discurso habló también de la responsabilidad de cuidar el lenguaje y su relación con la construcción de la realidad. Usted ha sido siempre abiertamente crítico con el chavismo, tanto en redes como en sus escritos de ficción y artículos de prensa. ¿El escritor o el artista debe estar siempre comprometido con su entorno?

-En el discurso afortunadamente hice el matiz de que si un escritor o un artista decide participar en el debate público de temas de corte político o social, si lo hace y si lo hace de forma consecuente, entonces está asumiendo un compromiso de ser lo más congruente con la verdad y, en el caso de los escritores, con el uso del lenguaje. Pero, por supuesto, no pienso que todo escritor deba obligatoriamente participar de los debates públicos o políticos. Es una decisión muy personal y muchas veces ni siquiera es del todo consciente. Yo no me he detenido a pensar: “Me pronuncio o no me pronuncio”. Para mí desde el principio ha sido natural extender mi práctica de la escritura hacia temas que van más allá de lo literario. Y en la novela tenemos un personaje como Darío Lancini, que es todo lo opuesto a esa figura del intelectual público y comprometido. Quizá por eso me gusta tanto, porque es una especie de versión ideal de ese artista que logra retraerse del mundo para dedicarse simplemente a jugar con las palabras.

-¿La degradación de Venezuela sigue siendo su principal preocupación literaria?

-Lo conversábamos en estos días en una actividad que hubo en el Instituto Cervantes de Madrid. Tengo la impresión de que el drama de lo vivido en Venezuela estos últimos 20 años ha sido tan fuerte que ha modificado el ADN cultural, social e incluso geográfico de Venezuela. Aún si milagrosamente la dictadura de Maduro cayera el día de mañana y Venezuela levantara, creo que podría seguir escribiendo sobre este trauma, de una manera quizá no directa, pero siempre rodeando esa zona como una especie de cráter. De hecho, tengo un par de novelas, una apenas comenzada y otra más desarrollada, y no hablan directamente de lo que nos ha pasado en los últimos años, pero esta tragedia es un núcleo que siempre está ahí, es lo que de una u otra forma termina dándole cierto peso a las historias. Pero esto te lo digo ahora, de repente en unos cinco años mis intereses literarios cambian.

-Es interesante, aunque casi cruel, que este premio llegue poco después de una nueva crisis de apagones en Venezuela, cuando justamente la novela transcurre durante la crisis energética de 2010...

-Un premio tiene en cuenta el valor de una obra, pero también es obvio que hay ciertas circunstancias que le pueden dar a esa obra un nuevo foco de atención. Quiso el azar que coincidiera una nueva agudización de la crisis energética en Venezuela con este segundo aire que se le está dando a "The Night”. Pero en realidad la crisis energética nunca se ha ido, quizá fue controlada en Caracas. Pero desde 2010 hasta ahora en el resto del país los cortes eléctricos continuaron de forma casi diaria hasta llegar a la situación que vivimos hace uno o dos meses. Eso hay que recordarlo porque a veces se juzga la realidad nacional solamente por lo que sucede en Caracas.

-Después de dejar Venezuela vivió en París, que apareció en su siguiente libro de cuentos. Ahora está instalado en Málaga, ¿reconoceremos también esa ciudad en sus próximos textos?

-Con total seguridad porque voy incorporando en mi escritura todos los espacios importantes a los que me toca ir, bien sea como turista, bien sea como un residente más. No ha pasado todavía, pero no me extrañaría para nada que pronto escriba un cuento o algún capítulo de una novela donde aparezca un personaje malagueño que recorre Málaga. De eso no me queda duda.

-Cuando empezó la bienal hablamos del manifiesto que firmaban una serie de autores denunciando la falta de representación femenina en el certamen. Ahora que han pasado unos días, ¿qué reflexiones puede compartir al respecto?

