«Los otros Gondra (relato vasco)»: Euskadi, el camino hacia el olvido
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Autor: Borja Ortiz de Gondra. Director: Josep Maria Mestres. Intérpretes: Sonsoles Benedicto, Jesús Noguero, Lander Otaola, Cecilia Solaguren, Fenda Drame y Borja Ortiz de Gondra. Teatro Español (Sala Margarita Xirgu). Madrid. Hasta el 17 de febrero.
No lo tenía nada fácil Borja Ortiz de Gondra para volver a incidir en el mismo tema que ya tocó en «Los Gondra», hace apenas dos años, sin resultar repetitivo o cansino. Ciertamente, aquella historia sobre las huellas del nacionalismo vasco, analizado con perspectiva histórica y focalizado en los miembros de distintas generaciones de su propia familia, era suficientemente profunda y completa como para dejarla tal cual y no añadir ni una coma.
Sin embargo, el dramaturgo ha logrado pasar su propio listón y ha conformado un díptico teatral sobre el asunto –probablemente seguirá ampliándose en el futuro– añadiendo este segundo panel, al que ha llamado «Los otros Gondra», en el que muestra el presente de la familia, con la herencia de confrontación que arrastra, y atisba alguna posibilidad deseable y verosímil de futuro, para ella y para toda la sociedad vasca.
Con buenas dosis de ingenio, ironía y autocrítica, el autor explota más que antes el terreno de la autoficción y se coloca a sí mismo como punto de partida en la trama cuando va a recibir un premio en su tierra natal y es reprendido por su prima, que le acusa de no haber contado en su anterior obra las cosas como realmente ocurrieron.
Con esta premisa argumental, Ortiz de Gondra se permite aparecer en el escenario –igual que hiciera en la otra función– como narrador de todo lo que acontece, transmutándose en el actor Jesús Noguero cuando el personaje está inserto en la acción y sin que ello despiste lo más mínimo al espectador, que asumirá con gusto la poética transformación que el director Josep Maria Mestres plantea en cada momento sobre el escenario –con fugaces y certeros diálogos entre el autor y su personaje– sin menoscabo del ritmo dramático.
Así, en torno a las relaciones de este desdoblado protagonista con su madre, su prima, su sobrina y su fallecido hermano –redivivo en bonitas analepsis que dejan patente el dolor que sigue latiendo en la familia– Mestres va levantando con admirable pericia esta función, de naturaleza más intimista que su predecesora, que indaga en conceptos como el «silencio», la «tranquilidad» o la «paz», y que reflexiona con rigor, emoción y hondura sobre el sufrimiento infligido y sobre la sanación del mismo por medio de una sincera voluntad de arrepentimiento, de perdón y, en último término, de olvido.
En el plano interpretativo, junto al mencionado Noguero –uno de los mejores actores del panorama teatral español– destaca especialmente Cecilia Solaguren, que hace un soberbio y complicado trabajo en la piel de la prima Ainhoa, tanto en el presente como en el pasado.