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Sonsoles Ónega: «Lo que no puedo contar en televisión, lo hago en una novela»

La nueva ganadora del Premio Planeta cuenta las líneas generales de «Las hijas de la criada», la obra con la que ha logrado el galardón
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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Sonsoles Ónega no deja de sonreír mientras le guardan el trofeo que demuestra que es la nueva ganadora del Premio Planeta. «Es que me lo llevaré a mi programa», comenta al autor de estas líneas horas antes de regresar a Madrid para volver a ponerse delante de las cámaras de Antena 3 en «Y ahora Sonsoles», su espacio de las tardes. Pero la periodista televisiva es también, mientras habla con este diario, una autora con siete títulos, dos de ellos, los primeros de su carrera, aparecidos hace años en pequeñas editoriales independientes y, el primero con un premio literario. Ahora, con «Las hijas de la criada», la obra con la se ha alzado con el galardón dotado con un millón de euros, sabe que llegará a más lectores que nunca.
¿De dónde surge la historia de «Las hijas de la criada»?
Es una historia que nace de una noticia en la que se hablaba de un intercambio de niñas. Ese hecho en un hospital disparó mi imaginación. Por otro lado, me gusta volver a Galicia en este libro, a lo que es mi paraíso soñado. También me apetecía volver a la novela histórica. Piense que una novela de estas características requiere un estudio de un periodo concreto, algo que he tratado de hacer. No sé si ha explotado mucho literariamente, pero los diarios «El Faro de Vigo» y «La Voz de Galicia» son siempre mis soportes documentales porque las texturas de mis novelas siempre están construidas con las páginas de los periódicos, y esa es una de las partes que más disfruto de todo el proceso literario, a veces más que escribir, porque cada pequeña noticia te puede dar un desenlace para una escena o para una trama, o incluso la forma en la que hablan los personajes
¿Por qué presentó su novela bajo el título de «Otoño sin ti»? ¿Qué representa ese título para usted?
Es el título de una novela que tengo sin publicar y vaya usted a saber si alguna vez verá la luz. Me parecía que era una manera bonita de homenajear a ese texto que está ahí durmiendo el sueño de los justos o los injustos. Siempre que acabo una novela pienso que no sé cómo lo he hecho precisamente por la por la falta de tiempo que tengo por mi trabajo. Cuando estás escribiendo te das cuenta que es una actividad tan solitaria, tan exigente, que te obliga a mantener a raya a la familia, en este caso a mis hijos. Me siento hasta mal al obligarles a pasar una tarde de sábado callados en casa. Estoy exagerando un poco, pero cuando estaba escribiendo esto el verano pasado, un amigo de mi hijo Gonzalo estaba en casa. En ese instante, uno de los personajes de la novela, don Gustavo, estaba muriendo. Así que me puse a reclamar silencio mientras el amigo de mi hijo decía: «¿Qué dice tu madre que está matando a quién?». Convivir con hijos pequeños y escribir es complicado, pero al final acabas encontrando tiempo.
Se refiere a Galicia, pero Cuba es otro de los grandes escenarios de su nueva obra, un país que apareció con fuerza en su primer libro «Calle Habana, esquina Obispo.
Sí, pero aquí vuelvo a la isla de la mano de don Gustavo, el abuelo del protagonista, un hombre que hizo mucho dinero con el tráfico de la sal a mediados y finales del siglo XIX, que decide irse a Cuba por cuitas con los vecinos para seguir haciendo dinero, en este caso con el azúcar. Ese momento en la historia cubana me parece apasionante, especialmente con todo lo que está vinculado con el fin de la esclavitud, el tráfico de los esclavos, el trabajo durísimo en las plantaciones de azúcar que forma parte del paisaje de la novela, aunque no es lo fundamental.
Usted trabaja en su programa de televisión con la realidad, con la actualidad más inmediata. ¿La ficción que le brinda la novela es una manera de huir del día a día?
Una novela es como un descanso, la siento como la gran evasión. La novela es una tabla de salvación sin límites de tiempo que te permite mentir y que mientan los personajes. Lo que no puedo contar en la televisión lo cuento en las novelas. Es decir, la ficción te brinda todo aquello que no puedes contar en la vida. Por eso puedo proclamar que he disfrutado tanto escribiendo esta novela.
Ha hablado de que esta es una obra de mujeres. ¿Es una reivindicación?
Trato de llevar a cabo un acto de justicia poética. La mujer todavía merece dosis de reconocimiento. No vengo a buscar culpables, pero es un hecho objetivo que muchas han sido silenciadas. ¿Cuántas autoras siguen estando borradas?
A este respecto, las mujeres son uno de los grandes ejes de «Las hijas de la criada».
La historia ha sido muy injusta con la mujer del mar. Estuve en el Museo del Mar de Galicia, en Vigo, investigando y allí constaté lo mal que se tratado a las mujeres en estos temas. Han sido increíblemente silenciadas. Aquí he podido fabular con mucho gusto sobre las asignaturas pendientes que tenemos con las mujeres invisibilizadas u ocultadas, no sé si consciente o inconscientemente, porque no podemos valorar los tiempos con nuestra mirada de ahora
¿Es el Premio Planeta el techo que se había querido fijar como escritora?
Pues creo que no. Es que mi techo es poder seguir escribiendo, poder seguir no defraudando a los lectores y el Premio Planeta, indudablemente es un es un espaldarazo, algo brutal en mi carrera literaria. Sería absurdo no reconocerlo así y me hace tremenda ilusión que la potencia del Premio Planeta vaya a poner mi libro en todas las librerías, en todas las bibliotecas, al acceso de de de los lectores de una forma quizá más más potente que de otra manera.
¿Cómo es la Sonsoles Ónega lectora? ¿Cuáles son sus principales objetivos a la hora de ponerse a leer?
Pues debo decirle que la Sonsoles Ónega lectora es desordenada, muy obsesiva con algunos temas y algunas escritoras. Ahora estoy leyendo a la vez dos libros, «El mar, el mar» de Iris Murdoch y «El infierno» de Carmen Mola, pero es que leo casi todo lo que cae en mis manos. Soy la biblioteca que me legó mi padre [el periodista Fernando Ónega] y que está llena de clásicos españoles, de los años del realismo español, la novela de los 50. Envidio a los autores anglosajones porque creo que soy muy barroca escribiendo. Creo que he ido evolucionando limando mi literatura, aunque todavía me parece que es muy barroca y pesada.