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Andoni Ferrerño: «Ni aunque interprete a 50 brígidas entenderé a las mujes»

Andoni Ferrerño. Actor. Vestido con peluca y tacones, representa uno de los papeles más sugerentes de la temporada teatral en «El clan de las divorciadas»
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Vestido con peluca y tacones, representa uno de los papeles más sugerentes de la temporada teatral en «El clan de las divorciadas»
Si hubiera que ponerle algún estereotipo –que tanto los odia– estaría, sin ninguna duda, bastante más próximo del de galán que del de señorona brutota y separada. Sólo hace falta echar medio vistazo. Pero, cosas del teatro, encima de un escenario todo es posible. Con éstas, al bueno de Andoni Ferreño le ha tocado uno de los gordos de la temporada: hacer de esta especie de «Shreck» que es Brígida en «El clan de las divorciadas», junto a Vanesa Romero y Esperanza Elipe. Y, por supuesto, él encantado de lucir peluca, tacones y rellenos varios. Con este panorama llega al Muñoz Seca una obra que triunfa ininterrumpidamente en París desde hace una década. Por algo será.
–«Tenemos que ir a ver el “Clan de las divorciadas”. Está muy bien y es muy graciosa». Oído esta misma mañana.
–Eso es importante. Es curioso que hasta otros actores, que solemos ser muy críticos entre nosotros, están muy sorprendidos del trabajo que se ha hecho; cuando salen dicen: «Oye, qué delicia. Me hubiera gustado hacerlo a mí».
–Vamos con una frase muy publicitaria, ¿le gusta ser mujer?
–No puedo decir otra cosa que estoy encantado con ser hombre, pero me gusta interpretar el personaje de Brígida.
–¿Cómo se ha preparado la transformación?
–De manera muy diferente a la habitual. He tenido que hacer trabajo físico, cambiar la forma de andar, de coger los objetos, de comportarme, de quitarme la peluca, saber llevar los tacones... Y a todo eso incorporarle un texto. Aunque sea una comedia hay que darle credibilidad. Diferente, pero muy bonito. Ya desde el principio sabía que iba a ser un reto y lo asumí como tal y con él hacia delante.
–Pero antes de meterse en ese vestido de señorona fue a París a ver el original, ¿cómo fue?
–Sí, primero la vi en vídeo en España, que fue cuando decidí que quería hacer este personaje. Y luego fuimos a París y estuvimos con Alil Vardar –autor del original– viendo la obra para corroborar de nuevo mi intención de asumir el riesgo. De la función me encantó todo lo que vi, me pareció nuevo, muy divertido y con mucho humor visual. Era una forma diferente de volver a hacer comedia.
–Todo eso sin saber francés...
–Es que tiene un humor muy cosmopolita, muy entendible. Aunque no conociese el idioma me lo pasé en grande. Y cuando veía que se reían mucho le decía al de al lado que me tradujera qué habían dicho para apuntarlo y decirlo en castellano. No sabía nada de francés y comprendí perfectamente la función. Alil Vardar es un genio, espero estar a su altura.
–Se describe a Brígida como una mezcla entre la reina de Inglaterra y Falete.
–No sé quién fue el lumbreras que dijo eso.
–Está en la web de la obra...
–Ya, quien lo puso no sabía muy bien de lo que estaba hablando.
–Entonces, llamémosla Shreck.
–Eso sí, es una definición del propio autor. Cuando estuvimos reunidos en París me dijo: «Imagínate que es una ogra maravillosa», con todo lo que ello conlleva. Femenina, pero también muy bruta y con reacciones muy masculinas, por eso la intención de que este personaje lo haga un hombre en todo el mundo.
–¿Cómo llega un galán hasta este punto? Y ¿quién le ha ayudado?
–Hay una directora adjunta estupenda, Cynthia Miranda, con la que se he trabajado desde las uñas de los pies hasta la coronilla. Simplemente hablando del personaje y haciendo muchas fórmulas, analizando cómo anda, cómo se mueve... Todo lo que es el trabajo del actor. Se supone que estamos preparados para hacerlo. En este país Se suele encasillar a todos, por eso, cuando yo propuse hacer este personaje sabía que tenía que pasar por este arduo trabajo y Cynthia me ayudó mucho.
–Confiese, ¿le robó los tacones a su mujer para probar?
–No, pero porque tuvimos que buscar unos especiales, una plataforma que soportase mi 1,85. Si me pongo unos tacones de mujer me iría a los dos metros y tampoco corrimos el riesgo de probar un zapato fino porque te puedes destrozar las piernas o torcer un tobillo, hay que cuidar el físico.
–¿Confirmamos entonces que los hombres no estamos hechos para esto?
–No sé el resto, pero yo desde luego que no, tengo las rodillas fatal. Claro, nuestro centro de gravedad varía y hasta que el cuerpo se acostumbra, cuesta.
–Y, por fin ¿ha aprendido a pensar como ellas?
–No, tampoco hay que ser patológico. Simplemente me dedico a interpretar a esta señora.
–Lo damos por imposible.
–Ni aunque interprete a 50 Brígidas entenderé a las mujeres, ni ellas a nosotros. Creo que eso es lo bonito, el enganche fundamental entre ambos. Estar condenados a no entendernos es maravilloso.
–En el dossier de la obra se dice que cada uno saca una moraleja de la obra. ¿La suya?
–Ninguna. Lo único que me importa es que se llene el teatro, como está pasando, y que la gente rompa a aplaudir y se ría durante 90 minutos. Ésa es mi moraleja, luego, que cada uno coja lo que quiera.
–¿Hay presión por subirse a las tablas de una obra que llega en plan estrella?
–Es un éxito en medio mundo, Argentina la acaba de solicitar para Buenos Aires. Pues la responsabilidad pasa por que conecte con el público, que no digan que aquí somos raros por no reírnos. Hay un seguimiento muy fuerte por parte de la producción francesa y están muy satisfechos.
–Se toca el divorcio, pero no es el tema principal.
–Es casualidad, porque cuando ellas aparecen en el piso ninguna sabe que lo están. Y a partir de ahí empieza el juego cómico con el que intentan rehacer sus vidas. Pero no se hace ninguna crítica al divorcio, ni cómo viven las mujeres divorciadas, ni la dramática de la separación... Pasa de soslayo.
–¿Cómo es ese clan que forman?
–Tres mujeres maravillosas, divertidas, cada una muy diferente de la otra. Hay que verla, porque explicarlo es...
–Dentro del contexto del fracaso, ¿está sobrevalorado?
–La vida está llena de fracasos y aciertos, y generalmente está más llena de lo primero. Así que lo que hay que hacer es no dramatizar el fracaso y no enaltercer el éxito, simplemente tomarlo tal y como viene y ocuparte en el momento de lo que está ocurriendo.

El lector

«Leo LA RAZÓN porque se ocupa mucho del mundo del espectáculo. De economía no entiendo ni papa, la política no me interesa, así que cada uno lee de lo que vive, y yo lo hago de la cultura, el teatro, la televisión... Nos dais mucha cancha. Y mi relación con los medios es normal, sin más. Intento leer cuanto puedo, tanto en formato digital como en papel y en televisión, para enterarme de todo. Porque vivimos en un país en el que, según dónde leas una información, las noticias cambian al cien por cien, y quiero tener todos los puntos de vista para quedarme el mío».