Crítica de Teatro

"El sonido oculto": La ficción para existir ★★★☆☆

El Teatro Pavón programa esta adaptación de la obra de Adam Rapp que obtuvo gran aceptación en Broadway

Imagen de la representación
Imagen de la representaciónTeatro Pavón

Obra: El sonido oculto. Autor: Adam Rapp. Adaptación y dirección: Juan Carlos Rubio. Interpretación: Toni Acosta y Omar Ayuso. Teatro Pavón. Desde el 29 de marzo hasta el 14 de mayo de 2023.

Precedida de un notable éxito en Broadway, con seis nominaciones a los Premios Tony, llega ahora a los escenarios españoles esta curiosa obra de Adam Rapp que se ha promocionado como un “thriller psicológico”, pero que no se ajusta de manera estricta a los parámetros de este género.

Bien interpretada por la popular Toni Acosta, aunque está un poco precipitada en la narración inicial, Julia es una profesora de filología en la Universidad de Salamanca que tiene una vida solitaria y a la que han detectado recientemente una enfermedad. Un día se presenta ante ella Hugo (a quien da vida sin demasiados matices Omar Ayuso), un extraño alumno que necesita sus consejos para seguir con la novela que está escribiendo. Poco a poco, la obra de Hugo empieza a evolucionar, a medida que evoluciona también su relación con la profesora.

El sonido oculto está concebida como un homenaje a la ficción literaria, con personajes que se convierten en narradores e historias que contienen otras historias con las cuales tienen un vínculo. Recuerda en muchos aspectos a "El hombre almohada" de Martin McDonagh, aunque Rapp no consiga ni de lejos sus resultados.

En su adaptación, Juan Carlos Rubio ha trasladado oportunamente ese homenaje literario del texto original al mundo de referencias que puede manejar un espectador medio de aquí. De este modo, junto a los nombres de Dostoievski, Balzac, David Foster Wallace o Salinger, suenan en el espectáculo los de Larra, Gloria Fuertes, Pardo Bazán, Almudena Grandes, Rosa Montero... A este respecto, son muy ocurrentes las alusiones en la versión a Juan Mayorga, por las similitudes estructurales y argumentales que guarda su obra El chico de la última fila con la de Rapp (aunque, igual que ocurre con la de McDonagh, la de Mayorga sea muy superior en calidad y complejidad). Al localizar la trama en la ciudad del Tormes, se intuye que Rubio también ha querido hacer un guiño a El estudiante de Salamanca, de Espronceda, aprovechando la condición de alumno del personaje masculino y la atmósfera de misterio sobrenatural que recorre la función. Sin duda, algo hace sospechar desde el principio que no todo es lo que parece con respecto a la profesora y su discípulo; pero ese germen de sospecha e inquietud no está tan presente en la acción misma como en la astuta ambientación que ha planteado el director, quizá para camuflar lo que no termina de ofrecerle el dramaturgo. Para conseguirlo ha contado con la inestimable ayuda del músico Mariano Marín y el iluminador Nicolás Fischtel. Ese eficaz clima de tensión propicia que el espectador siga el curso de los acontecimientos hasta el final con interés, esperando un giro que dé un nuevo sentido a todo; pero finalmente el giro no llega; o, si llega, no se entiende bien; o, si se entiende, no dice gran cosa. De manera que, gracias a la habilidad del director, que vuelve a demostrar que vale para un roto y para un descosido, uno se va a casa con la sensación de haber estado una hora y media sumergido en una inquietante historia de la que, no obstante, ha sido expulsado precipitadamente sin terminar de entenderla.

  • Lo mejor: La atmósfera y el ritmo de thriller atrapan al espectador y le obligan a estar bien atento..
  • Lo peor: Bajo el homenaje a la propia literatura, no se sabe muy bien qué es lo que quiere contar el autor.