Jesús Castejón: «No tuve más remedio que convertirme en actor, me crié con transformistas»
Jesús Castejón / Actor y director teatral. Presenta una versión de «La Venganza de Don Mendo» en el Teatro Fernán Gómez que demuestra la vigencia de la astracanada y la importancia del sentido del humor
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Presenta una versión de «La Venganza de Don Mendo» en el Teatro Fernán Gómez.
Estrenada en el Teatro de la Comedia en 1918, «La venganza de don Mendo», una comedia ambientada en la España medieval, tuvo un éxito instantáneo. Escrita por Pedro Muñoz Seca, es una caricatura de tragedia escrita en verso, con algún ripio. Una astracanada, puesto que pertenece al género del astracán creado por el autor, cuya pretensión es hacer reír a toda costa. Un humor basado en juegos de palabras, el retruécano y la deformación cómica del lenguaje; una reducción al absurdo. El teatro Fernán Gómez estrena una versión dirigida por Jesús Castejón, actor, director y cantante, que en esta ocasión presenta un montaje con 15 actores en el escenario.
–¿Por qué ha elegido este clásico para estrenar temporada?
–La tradición de este teatro que tiene varios «don Mendos» desde su fundación. A raíz del montaje que hicimos en 2014 para los Veranos de la Villa, del que sólo se hicieron 12 representaciones, quise aprovechar.
–Un obra que envejece bien
–Es la cuarta más representada del teatro español, una de las comedias más representativas del siglo XX. A veces ha estado simultáneamente en varios teatros. Tiene la virtud de no envejecer porque su única pretensión es hacer reír. El astracán es la caricatura de la caricatura. Un drama medieval que da mucha risa. Yo, después de años, sigo riéndome con el texto.
–¿Cuál es su secreto?
–Creo que hay una filigrana, una carpintería teatral maravillosa y, aunque el público –y algunos profesionales– no se dé cuenta, la trama es impecable. Ves una tragedia que al mismo tiempo te ríes con ella. No hay más secreto. Está muy bien armada de principio a fin y la risa asegurada hasta el final.
–Sin embargo, no fue bien recibida por algunos intelectuales.
–El Tenorio tampoco, pero al final es el público quien decide qué cosas quiere ver y cuánto tiempo quiere verlas y éste ha demostrado, más allá de los eruditos, de los ortodoxos y de los «enteraos», que esta función, después de cien años de vida, está tan fresca como entonces.
–¿Cómo es el humor de Muñoz Seca?
–Especial, con mucha habilidad para el verso. Dicen que la escribió en una noche por una apuesta. Lo dudo porque no creo que algo tan grande se pueda hacer en una noche, a no ser que sea de aurora boreal. El secreto, insisto, es la risa, el criterio del público y su necesidad de reír.
–¿Es importante no enterrar estos clásicos españoles?
–Hoy en día es imposible mantener un reparto así. Estas obras se nutren de grandes repartos de una época en la que era más fácil hacer teatro. Son tragedias y comedias con muchos personajes. Escenarios llenos, comparados con los dos o tres actores actuales.
–Valle-Inclán definió a Muñoz Seca como «un monumental autor de teatro».
–Lo es. Más que el propio Valle, porque su andamiaje teatral es impecable, una forma de mantener constantemente atento al público de principio a fin. No hay resquicios, ni fisuras. Todo tiene un sentido, de ahí la afirmación de Valle, que supongo también admiraba su humor.
–Qué pena que la guerra se llevara por delante a gente como Lorca o como él.
–Eso fue terrible. Y no sólo por la guerra, que ya lo es de por sí, sino por lo que vino después. Un vacío de autores importantísimo.
–Se repone en el Fernán Gómez, que hizo un don Mendo memorable.
–Es algo que me tomo como un regalo y creo que en algún rincón de este teatro estará Fernando echándonos un ojo crítico.
–¿Cómo ha planteado el montaje?
–Adaptado para este escenario y el tiempo actual, no demasiado largo para el público. No hay cambios porque el verso no se puede tocar y la historia está contada perfectamente. Lo único, una reducción de texto de cosas que se reiteran continuamente.
–No se ven ahora obras con tantos actores.
–No, es imposible mantenerlas. Por razones presupuestarias, un escenario con 15 actores hoy es una heroicidad. Se hace porque los actores creen en el texto y en el montaje y aceptan unas condiciones especiales. Para ellos es un regalo hacerlo.
–¿Es difícil para el actor?
–Sí, porque el verso es difícil y hay que declamar. Hablar hoy en día de declamar es nombrar al demonio. Pero esto es una especialidad y un don Mendo tiene que ser absolutamente declamado y huir de cualquier tipo de naturalismo, porque es épico, una epopeya.
–Aparte de la variedad de versos.
–Yo diría que están todas las formas posibles y hemos cuidado mucho que esté dicho de la mejor forma. No por ser un astracán tenemos que dejar de respetar el verso porque es un ejercicio que te lleva a la emoción.
–¿El humor es algo serio?
–Es lo más serio que hay. Hay pueblos que sobreviven gracias al humor o la música, como el cubano, que ha sobrevivido gracias a su música, su risa y sus ganas de vivir. Y el humor sobre uno mismo. Yo he nacido en una familia de cómicos y desde pequeños, y así lo transmito a mis hijos, hemos aprendido a reírnos urgentemente de nosotros mismos.
–Siendo de familia de cantantes y actores ¿Podría ser otra cosa que artista?
–Efectivamente, no he tenido la posibilidad de no ser actor. Casi nacido y criado en el teatro, dormía en un moisés en el camerino, me cuidaban los transformistas. Ahí transcurrió nuestra infancia y a los hermanos no nos ha quedado más remedio que ser del oficio.
El lector
Manifiesta el lector que «salvo excepciones por no poder hacerlo de otra manera, hace mucho tiempo que no leo Prensa escrita en papel, siempre leo la digital en internet a través de la tableta. Me interesan, sobre todo, las secciones de Cultura, que leo de varios periódicos. En cambio, la de política la leo muy poco, cada vez menos. Con el tiempo he ido dejando casi todas las secciones porque es a Cultura adonde entro directamente».