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Pablo Aguado se descarna con LA RAZÓN: "He dudado de mí como torero, te alaban cosas tan grandes de las que no te ves capaz"
El sevillano concede una entrevista a este medio después de triunfar en Sevilla y Madrid, hoy torea en Granada y tiene Pamplona en el horizonte
Regresa a Madrid con la calma de haber triunfado en la plaza que es depredadora y asfixia hasta que de pronto se rompe y entonces la entrega puede llegar a ser absoluta e inolvidable: Las Ventas. Pablo Aguado y la Monumental son ya viejos conocidos. Hace tiempo que se rondan. Este San Isidro ha paseado en su arena un trofeo. Eso es lo mismo que rozar la gloria, porque atrás hay sufrimiento «y angustia». Y viene también de gozarlo en su casa, Sevilla. La vida va bien. Nos encontramos en la maravilla del Club Financiero Génova de Madrid. Desde las alturas la capital se divisa con otra calma, otro temple. Ya sabe lo que es el éxito, lo vivió en 2019 y luego vinieron cimas y simas. Ahora lo tiene claro: «No hay que confiarse. El toreo nace y muere todas las tardes». Hablamos largo, pausado, del miedo, de la tensión, de los aprendizajes: «En los momentos duros te traiciona el síndrome del impostor». Y regresamos a los inicios, a la vocación, a esa curiosa manera de ser torero sin querer serlo. «Nunca he tenido una pretensión profesional del toreo. Puede chocar esto que digo. Me he sentido torero, pero no quería serlo». Avancemos pues...
Sevilla, Madrid, ¿qué tiene este Pablo que no tenía los años anteriores?
Todos los toreros pasamos por etapas, unas en las que se tiene más presión y otras menos y eso condiciona mucho la felicidad que uno siente delante de los toros. Y este año, incluso el año pasado, me encuentro feliz y al final eso los aficionados lo reciben.
Empecemos por Sevilla, dos tardes muy potentes, ¿qué ocurrió?
Eran dos tardes muy especiales, una con un cartel muy bonito para Sevilla (con Morante y Ortega), y en el que, con el primer toro, es verdad que nadie daba un duro por aquello, pero no sé, le vi algo y ahondé y pude sentir el toreo con él. La pena es que tanto ese toro como el de Juampedro, no los maté, pero interiormente sentí el toreo de Sevilla y a los aficionados cómo se van con un olé detrás del muletazo.
¿Cómo se escucha Sevilla y cómo suena Madrid?
Las dos se escuchan interiormente con un quejío muy grande, con una profundidad única. Sevilla quizá sea más acompasada y Madrid más alocada.
Madrid hay que forzarla ¿no?
Madrid hay que irla convenciendo, pero cuando pasa ese convencimiento se entrega por completo.
¿Cómo es Madrid entregada? Porque cuesta tanto...
Madrid es muy difícil y debe ser así, por eso es la primera plaza del mundo y los triunfos en esta plaza tienen esa repercusión. Dos días antes de torear en Madrid hablaba con una primerísima figura de otros tiempos con el que tengo mucha amistad y hablábamos de que el 99% de posibilidades cuando uno va a esta plaza es que no pase nada porque no embistan los toros, porque haga aire, porque no se maten o por otras circunstancias. Por eso creo que hay que ir a Madrid pensando únicamente en ponerte delante del toro y ser feliz, si por consecuencia viene el triunfo bien, y si no pues lo has intentado, pero creo que la forma en la que se consigue más el triunfo es olvidándote de él.
¿Logró estar tranquilo esa mañana, la de Madrid?
Tranquilo, con las incertidumbres, las dudas, el miedo, incluso la angustia que se tiene antes de torear en plazas como Madrid o Sevilla, pero que son necesarias. Sin el sufrimiento del artista la obra nunca brilla.
¿Cómo es esa angustia?
Creo que nos ausentamos de todo y cuando no lo hacemos es para conectar con lo que tenemos alrededor. Por eso queremos estar solo o acompañarnos de quien tú decides, son momentos de mucha tensión y lo ves todo imposible, aunque tengas confianza en ti y aunque sepas en el fondo que sí puedes tu mente te quiere sabotear y decirte que es imposible.
¿Le cambia el cuerpo después de plazas como Madrid?
En cierto modo sí, y más si las cosas han rodado bien, el resto de temporada se encara feliz y con confianza, pero hay que tener mucho cuidado en ese exceso de confianza que te puede dar un triunfo en Sevilla o Madrid porque el toreo nace y muere todos los días. El toro que sale todos los días es distinto y ninguno sabe lo que has hecho de aquí para atrás y esas confianzas hay que saber manejarlas para que eso no se tuerza para mal.
