Crítica de teatro

"Forever Van Gogh": La inteligencia artificial pisa las tablas

No puede ser más rara una función que cuenta con Ara Malikian, Alessio Meloni, Chevi Muraday e Ignasi Vidal en su equipo

Cisco Lara se convierte en Van Gogh sobre el escenario del Marquina
Cisco Lara se convierte en Van Gogh sobre el escenario del Marquinabeon

Autor y director: Ignasi Vidal. Compositor: Ara Malikian. Coreógrafo: Chevi Muraday. Intérpretes: Cisco Lara, Felipe Ansola, Tomy Álvarez, Vicky Condomí, Joaquín Fernández... Teatro Marquina, Madrid.

Atendiendo a la manera de venderla, al equipo que ha participado en ella y a los resultados en clave puramente artística, no puede ser más rara esta función llamada Forever Van Gogh. Perece fruto de una mezcla de sabrosos ingredientes por separado que, al juntarse, se resisten a perder sus características individuales. También puede ser, simplemente, que todos hayan trabajado de manera más o menos aislada y el montaje sea el efecto de la suma, pero no de la reelaboración conjunta, de esos trabajos. Sea como fuere, nada menos que Ara Malikian, como compositor; Alessio Meloni, responsable de la escenografía; Chevi Muraday, que se ha ocupado de la coreografía, e Ignasi Vidal, en calidad aquí de dramaturgo y director, componen el equipo artístico de un montaje que cuenta, además, con un reparto de doce actores a los que, por si fuera poco, acompaña tocando el violín sobre el escenario su director musical, Simón García. Al menos, los miembros del elenco sí dan la sensación de estar cohesionados en el esforzado y coral trabajo que hacen –aunque ninguna interpretación vaya mucho más allá de la corrección– a las órdenes de Vidal, que ha sabido ensamblar con soltura las numerosas escenas, en su faceta de director, para dotar la historia que él mismo ha escrito acerca de la vida de Van Gogh –un tanto simplona en su literatura– del ritmo exacto que precisa; un ritmo que él, acostumbrado como está a mirar desde ángulos diferentes el teatro comercial, maneja muy bien. Menos integradas en el desarrollo quedan la música, poco eficaz cuando su uso es incidental, y la coreografía, que permite crear unas escenas a veces preciosas, las cuales, no obstante, se perciben como paréntesis por la naturaleza realista y poco simbólica que tiene en verdad el texto al que acompañan.

En cualquier caso, todo esto parece ocupar un segundo plano para la productora, que, sobre todo, lo que ha querido resaltar a la hora de promocionar el proyecto es el uso de la inteligencia artificial para recrear en todas las paredes de la sala, con un efecto en cierto modo envolvente, las pinturas del genial artista neerlandés. El resultado de esta técnica –muy novedosa según nos han contado– es vistoso, desde luego, en muchos momentos, pero no viene sino a reforzar esa sensación de amalgama que se advierte, como digo, en toda la propuesta.

  • Lo mejor: Hay profesionales con nombre y oficio más que suficiente para evitar que el extraño experimento se convierta en catástrofe.
  • Lo peor: Tal vez queriendo buscar el dramatismo donde no lo hay, la función está excesivamente gritada y amplificada