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Zarzuela no apta para puristas

Miguel del Arco debuta en el género chico con «¡Cómo está Madriz!», un programa doble con el que quiere demostrar que es posible darle un giro a la opereta.
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Miguel del Arco debuta en el género chico con «¡Cómo está Madriz!», un programa doble con el que quiere demostrar que es posible darle un giro a la opereta.
La Deuda Pública es un señor gordo que no para de sumar kilos en la báscula. ¿La Justicia? Una tortuga, lenta, muy lenta. La Transparencia, una burbuja cada vez más opaca. Y la Libertad, otro hombre, pero esta vez subido a unos taconazos con plataforma y travestido, bandera arco iris incluida. En política, el bipartidismo se ve amenazado por un tal Pablo Iglesias que empieza a asomar la cabeza y amenaza con cambiar el sistema. Lucha contra las élites. Pobreza y miseria en las clases bajas. Cuba en los titulares de Internacional. Barbaridades megalomaníacas de una Municipalidad endeudada hasta las cejas... No es una crónica de ayer –o también–, sino un retrato del Madrid de finales del XIX, y todos ellos son sus personajes. Figuras –a las que se sumarán las calles de la capital, que también toman forma humana, y a miembros de la Generación del 98– con las que tendrá que lidiar, entre gorgoritos y ensoñaciones, Paco, un vecino de la Plaza Mayor de hoy que verá cómo la ciudad «no tiene remedio», pues 130 años después de aquellas alegorías la vida no es muy diferente. O quizá ahí esté la grandeza de la capital: «En su resistencia a todo», recitan.
w revistas lírico-ligeras
Felipe Pérez y González y Ricardo de la Vega lo esbozaron en los libretos de «La Gran Vía» (1886) y «El año pasado por agua» (1889) –respectivamente–, a los que pusieron música Chueca y Valverde, y Miguel del Arco recupera todo ello en un programa doble: «¡Cómo está Madriz!», con el que entra, y no se esconde, «en un lugar en el que nunca lo hubiera imaginado». La refundición de dos revistas lírico-ligeras y fantástico-callejeras, una secuela de la otra. Dice ser más de ópera, pero sabe lo que tiene entre manos: «Sin ser un gran aficionado a la zarzuela, no había un solo tema de “La Gran Vía” que no me sonara. Se ha seguido escuchando. Casi es la banda sonora del país. Y esto al final es contar una historia con música y en mis espectáculos siempre ha habido mucha. Además, tengo estudios sobre ello y he cantado encima del escenario. No era un mundo excesivamente ajeno. Sí lo era esta cosa que pertenece a la lírica, que todavía es muy piramidal, pero es fácil destruir las barreras cuando tienes a gente con vocación de acompañarte en el viaje», explica.
Aun así, su recibimiento fue acompañado –durante el anuncio de la programación de esta temporada– de «un hombre que se levantó y dijo que si hacía una de las mías “La Gran Vía” iba a ser una “tragedia”», recuerda Del Arco. Entonces no había ni empezado y ya tenía a los «puristas» –como los llama y a los que ha dedicado unos segundos del espectáculo– esperando para «darle hasta en el cielo del paladar», que se oye durante el montaje. Pero el director llega al Teatro de la Zarzuela y a su entorno con el aval de su anterior director, Pinamonti –y del actual, Bianco–, y lo hace dándole una vuelta al género para demostrar que no es lo añejo que parece desde fuera. Pero, sobre todo, lo hace para jugar: «Necesito algo que me haga vibrar. Paolo –Pinamonti– lo intentó muchas veces y siempre le dije que no, ya me daba hasta vergüenza, pero es que no lo veía. La letras seguían siendo deudoras de su tiempo y no me ponía. Con este proyecto tardé muy poco en decirle que sí. Enseguida surgió la idea y me interesó». Cuenta que todo lo que imaginó lo puso en el escenario y habla del poder de un género mixto como éste, en el que se conjugan todos los estilos para llegar al espectador y donde tiene mucho que aportar: «Es estúpido pensar que no se puede tocar nada. Al final, las cosas que no se mueven es porque están muertas y yo quiero demostrar que aquí hay vida».
w montaje «marciano»
Le costó dar el «sí», pero lo hizo, y fue con unas obras muy teatrales, «con mucho texto hablado en los originales. Si hubiera puesto todas las escenas sería más del que he metido al final». Y es que Del Arco ha tirado hacia su terreno para pisar sobre seguro en su primera aventura con el género chico. Pero no deja de repetir que se siente muy cómodo con la música: «He hecho un espectáculo de teatro lírico con partes cantadas y habladas, donde las dos son igual de importantes». Y de esta forma justifica su adaptación de las dos piezas: «No tenía intención de cambiar radicalmente los dos libretos, simplemente se trataba de fusionar ese paseo de finales del siglo XIX con el Madrid actual, pero sin alejarnos de aquello. Es un intento de recuperar la relación entre el ciudadano y el teatro popular».
Resulta imposible hablar de «¡Cómo está Madriz!» sin hacerlo del otro nombre que llama la atención del cartel y que, sin duda, le va ayudar al director en su empeño de hacer un poco más visible la zarzuela, sobre todo, para los jóvenes: Paco León. Debuta junto a Miguel del Arco en una propuesta «un poco marciana de la que no tenía necesidad –explica el actor–, pero es el deber de cualquier intérprete alejarse de los círculos de confort». Para Del Arco no había otro mejor para llevar el peso de la obra con fuerza y sin temer que eclipsase los titulares: «Es un violín perfectamente afinado. No hay nadie que pueda vertebrar el montaje así y con una capacidad para hacer gracia y caer bien que no tiene nadie. Está al servicio del espectáculo, sabe cuándo dar un paso adelante cuándo atrás».
Del Arco, León y zarzuela. Las tres patas para recuperar el Madrid decimonónico y jugar, con todo el respeto del escenario, con un género olvidado.