Crítica de teatro

"Vuelan palomas": El aburrimiento bien presentado

José Luis Gómez regresa a la que fue, y en cierto modo sigue siendo aún, su casa: el Teatro de la Abadía

Clemente García, Roberto Mori y Marcos Toro
Clemente García, Roberto Mori y Marcos ToroSergio Parra

Autores: Javier Huerta Calvo y José Luis Gómez. Director: José Luis Gómez. Intérpretes: Clemente García, Roberto Mori, Lidia Otón, Marcos Toro y Alberto Granados. Teatro de la Abadía, Madrid. Hasta el 12 de noviembre.

El veterano actor y director José Luis Gómez regresa, en la segunda de estas dos facetes, a la que fue, y en cierto modo sigue siendo aún, su casa: el Teatro de la Abadía. Y lo hace con un grupo de estupendos actores que se han formado, precisamente, bajo el modelo pedagógico que él ideó allí. La propuesta no puede ser, a priori, más rara: un espectáculo que trata de poner en valor la calidad literaria de los sermones del Siglo de Oro al tiempo que quiere llamar la atención sobre lo intolerante, torticero y aun descabellado que podía ser su contenido. Ciertamente, es original y provocador mostrar cómo la destreza técnica en la literatura, es decir, la belleza formal, puede ponerse –y de hecho se ha puesto y se pondrá– al servicio de fines que no tienen por qué ser precisamente bellos. Esa eficacia literaria está muy presente en nuestros tiempos, por ejemplo, en el mundo de la publicidad. Pero resultará difícil para el público no especializado advertirla en algo tan ajeno a nuestra sensibilidad y a nuestra realidad social como son hoy los sermones clásicos. Poco le importarán a la mayoría de los espectadores, me temo, independientemente de cómo estén expresadas, las disquisiciones sobre si el Espíritu Santo puede desbordarse del cuerpo de la Virgen María una vez que lo ha ocupado, o sobre cómo Dios debe templar y tañer las cuerdas del alma antes de morarla. Al fin y al cabo, los sermones no son poesía, porque no trascienden nunca esa finalidad práctica y puntual que tienen, y no permiten, por tanto, lecturas imperecederas en clave exclusivamente estética o artística.

Por otro lado, hay un cierto barullo dramatúrgico en toda la obra: tanto los numerosos personajes como las ideas que estos van manejando –las que se exponen desde fuera de los sermones como tales son las más atractivas y vigentes– aparecen y desaparecen sin una clara relación consecutiva que permita establecer una ‘ruta’ dramática.

Como consecuencia de todo esto, el contenido del espectáculo aburre, a pesar del fabuloso trabajo interpretativo de todo el elenco para aquilatar y clarificar debidamente cada palabra y cada concepto, por rebuscados o ajenos que parezcan. Hay, además, algunas escenas originales, atractivas en su composición, donde los cuerpos y el movimiento de los actores cautivan en verdad mucho mejor la atención del espectador que el contenido de lo que está saliendo por sus bocas.

  • Lo mejor: Como ocurre con los propios sermones, todo está muy bien ejecutado desde el punto de vista técnico y formal.
  • Lo peor: Exceptuando a los pelotas que nunca ponen un pero a determinados creadores, es difícil que el contenido interese a alguien.