Raquel Meller: los ojos del cuplé que conquistaron Madrid
Si les gusta la copla, la tonadilla y el cuplé, ya sabrán de quién les hablo. Si son de los que todo lo anterior suelen conjugarlo en la misma frase que la palabra «caspa», háganse un favor: aparquen por un rato sus prejuicios. Es un consejo cargado de buena intención. Si lo hacen y se dejan caer por el Teatro Reina Victoria, asistirán a una de las experiencias teatrales más vivas, originales y emotivas que ha dado la escena madrileña en los últimos años: «Por los ojos de Raquel Meller». Un viaje por la historia de España desde comienzos del siglo XX a través de la vida de la que fue nuestra artista más relevante e internacional en su tiempo, hoy lamentablemente olvidada por muchos. Pero, más allá de los avatares de la cantante y actriz, el musical que llega al Teatro de la Carrera de San Jerónimo es un juguete complejo y mimado, una oda al teatro, exquisito y hecho con amor. Lo dicen los siete años que lleva funcionando en Tribueñe, un pequeño teatro del barrio de Ventas en el que se ha convertido ya en un clásico. De boca en boca, la noticia ha corrido durante varias temporadas: «No te la pierdas, hay que verla» , decían unos y otros. Y era cierto. Casi llamaba la atención que ningún teatro grande, de los «comerciales», se hubiera fijado en esta perla del circuito independiente. Hasta esta temporada. Bien por el espacio de Enrique Cornejo y por el productor Juanjo Seoane.
Enamorado de la cultura popular española, el director de «Por los ojos de Raquel Meller» se llama Hugo Pérez, y si buscan su nombre entre los círculos de los creadores de moda quizá no lo encuentren. Pero la idea del montaje y parte importante de cómo se ha llevado a puerto son suyas. «Lo que he hecho, me lo he ganado a pulso –asegura–. No espero nada de nadie: cuando viene, es bien recibido. Esto es una oportunidad para que más gente vea la obra. Y para trabajar con personas maravillosas y en condiciones de primera. Yo lo hago por el público, por España». Incluso los deliciosos vestidos, de una riqueza visual impactante, los ha ido coleccionando él mismo con pasión. De hecho, hablar de un «pequeño» montaje obliga a un ejercicio de relativismo: estaba, sí, en una sala modesta, si bien con gran encanto y una excelente programación –actriz también de este montaje hasta la pasada temporada, aunque no en ésta, la ruso-española Irina Kouberskaya está al frente de la sala–; pero ni la puesta en escena ni la riqueza escenográfica eran las de una producción pequeña. Y asegura Pérez: «La obra ha cambiado bastante. Ha crecido en intención artística. Aunque la sala cambie, el montaje crece en potencia poética». La estructura sigue básicamente igual, construida sobre un armazón de «flashbacks» de la artista, que recuerda su vida, pero la producción ha cambiado bastante. Donde antes había tan sólo un piano y un escenario mayor, esta nueva producción cuenta con tres músicos dirigidos por Mikhail Studyonov, los encargados de dar vida a temas que luego es imposible quitarse de la cabeza. Ahí están «La violetera», «El relicario», «Flor de té», «El serranillo»... Pérez ha repasado además el argumento: «Hemos matizado cosas y subrayado otras. Algunas siguen igual, son inevitables». Y es que, aunque pese, aún hay que explicar quién fue Raquel Meller: «Parece que hemos tirado la cultura popular a la basura: ya no existe. Ese legado ha sido aniquilado totalmente. Antes, el pueblo español era analfabeto pero tenía al menos tradición oral», lamenta el director.
Un reparto brillante
Musical atípico –no piensen en las grandes producciones de Broadway, aunque qué duda cabe que es teatro musical–, en «Por los ojos de Raquel Meller» hay además un reparto brillante y rodado, con Amanda Puig de Prada, Belén González, Rocío Osuna, Badia Albayati, Carmen Rodríguez de la Pica, Chelo Vivares, Iván Oriola y Pablo Rossi. Y, al frente de todos Maribel Per en la piel de Raquel Meller, con gracia, talento y voz en un papel que lleva ya siete años encarnando: «Este montaje ha supuesto mucho en mi carrera, básicamente porque he nacido como artista con ella», reconoce la actriz. «Ha sido un cambio a todos los niveles: a nivel personal, casi más que artístico. Me ha transformado. He ido madurando con el personaje. Voy acercándome a las etapas de Raquel Meller: al principio me sentía más identificada con la época en la que la descubren, cuando tiene su sueño y quiere seguir adelante; y poco a poco más con la Raquel madura, mientras trato de lidiar y luchar en la vida».
Y es que, explica, «Raquel Meller es el mayor abanico de emociones y sensaciones que una mujer puede tener. Pasa por todo y es de una profundidad inexplicable. Irina me ayudaba mucho en la búsqueda del personaje. Me decía: "Tienes que ser un monstruo, sentirte sobrenatural para poder transmitir todo lo que esa mujer era". Hay muchos comentarios sobre sus ojos, su mirada, un montón de cosas que es difícil transmitir con palabras». En una cosa coinciden director y actriz: «Raquel fue la que dignificó el tema del cuplé, pero quedó en el olvido. Lo que ha habido después está relacionado con cosas más casposas. La gente tiene una idea equivocada de lo que fue en su época».