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Ochandiano, solo ante el peligro… y ante el espejo

El actor madrileño vuelve a habitar el mundo chejoviano de ‘La gaviota’ en una propuesta teatral en la que su yo real se confunde con el personaje de Kostya
Ochandiano, solo ante el peligro… y ante el espejo
Rubén Ochandiano, Kostya
Raúl Losánez

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Lo de Rubén Ochandiano con La gaviota es casi una obsesión artística. Desde sus inicios en el mundo de la interpretación hasta hoy, la obra de Chéjov ha sido como un ring donde el actor sube periódicamente para probarse y mejorar, para ejercitarse en lo aprendido y seguir evolucionando hasta la siguiente ocasión. Ha trabajado ese texto en sus clases, lo ha leído muchas veces, incluso en francés y en inglés, y lo ha visto representado por todo el mundo en montajes tan destacados como el que dirigió Mike Nichols en 2001, a partir de la adaptación de Tom Stoppard, con Meryl Streep, Kevin Kline, Natalie Portman y Christopher Walken en el reparto. Casi nada.
En 2011, el propio actor asumió la dirección de la obra, en una propuesta que protagonizaron, entre otros, Toni Acosta, Javier Albalá, Nausicaa Bonnin y Javier Pereira. “Fuimos todos muy felices haciendo ese espectáculo -recuerda-, y siempre quise regresar a la obra”
Ahora ve su deseo cumplido en ‘Kostya (el hombre que quiso)’, aunque ese regreso sea, quizá, más radical. Él solito se lo guisa y se lo come todo en esta nueva mirada al universo chejoviano centrada en el personaje del joven que aspira a ser artista, y sobre el que el actor proyecta su propia experiencia vital. En la obra original del escritor ruso, Kostya era, según Ochandiano, “una persona definida por su edad; sufre la enfermedad de la juventud; tiene un talento prematuro que aún no sabe colocar del todo bien, y eso es lo que le convierte en un enfant terrible”. Concebida como un monólogo, esta nueva obra escrita, dirigida, interpretada y producida por el propio Ochandiano, fantasea con la idea de que el personaje sobreviviera al fatal disparo con el que concluye el texto original, y nos lo presenta 20 años después, convertido en es un escritor de mediana edad.
Sin concretar demasiado el contexto en que se halla el protagonista, el director ha jugado a “desdibujar la frontera entre Kostya y yo mismo; le tomo prestadas sus inquietudes y le otorgo las mías”. Todo ello con el objetivo de “reflexionar sobre los pilares de su existencia, que se parecen mucho a los míos: la vocación, el arte, la relación con su madre, la necesidad de intimidad con el otro…; y también sobre las cosas que le inquietan, y que también se parecen a las mías: el funcionamiento de este oficio, el paso del tiempo y la vejez, la gestión de los teatros públicos…”. Una reflexión en la que tiene especial importancia la mirada del otro: “Yo creo que Kostya, para cualquier amante del teatro, es un personaje con el mismo peso que Romeo o Hamlet -explica el actor-. Todos tenemos una idea preconcebida de lo que es. De alguna manera, es el último héroe romántico. Y a este Kostya con 45 años le pesa mucho ser Kostya, y cumplir con esa mirada que el otro tiene sobre él”.
En cuanto a la puesta en escena, Ochandiano ha optado por la sencillez y el pragmatismo que le permitan girar cómodamente con el espectáculo: “He cogido el esqueleto de lo que necesito, lo imprescindible. En sus cuatro grandes obras, Chéjov ya planteaba la decadencia de la burguesía a la que pertenece Kostya y a la que pertenecen todos sus personajes. Yo ubico al protagonista en esa misma hacienda en la que sucedía todo en ‘La gaviota’, pero 20 años después; así que la decadencia está más acentuada”. Para contribuir a difuminar los límites entre el personaje de Kostya y el propio actor, el vestuario ha sido concebido “de un modo muy pirandelliano, como ya hice en ‘La gaviota’ que dirigí; no se sabe bien si estamos viendo al personaje, al actor, al personaje en busca del autor…; podría ser un ensayo general, donde aparecen elementos contemporáneos junto a otros de época; es como si el personaje se rebelase y saliese del texto”. Un detalle novedoso en la trayectoria del director es la inclusión de videoproyecciones en el espectáculo, diseñadas junto con el sonido por Saúl Barceló. “Es verdad que no soy muy amigo de ellas -reconoce-, no me suelen gustar; pero aquí me di cuenta de que resultaban muy útiles para contar algunas cosas”.
La singularidad de este proyecto, en el que Ochandiano está absolutamente solo en muchas de las facetas creativas, ha obligado al artista a redoblar esfuerzos para conjurar sus propias y lógicas inseguridades. “Claro que he tenido todas las dudas -reconoce-. Esto lo he podido llevar a cabo solo después de mucho trabajo de investigación, mucho trabajo de mesa y mucho trabajo de formar un equipo. Aunque yo lo haya escrito, lo dirija, lo interprete y lo produzca, entiendo el teatro como un ejercicio de comunión, y este espectáculo ha sido posible llevarlo a cabo porque estoy rodeado de un equipo que me lo permite: entre otros, está el distribuidor Fran Ávila, que se interesó por el proyecto y lo apoyó desde el principio; está el Teatro del Barrio, que me ha permitido hacer casi una residencia en su espacio, donde se ha ensayado y desarrollado; está el actor Jano Sanvicente, al que propuse ser mi ayudante, y que está aportando una mirada exterior muy valiosa; ¡incluso está mi madre!, que me ha pasado el texto y me ha ayudado a estudiarlo”.
En lo profesional, 2025 será un año importante y muy movido para Ochandiano. Al margen del estreno de ‘Kostya (el hombre que quiso)’, llegarán a la gran pantalla varias películas en las que ha participado: entre otras, ‘Daniela Forever’, de Nacho Vigalondo; ‘Zumeca’, del dominicano David Maler, o ‘Ya no quedan junglas adonde regresar’, dirigida por Luis Gabriel Beristáin a partir del libro de Carlos Augusto Casas.

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