«Juegos para toda la familia»: Soflama infantiloide
Autor: Sergio Martínez Vila. Director: Juan Ollero. Intérpretes: Á. Boix, M. Castro, L. Diego, M. Insua, D. Jumilla. T. Galileo. Madrid. Hasta el 30 de diciembre.
Una familia occidental muy acomodada, compuesta por padre, madre, hijo y sirvienta fiel, se dedica a capturar, violar, torturar y, si se tercia, matar a inmigrantes para dar rienda suelta a sus numerosísimas, variadísimas y horribilísimas perversiones. Ya se sabe: los occidentales son malos, malos, malísimos, a la par que enfermos mentales y degenerados morales, mientras que los no occidentales son tiernas e inocentes criaturitas cuya única tacha en la vida es no rebelarse como debieran contra el opresor («Es francamente desmotivador lo fácil que nos lo ponéis a veces», le recrimina uno de los verdugos a su víctima). La verdad es que la función está concebida y desarrollada con tal infantilismo que uno se queda estupefacto. Al menos la dramaturgia logra generar un clima asfixiante y perturbador que va que ni pintado, pero para otra obra; porque esta, desde luego, no hay por dónde cogerla. Como pieza de crítica y denuncia social no funciona porque está atravesada por una demagogia y un maniqueísmo más propios de un panfleto que de cualquier obra de arte por tendenciosa que fuere. Lo malo es que tampoco puede funcionar como obra de terror psicológico porque los personajes están determinados fatalmente por un propósito ideológico del autor, que aparece en todas partes, y no por sus actos concretos en virtud de sus circunstancias individuales, ya sean psicológicas o morales, que es lo que caracteriza y define siempre una buena obra de terror psicológico. Para colmo, hay una especie de trasposición semántica con ínfulas metafóricas entre el juego y la vida que resulta tan oscura como fatua.
LO MEJOR
El apropiado vestuario diseñado por David Orrico para la ocasión
LO PEOR
Algunas conductas sexuales se asocian de forma desfasada a la degeneración moral