Agustí Villaronga: «Me emociona el dolor»
Tras la gira por toda España, «El testamento de María» regresa a la sala del Teatro Valle-Inclán que le vio nacer en noviembre de 2014.
Tras la gira por toda España, «El testamento de María» regresa a la sala del Teatro Valle-Inclán que le vio nacer en noviembre de 2014.
Agustí Villaronga siempre quiso dedicarse al cine. Le costó porque, afirma, «en la industria se mueve mucho dinero y es complicado que se fíen de ti. Por eso yo no pude dirigir mi primer largometraje hasta los 30». Cuanto finalmente tuvo la oportunidad la aprovechó. Testigos son los nueve premios Goya que su película «Pa negre» recibió en 2011. Sin embargo, sus inicios no fueron tras una cámara: «Empecé haciendo teatro cuando tenía veinte años como un modo más de encontrarme en el mundo artístico». Cuatro décadas después Villaronga volvió al germen de su carrera y dirigió por primera vez una obra teatral, «El testamento de María», cuyo estreno absoluto fue en julio de 2014 en el Festival Grec de Barcelona. A Madrid llegó cinco meses más tarde, por Navidades, al Teatro Valle-Inclán. Las localidades se agotaron y el reclamo creció, pero las funciones se acabaron y muchos se quedaron en la cola. Así que, como dicta la ley empresarial, a la demanda se responde con una oferta, y «El testamento de María» ha regresado al Valle-Inclán hasta el 20 de marzo, colgando antes de su reestreno el cartel de «no hay entradas».
La obra está basada en el texto original de Colm Tóibín, un monólogo en el que María de Nazareth es una mujer pagana que, enclaustrada en su casa de Éfeso (creada por el escenógrafo Frederic Amat), siente una culpa profunda por haber abandonado a su hijo en la cruz. Como explica Villaronga, Tóibín «sitúa al personaje en un punto de vista humano y se olvida de que luego está en los altares. En los Evangelios María tiene un papel importante pero a la vez secundario porque no se explora nada de ella». Y justo al cineasta le interesaba esa mirada distinta a la de las escrituras bíblicas: «Me atrae ahondar en el alma en profundidad. Me emociona más el dolor, algo que le pasa a mucha gente que duda de su fe. No me cuesta mirar de frente las cosas que no son agradables. Al final son tendencias naturales de uno mismo».
El papel de María lo ocupa Blanca Portillo. De ella Villaronga cuenta que «es como un reloj sin dejar de ser auténtica. No hace variaciones, todo lo mantiene igual. No nos conocíamos y es precioso comenzar una relación con una persona y explorarla a raíz de un texto. Estuvimos un mes todo el tiempo juntos en los ensayos. Nos entendimos muy bien y ella es muy sabia, lo ha hecho todo más fácil». El cineasta necesitaba la experiencia en los escenarios porque, confiesa, «es un trabajo muy diferente al cine, no se planifica del mismo modo y tienes que poner el acento es aspectos distintos, como ayudarte por la luz para crear tensiones en los rostros». Eso sí, no duda que tanto en el cine como en el teatro «los actores son lo más importante al transmitir una historia».
Lo espiritual es un tema recurrente en el cine de Villaronga, ahí están «El niño de la Luna» (1989) o «El mar» (2000). Una relación artística inevitable entre el creador y lo sobrenatural, ya que, como dice, «me crié en un colegio de jesuitas, y como le pasa a muchos niños, luego pensé en meterme en la orden pero al final abandoné. Desde que estudié Filosofía y Letras siempre he estado muy interesado en la historia de las religiones. En los últimos años me he fijado en el budismo».
w Obsesión guerrera
Otro de sus «leitmotiv» es la guerra. Lo vemos en «Tras el cristal» (1987) y «Pa negre» (2010). También en su próxima película, que se titulará «Incierta gloria». Es, comenta el director, «una adaptación de una novela de un escritor catalán, Joan Sales. Ocurre en el frente de Aragón durante 1937. Es la historia de dos chicos y dos chicas muy jóvenes (interpretados por Marcel Borràs, Oriol Pla, Núria Prims y Bruna Cusí). Al principio los hombres están enamorados de la misma mujer, y ellas del mismo hombre, pero las relaciones cambian. Habla de gente con mucho entusiasmo, pero todo queda truncado por la guerra». No obstante, Villaronga asegura que «no me interesa tanto la guerra», es lo que le toca: «Hace años desistí de presentar mis guiones porque no me hacían caso, me he adaptado a lo que me ofrecen. Igualmente, no estamos trabajando las ideologías enfrentadas, sino las situaciones que se crean en el conflicto. Se podría dar en una guerra o en una desgracia natural, cuando el humano saca lo peor y lo mejor que tiene dentro». Además, admite que la crisis no es una situación tan extrema como estas: «A veces alucino con lo que pasa hoy, la situación es difícil y estamos como platos atendiendo, pero no es lo mismo que estar en una guerra o posguerra».
La última película que Villaronga ha estrenado ha sido «El Rey de la Habana», nominada a tres premios Goya: mejor guión adaptado, mejor fotografía y mejor actriz revelación por la interpretación de Yordanka Ardiosa. Sin embargo, el filme no obtuvo ningún galardón, que fueron muy repartidos (cinco para «Truman», de Cesc Gay, cuatro para «Nadie quiere la noche», de Isabel Coixet, dos para «A cambio de nada», «La novia», «Palmeras en la nieve» y «El desconocido»...). Para Villaronga «es bueno cuando se distribuyen los premios porque quiero entender que hay muchos trabajos atractivos».