-El manifiesto se puede y se debe leer en distintos niveles. Lo mismo con lo que sucede con el feminismo actualmente. Siri Hustvedt dice que no se puede hablar de un feminismo sino de varios. Eso aplica también para una lectura de este manifiesto contra el machismo literario: no puede interpretarse en bloque porque es caer en el mismo dogmatismo en que me parece incurrieron quienes lo redactaron. Pero hay elementos allí que son bastante rescatables. Cuando uno piensa en la organización de un evento literario cualquiera, bien es cierto que es deseable que haya una representación más o menos equitativa entre hombres y mujeres. Por ese lado, no me parece problemático ese reclamo. Ahora, con lo que no estoy en absoluto de acuerdo es con que se quiera imponer la noción de cuotas, como si los hombres y las mujeres fuesen dos sindicatos enfrentados.No estoy de acuerdo con que se imponga el criterio de cuotas en algo tan complejo, tan sutil y que debería ser más autónomo, como el criterio sobre la calidad literaria. No hay ninguna prueba concreta, ni nada que demuestre que porque exista un mayor número de jueces de un género o de otro automáticamente el premio va a recaer sobre uno u otro género. Tampoco estoy de acuerdo con que obligatoriamente tenga que haber una cuota exacta de hombres y mujeres como finalistas de un premio. La literatura no pertenece al reino de la estadística, la literatura no es un congreso de las Naciones Unidas donde, por cuota, todas las variantes del ser humano tengan que estar representadas.

Por otra parte, más allá del contenido del manifiesto está también el dispositivo que se planificó para su difusión. Me parece desafortunado el haberlo lanzado el día en que comenzaba la Bienal con una clara intención de torpedear el evento, lo cual provocó dos fenómenos que en el fondo nunca se tocaron. Por una parte, el ruido mediático, sobre todo en Prensa y en redes, sobre el manifiesto y la Bienal y, por otro lado, la Bienal en sí misma. Cuando uno leía los medios esos días parecía que el evento giraba en torno al manifiesto, y no, la Bienal cumplió con su programa, con sus mesas, que fueron muy interesantes y contaron con participación abrumadora de un público en su mayoría conformado por jóvenes en las instalaciones impresionantes del conjunto Santander. Y nada de eso se reflejó con la misma atención en la Prensa. Me parece una lástima que no se reflejara más lo que sucedía día a día en la Bienal, que también era importante. Hay un clima de violencia en el discurso y de animosidad a partir de la publicación de ese manifiesto, y llevado adelante por varias de las escritoras que se encargaron de su redacción, que no ha contribuido mucho al entendimiento.

-Más allá del manifiesto, ¿cree que las mujeres efectivamente estamos infrarrepresentadas en lo literario en general?

-Cuando daba clases en la escuela de Letras en la Universidad Central de Venezuela, donde di clases entre 2004 y 2014, una de las materias que por lo menos una vez al año tenía que dar era la crítica literaria feminista. Es decir, me tuve que familiarizar y estudiar a fondo textos fundamentales de la crítica feminista. Y una de las áreas más interesantes es lo que tiene que ver con el rescate de autoras y de obras escritas por mujeres que, efectivamente, fueron o han sido relegadas por discriminación de género. Un gran ejemplo de este trabajo es el que hicieron Yolanda Pantin y Ana Teresa Torres con “El hilo de la voz”, una antología de la literatura venezolana escrita por mujeres y que restituye una tradición que sí existía, pero que no había sido visibilizada por las circunstancias de época. Negar que hasta hace poco tiempo existía esa discriminación es no estar atento a la evolución de la literatura. Actualmente, creo que las circunstancias han cambiado mucho, por ejemplo, en áreas claves como las direcciones editoriales o las agencias literarias, que en buena parte están manejadas por mujeres. Cuando hacemos un repaso de obras publicadas, espacio en Prensa y premios recibidos, vamos a ver que esa disparidad de antes ha cambiado mucho también. En apenas un mes han ganado mujeres el premio Formentor (Annie Ernaux), el Man Booker Prize (Jokha al-Harthi) y el Princesa de Asturias de las Letras (Siri Hustvedt); y el del año anterior también se le otorgó a una mujer, Fred Vargas. Es decir, los cambios se están dando. Por eso a veces no entiendo cómo ciertos sectores del feminismo más radical no valoran sus propios logros. Lo que no se puede hacer, en mi opinión, es tratar de imponer por medio de la fuerza o de una especie de orden un criterio de cuotas como si la literatura y la especie humana se manejaran como un sindicato.