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Israel Elejalde: «Las versiones molestan más a la gente que al propio Shakespeare»

Israel Elejalde / Actor. El Pavón Kamikaze presenta la reposición de «Hamlet», dirigida por Miguel del Arco e interpretada por Elejalde en el papel del príncipe danés

Israel Elejalde, actor
Israel Elejalde, actorlarazon

El Pavón Kamikaze presenta la reposición de «Hamlet», dirigida por Miguel del Arco e interpretada por Elejalde en el papel del príncipe danés

Hace un año el Teatro de la Comedia de la CNTC agotaba las entradas para ver la versión de «Hamlet», de Miguel del Arco y con Israel Elejalde en el papel del príncipe danés. Un personaje que le llegaba al actor en un momento especial en lo personal y de madurez en lo profesional. En palabras del adaptador y director: «Enfrentarse a Hamlet tiene algo suicida». Ése es el reto que tiene por delante Elejalde en esta reposición en el Teatro Pavón Kamikaze, donde estará hasta el 5 de marzo junto a Ángela Cremonte, Cristóbal Suárez, José Luis Martínez, Daniel Freire, Jorge Kent y Ana Wagener.

–¿Hablar de una adaptación de Miguel del Arco es hacerlo de la heterodoxia?

–En parte sí, aunque ortodoxia o heterodoxia dependen del punto de vista. Él se mueve muy bien entre ambas, es respetuoso con los clásicos, pero intentando dialogar con la actualidad y eso implica adaptaciones. Diría que es respetuoso en las modernizaciones.

–¿Hay a quien molestan ciertas adaptaciones de los clásicos?

–Es una pelea de siempre. Incomodan más a la gente que al propio Shakespeare, él versionaba constantemente canciones, leyendas y reescribía obras de otros. Vivía más preocupado por la escena y la buena acogida de sus obras que por el aspecto literario. Esos planteamientos me parecen pueriles.

–¿Qué Hamlet presenta?

–Uno muy centrado en el dolor profundo por la pérdida su padre y por su madre. Se siente traicionado al casarse tan pronto con su tío. Ha querido centrarse en ese personaje atribulado que sabe que ha habido un asesinato, en lo que pasa en su cabeza, en su incapacidad para entender el mundo en ese momento. Hay cambios, pero dentro de un enorme respeto al autor.

–Un personaje difícil de etiquetar.

–Sí por contradictorio. Muestra amor al pueblo, pero desprecia la masa; aparece como un humanista pero se convierte en un psicópata asesino; se trata de un hombre trágico y trascendente y a la vez se convierte en un bufón que usa el humor y la ironía para castigar a los que no piensan como él. Hamlet es todo. Y eso abre muchas posibilidades interpretativas.

–¿Intimida?

–Sí, es de esos papeles que deseas toda tu vida y cuando lo tienes dices «¡ay, Dios mío!» El problema es que llegas con mucha información, no construyes un personaje desde una página en blanco. Has leído, visto versiones, montajes, y te enfrentas a gente con criterio sobre lo que debería ser y eso implica riesgo. No sólo hay que convencer con una interpretación honesta, te enfrentas a las comparaciones y a los prejuicios del público, y eso da miedo.

–¿Cuál es su mayor dificultad?

–Darle la continuidad, que uno sienta que ese mundo contradictorio finalmente vertebra un ser humano de una pieza. Presenta colores tan diferentes que uno se pregunta si es el mismo personaje.

–¿Qué hay de real y de fingido?

–T. S. Eliot decía que la demencia de Hamlet es «un poco menos de locura y algo más de fingimiento». Esto fue fundamental para mí. Por momentos no se sabe bien si lo que dice es real, fingido o es que está perdiendo la razón.

–¿Se hubiera atrevido con él a los 30 años?

–Supongo que sí porque soy un poco temerario, pero no sé si hubiese estado preparado. Hamlet es joven, aunque hay muchas trampas metidas en él. Estoy contento con que haya llegado ahora.

–¿En qué momento debe de estar un actor para meterse en él?

–De gran confianza, de seguridad en sí mismo, de apertura, de dejarse llevar e investigar. Requiere un actor flexible y, fundamental, un reparto y un director que apoye y sepa amoldarlo al momento vital del actor.

–¿Le influyó su estado personal?

–Estrené seis meses después de la muerte de mi madre y tres antes murió mi padre. Esto me influyó mucho, en cada frase están ellos también de alguna forma. El duelo de la orfandad, el dolor profundo que siente Hamlet, esa desconexión con el mundo por la pérdida de sus padres me tocaba muy de lleno, lo tenía muy cerca.

–¿Le sirvió?

–Sí, esa es una ventaja de los artistas, con nuestro dolor podemos construir, usarlo para hacer arte. También es una forma de escape. No una terapia, pero tiene un poder catártico que libera.

–¿Se trata del papel más importante que ha representado?

–Sí, no creo que haya otros más importantes que Hamlet. He tenido la suerte de encarnar muchos, pero este es el más importante de mi carrera y quizá el más difícil.

–¿Seleccionar mucho sus trabajos?

–Lo intento dentro de mis posibilidades. Hacer cosas en las que creo y con la gente que quiero y creo que puedo colaborar. Para mí es fundamental creer en el proyecto.

–¿Qué debe tener un papel para que lo acepte?

–Que me emocione, que sienta que me están pasado cosas y uno que me gustaría ver en el escenario. Que ponga en marcha mi imaginación y mi creación, que genere un mundo de imágenes que me inviten a funcionar. Me gustan los textos que buscan la reflexión del público, el teatro que hace preguntas y trata al ciudadano como alguien inteligente que acude a verse reflejado en otros seres.

El lector

«Sí, soy lector de Prensa. En general suelo comprar de casi todo, intento tener una visión panorámica y para eso leo el máximo de noticias de diferentes medios. Aunque tengo algún periódico al que soy más fiel, a la hora de leer artículos de política prefiero varias opiniones. Me gusta más el papel, pero para consultar los diarios, cada vez uso más internet. No puedo comprar tres o cuatro cada día. Las secciones que más visito son Cultura y las de política en general».