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El atrasado regreso de Buero Vallejo

Mario Gas dirige al fin la representación de «El concierto de San Ovidio», la primera en más de 20 años de intentos fallidos y que devuelve luz a esta tragedia tierna con trasfondo político.
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Mario Gas dirige al fin la representación de «El concierto de San Ovidio», la primera en más de 20 años de intentos fallidos y que devuelve luz a esta tragedia tierna con trasfondo político.
En el teatro todos los proyectos sufren muchas vicisitudes y cuesta llegar a buen puerto; pero bien está lo que bien acaba», dice el director Mario Gas, eludiendo así cualquier polémica en torno a cuáles han sido los verdaderos motivos para que su montaje de «El concierto de San Ovidio» quedase peligrosamente aparcado, sin ver la luz hace dos años, como se esperaba, para conmemorar precisamente el centenario del nacimiento de su autor, don Antonio Buero Vallejo. Dicen las malas lenguas que la familia de Buero es excesivamente escrupulosa con los textos del dramaturgo y que supervisa al detalle cualquier cambio que los directores pretendan acometer para sus puestas en escena, y que eso, a la postre, ha dificultado la recuperación institucional en los teatros de un autor fundamental de nuestra literatura dramática, que concitó por igual, a pesar de las adversas circunstancias políticas y sociales en las que desarrolló su obra, la atención del mundo académico y la de un público que esperaba con entusiasmo cada nuevo estreno suyo.
Sea como fuere, y haya tardado mucho o poco, el entendimiento entre todas las partes implicadas en este proyecto parecía inevitable. Ernesto Caballero, director de Centro Dramático Nacional, había mostrado ya su interés por dedicar a Buero un gran espectáculo «que pudiera ser producido en las mejores condiciones» y «que pudiera verse en el María Guerrero»; la familia del autor había expresado su deseo hace tiempo de que fuese Mario Gas el encargado de dirigir ese montaje; y el aludido director, por su parte, había intentado ya montar el texto anteriormente en varias ocasiones, un texto por el que reconoce sentir una gran fascinación desde que viera con 15 años en Barcelona el montaje de la obra que dirigió Pepe Osuna con José María Rodero, Pepe Calvo y Luisa Sala como protagonistas. «Aquel espectáculo me impacto muchísimo, así como la interpretación de Rodero –reconoce Gas–. Es un texto que siempre me ha gustado; un texto con el que estoy muy familiarizado y que llevo en el subconsciente. En mi caso, es uno de esos 100 textos que todo director tiene en el cajón y que se van alimentando con el tiempo esperando que un día puedan ver la luz».
Una reflexión política
«El concierto de San Ovidio» nos sitúa en la Francia prerrevolucionaria de 1771. Allí, en un hospicio de París, seis mendigos ciegos son persuadidos por un avieso negociante llamado Valindin de que preparen una actuación musical de cara a la celebración de la inminente festividad de San Ovidio. Con este punto de partida, Buero reflexionaba sobre la lucha de clases y sobre la injusticia, retomando el elemento de la ceguera, presente también en la pieza «En la ardiente oscuridad», como símbolo de la cárcel en la que injustamente parecen confinadas las almas de los más desfavorecidos. «El texto está muy poco tocado. Con mucho respeto, y desde la creencia absoluta en la vigencia de ese texto, hemos expurgado solo aquello que creemos que el propio Buero hubiese expurgado hoy, en 2018 –afirma el director–. Esta es una obra paradigmática en el teatro español del siglo XX y que tiene plena vigencia, porque, si todo lo relacionado con la humillación, la dominación, la alienación... lo aplicamos a la censura que amordazaba en aquel tiempo a la sociedad, una vez liberados de esa mordaza..., nos encontramos ahora con que esas mismas lacras siguen bajo cuerda en la sociedad neoliberal en la que vivimos, haciendo frente al compromiso y la justicia. Estamos en una época muy moderna, pero...sigue habiendo diferencia de clases, sigue habiendo dominación y humillación, sigue habiendo personas que lo pasan muy mal y sigue habiendo élites cada vez más reducidas y con más poder».
Los 28 personajes ideados por Buero sobre el papel se reducen aquí a 16, que son interpretados por un elenco de 14 actores, en el que se encuentran, entre otros, José Luis Alcobendas, Alberto Iglesias, Lucía Barrado, Javivi Gil Valle o Ricardo Moya, quien asegura que la obra contiene un mensaje muy claro: «Respetemos la dignidad de las personas, porque, si no, todo cambiará a peor». Lo que sí se ha mantenido intacto es el contexto histórico en el que se desarrolla la trama porque, a juicio del director, «creemos en lo que explica la obra, y creemos que esos seres humanos del original están muy vivos y mordientes para hablarnos a nosotros ahora». Con un vestuario de Antonio Belart, concebido bajo un modelo «no naturalista, pero sí realista», los personajes se enmarcan en una escenografía del francés Jean-Guy Lecat que resulta, para Gas, «hermosa, contundente y simple». «Hemos trabajado en un espacio transformable que diera continuidad y ritmo a la acción –apostilla el propio escenógrafo–; no hemos dado a ese espacio un sentido decorativo, sino explicativo». Desde que Miguel Narros dirigiera «El concierto de San Ovidio» en el Teatro Español en 1986, no se había vuelto a montar en un gran teatro nacional esta tragedia «rebosante de ternura», como la describe Gas, que, como todos los clásicos, nos «percute directamente porque aborda temas y conflictos aún no resueltos en la sociedad».