Lola Herrera: «Vivimos en una sociedad en la que los mayores no contamos»
Lola Herrera / Actriz.. Juanjo Artero llega a su casa en «La velocidad del otoño» para poner paz en una familia que la quiere desahuciar de su hogar
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Que Lola Herrera es una diva del teatro es algo de lo que no hay dudas. Charlar de los escenarios con ella es escuchar a una señora que vive las tablas con pasión, da igual que la que intérprete sea ella, que vaya a ver a un colega de profesión como Héctor Alterio o que descubra a «un talento brutal» como Wajdi Mouawad. Lo vive. Su último proyecto lo disfruta en el Bellas Artes de Madrid. Da igual que el catarro y los antibióticos la tengan mermada que la actriz pucelana defiende su profesión hasta el final. Después de semanas de kilómetros por las carreteras de España, se toma un «descanso» para dormir en casa: «Volver a tu cama todos los días después del teatro es...».
–¿Cómo lleva la relación con su «pareja» (el teatro)?
–Estamos en un momento maravilloso. Y más si coincido con Juanjo, que nunca he discutido con él.
–Ni falta que hace.
–Eso, pero trabajando todos los días podíamos haber tenido algún desencuentro, pero jamás. Nos tenemos mucho cariño y nos compenetramos en el escenario maravillosamente.
–Una relación muy maternal, ¿no?
–Muy tierna. Y en la función también. Hay de todo. Es un hijo que vuelve después de haber estado 20 años fuera de casa.
–Sin dar señales...
–Nada.
–Llega para poner paz en una familia que está a la gresca.
–Sí, pero en un principio no se sabe por qué está ahí. Para la madre es el hijo pródigo, con el que tiene más cosas en común. Con los otros dos no hay esa cercanía porque a éste le ha inculcado el arte desde niño porque ha visto una serie de aptitudes y mucho interés por todo lo relacionado con la creatividad. Ella, que es pintora, le ha conducido, formado y todo. Comparten una sensibilidad especial. No es el mismo lenguaje que habla con el resto de sus hijos.
–Fuera de las tablas usted comparte lenguaje con sus hijos.
–Sí, pero con ninguno se habla igual. Tengo dos y realmente son personas muy distintas.
–Pero ambos han sacado la vena artística.
–Eso sí. Los dos son muy creativos.
–¿Cómo ve la crítica que hace la obra de la situación de las personas mayores?
–Me parece monstruoso. Eso conduce a una sociedad horrible. Si no ocurre una tragedia todos nos hacemos viejos.
–Conviene llegar, sí...
–Hay que prepararse para ello. Se cierra un círculo y es bueno hacerlo bien. Que los hijos apoyen a los padres, que es como la devolución de esa antorcha que les dieron al nacer. Es muy importante que la sociedad respete, cuide y ame a sus mayores.
–¿Se ha visto reflejada?
–Sí, pero por vivir en una sociedad donde los mayores no contamos. En general, no existimos. Luego, individualmente es diferente, cada uno tiene una familia. Pero no hay unos servicios sociales con el nivel adecuado. No hay nada para un país que cada vez es más viejo. Se me ocurren cosas horribles que pueden hacer con nosotros.
–¿Es mejor no pensarlo?
–No. Los jóvenes deben hacerlo porque esa etapa dura muy poco tiempo.
–La cabeza siempre se puede mantener joven.
–Conviene.
–¿Pasa rápido el tiempo?
–Hasta una edad no lo piensas, pero luego ya no para. Yo he visto esto con los personajes, cuando te das cuenta de que no estás para hacer ciertos papeles. Ya son 81 años los que tengo, pero mi cabeza no se siente con esa edad. ¡Que es muy importante!
–Hay otros que con 20 años parecen ancianos.
–Sí, sí. Lo que es inamovible es que el tiempo pasa y que es muy triste vivir en una sociedad en la que la gente mayor parece invisible. Es un desprecio. Parecemos desechos. ¿Dónde va una sociedad que se comporta así?
–En junio hizo «Cinco horas con Mario» por quinta vez, ¿habrá sexta?
–Se ha quedado parado pero... te lo tendré que contar en el próximo encuentro. Me dicen muchas cosas, pero no quiero oír nada porque estoy centrada en esto.
–Veo que no es por falta de ganas...
–No, no, lo disfruté muchísimo. Después me costó entrar en esto nuevo. Fue una dimensión muy especial lo que sentí. Fueron unas semanas maravillosas.
–¿Qué le ha dado Carmen Sotillo?
–Muchas cosas personales y profesionales. Miguel Delibes y ese personaje que escribió me ayudaron a ampliar mi mente. El estudio de esa Carmen y el bucear en su vida me ha enseñado muchas cosas bajo esa apariencia estúpida que tiene.
–Cuando Nuria Espert recogió el Princesa de Asturias dijo que era un reconocimiento al teatro. ¿Lo entiende así?
–Ella es muy generosa. Está por encima de muchas cosas por su dimensión como actriz y la capacidad que ha tenido para elegir siempre el camino correcto. Ha sido una luchadora muy grande toda su vida. Me parece una maravilla que le den el premio y que se visibilice el teatro a través de ella.
El lector
«Soy muy de leer los titulares de los periódicos. Pero lo que hago normalmente es ver el telediario de la noche para enterarme del balance del día. Y ahí es cuando si hay algo que me interesa o me ha llamado la atención lo busco rápidamente en mi tableta para profundizar más en el tema. Y al día siguiente es el momento de seguir la noticia en los periódicos».