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Cine

Tarik Saleh: "Solo soy un fundamentalista respecto al cine"

El director sueco de origen egipcio estrena "Conspiración en El Cairo", mejor guion en el último Festival de Cannes

Tarik Saleh, director de "Conspiración en El Cairo"
Tarik Saleh: "Solo soy un fundamentalista del cine"LA AVENTURA

Hace tiempo que el sueco de origen egipcio Tarik Saleh (Estocolmo, 1971) se viene construyendo un corpus fílmico que le coloca entre los maestros modernos del thriller. Ya lo hizo con la gamberrada post-punk de «Metropía» en 2009, pero alcanzó relevancia mundial gracias a «El Cairo confidencial», de 2017 y con la que se abrió las puertas de Hollywood por la vía de Sundance. Así, fue director invitado por la multimillonaria serie «Westworld» y dirigió a Chris Pine en «El contratista», una de esas películas de acción sesuda que se pierden en los catálogos de las plataformas por culpa de carteles que invitan a pensar en la más básica o zafia de las «americanadas».

Todos esos trabajos, en apenas un lustro, le han conducido hasta «Conspiración en El Cairo», con la que ganó el mejor guion en el último Festival de Cannes y que presentó en España en la Seminci de Valladolid, donde se citó con LA RAZÓN: «No sé qué día es. Estoy trabajando por encima de mis posibilidades. Y eso que ha habido una pandemia global de por medio. El mundo en el que tú y yo nos vimos por última vez ya no existe», bromea un Saleh que, por principios y para que entiendan al personaje, ya no viaja en avión si hay una alternativa en tren. En su nueva película, mucho más grande a nivel presupuestario y también más atrevida en lo ético, Saleh debate el poder como cuestión divina, llevándonos hasta la Universidad de Al-Azhar, en la capital egipcia, centro neurálgico del Islam más aperturista. Magno escenario (donde no le permitieron rodar y tuvo que recrear en Turquía), le sirve para narrar una intriga en la que se ve envuelto un joven recién llegado. A la sazón, luchas internas, agentes dobles, el riesgo islamista y algún que otro cadáver recién descubierto.

"Conspiración en El Cairo" ganó el premio al Mejor Guion en el último Festival de Cannes
"Conspiración en El Cairo" ganó el premio al Mejor Guion en el último Festival de CannesLA AVENTURA

PREGUNTA- ¿Cómo se pasa de un blockbuster de acción con Chris Pine a una intriga en el corazón del Islam?

RESPUESTA- (ríe) ¿Es curioso, verdad? Antes de contratarme, siempre me lo preguntan. "No entendemos tu IMDb, Tarik". Soy un director, creo, capaz de adaptarse a muchísimas circunstancias. Como escritor, como guionista, no a tantas. Y eso es lo que soy en mi núcleo, un guionista. ¿Qué pasa? Que me gusta contratarme a mí mismo para dirigir mis guiones, pero eso no significa que no esté abierto a dirigir lo escrito por otros también. Lo peor de dirigir es la presión económica, siempre contra el tiempo, algo que cuando escribes apenas existe.

-¿Es "Conspiración en El Cairo" por ello una película de género?

-Absolutamente, es una celebración del género. Porque yo mismo soy un fan acérrimo del género. Todas las grandes obras maestras del cine son género y todas las que funcionan, en su corazón, son thrillers. Porque estás comprometiendo el interés del espectador, estás contando algo que les importa. ¡Por eso nos gustan las comedias románticas! Pero cuando vocalizas, verbalizas que estás haciendo género, estás prometiendo, estás vendiendo y anticipando. Y si no te entrego algo, te estoy fallando. Me gusta ese riesgo.

-¿Siguen existiendo prejuicios en el gran cine de festivales? Mucha gente se sorprendió con su premio en Cannes...

-Siguen existiendo gatekeepers, más que prejuicios. Cannes está haciendo un trabajo genial en sus últimas selecciones, solo hay que ver esta película (ríe). No, pero en serio. Una vez ves toda la competición oficial, entiendes qué quiere conseguir Frémaux. Entiendes su visión. Te puede gustar o no, pero hay coherencia. Y no hay muchos festivales verdaderamente grandes que puedan decir eso. ¿Yo haría otra visión? Por supuesto, porque solo soy un fundamentalista respecto a una cosa, y es el cine. Soy un fanático. Y, joder, hasta es bueno que no esté demasiado metido en la religión porque sería peligroso.

-¿Cómo se traduce eso en su cine?

-Mis género favorito es el noir. Es innegable. Todas mis películas pasan por ello, por ese protagonista enfrentándose a un futuro negro en el que se vio envuelto sin apenas buscárselo. Así era "El Cairo confidencial". Mi segundo género favorito es el carcelario. Me encantan las películas de prisiones y, por eso, creo, "Conspiración en El Cairo" es una película carcelaria, casi. Sí, es un thriller político. Sí, hablo de religión. Pero en el fondo, me interesa mucho más hablar de lo que el encierro y el aislamiento le pueden hacer a una persona.

-En la rueda de prensa de Cannes, usted habló de manera muy elocuente sobre el soft-power de la religión en sociedades como la Egipcia. Algo perfectamente traducible a España, por ejemplo. ¿Es la tradición más difícil de cambiar que la ley?

-Totalmente. Cuando conoces verdaderamente a una sociedad, como en mi caso a la egipcia, te das cuenta de hasta qué punto se dan por costumbre cosas que emanan directamente de lo religioso. Desde fuera, siempre veremos lo fanático instalado, pero esa relación, de puertas adentro, es bastante natural. No hay grandes aspavientos. Las religiones son la materia desde la que se levanta el contrato social. Y la pandemia fue ejemplo de ello, con la gente haciéndole más caso a sus curas o imanes que a los expertos. Por suerte, la mayoría entendió la importancia sanitaria del evento. Una recomendación religiosa es muchísimo más fuerte, más importante para mucha gente que una ley.

-La película se siente grande, poderosa, intenta abarcar mucho desde una perspectiva maximalista. ¿Fue igual de grande el desafío? Sabemos que tuvo que marcharse a Estambul a recrear la universidad, por la negativa de las autoridades egipcias.

-Estoy muy orgulloso del trabajo y del equipo, porque somos casi familia. Roger Rosenberg fue mi director de producción, y es uno de los tipos más brillantes del mundo. Fue, quizá, la tercera persona que leyó el guion. Y me dijo: "Vale, esto será caro. ¿Por qué no escribes mejor la novela?" (ríe). Lo intentamos en Marruecos, y era atractivo, porque solo hubiéramos tenido que pagar un tercio del set a cambio de que luego ellos pudieran usarlo en lo que quisieran. Probablemente, lo bombardearía alguna producción estadounidense. Pero no quería ceder. Y entonces llegó la pandemia y se cayó esa posibilidad. ¿Qué otro lugar nos podía dar ese acceso a monumentos históricos? Estambul se convirtió en la opción más viable... porque la mayoría de las trabas solo eran burocráticas. Para ellos era importante que no nos riéramos de la religión ni de los lugares santos y, cuando tú lees el guion, entiendes de inmediato que está escrito desde el respeto hacia lo que significa para tantos millones de personas. ¡Todo el mundo sabe que en la religión hay corrupción! ¡Es inherente al ser humano!