En 2019 tuvo un triunfo muy fuerte en Sevilla y también en Madrid y luego ha venido una etapa en la que las cosas no han arrancado. ¿Qué ha pasado estos años?
Son etapas que vivimos los toreros. Después de un triunfo grande toda la presión, la responsabilidad cae sobre ti como una losa y no estás preparado para ello, aunque tú te intentas convencer de que sí. Entra en juego el ámbito, aunque no me gusta llamarlo comercial, pero es así de tener que cortar orejas, llegan las críticas negativas y te crean muchas dudas y gestionar todo eso es muy difícil, pero forma parte de la carrera de un torero. Todo el que se mantiene en una situación de privilegio no es porque es capaz de torear bien, sino de superar esas adversidades tanto internas como externas. Hay que tomarlas como parte del camino y hay que dar gracias de pasar por ellas porque son las que te generan ese sufrimiento que hace que después te crezcas.
¿Ha dudado de usted como torero?
Sí, muchas veces. La verdad es que en los momentos buenos se duda menos y por eso parece todo fácil, pero en los duros te traiciona el síndrome del impostor. Todo el mundo te alaba unas cosas que tú ves tan grandes que dudas de que seas capaz de hacerlas.
¿Cómo se reencuentra uno?
En muchas disciplinas deportivas siempre se habla de los psicólogos y demás, en el toreo el único que te ayuda a salir adelante es el toro. Incluso a veces una becerra que te hace sentir algo especial y te ilusiona. Sales de esa racha yendo a tu bola, buscando el verdadero sentido por el cual tú eres capaz de jugarte la vida y ese no es más que siendo feliz delante del toro. La única forma de llegar al aficionado es siendo libre delante del toro y a eso se llega con la felicidad.
¿Hay que aprender a manejar las expectativas?
Las expectativas son cruciales para lo que la gente espera de ti. Cuando no se espera nada y estás decente todo parece mejor de lo que ha sido y cuando se espera mucho y has estado muy bien parece que no has estado tan bien.
¿Qué es el éxito para usted?
Estar feliz delante del toro. Hay faenas que no pasan a la historia, pero te vas al hotel lleno y pleno y sirven para convencerte de que ese sentimiento que tienes es lo que te impulsa dos horas antes a ponerte una taleguilla con lo complicado que se hace.
¿Por qué quiso ser torero?
No lo sé, la verdad. Es una vocación que sale de dentro y que hace que lo más importante que tienes en tu cabeza es ver pasar un animal cerquita tuyo. Te acuestas por la noche y te levantas por la mañana pensando en ello y es una forma de vida. No es algo que digas quiero ser torero, no. Eres torero.
Estudió ADE, pero ¿la vocación vino antes o después?
La vocación fue tardía. Bueno, la vocación de niño jugaba al toro y en la primera comunión el regalo que pedía fue torear una becerra y me dieron esa sorpresa.
¿Y cómo fue?
De petardo... En el primer capotazo cobré, pero con ilusión de ver cómo se levantaba uno... Pero volviendo a lo de antes. Seguí mi vida normal de estudiar, pero mi cabeza siempre estaba en el toro, pero lo tomaba más como una afición, después comencé a ir a los tentaderos y me di cuenta de que donde era feliz era ahí.
¿Hubo decisión en firme?
No. Conocí a Luisito, un torero francés, salió una novillada, otra, un festival entre amigos, cuando te das cuenta estás toreando y te vas planteando unas primeras metas, torear de luces, debutar en Sevilla. Y cuando te das cuenta el toreo se hace tu vida y tu vida se hace el toreo.
¿Pensó que iba a llegar hasta aquí?
No, porque nunca he tenido una pretensión profesional del toreo. Puede chocar esto que digo. Me he sentido torero, pero no quería ser torero. Creo que era torero, pero no quería serlo. No quería ir a Sevilla, a Madrid... Yo quería torear. En mis etapas primeras yo no soñaba con una Puerta del Príncipe o una Puerta Grande de Madrid, lo único que soñaba era ver el toro pasar cerca.
¿Y las cornadas o las cogidas cómo entran en este juego?
Toco madera. He tenido varios percances. Algunos más serios que otros, pero ninguno con una seriedad en la que veas que tu vida está al borde del precipicio. Cuando ves a otros compañeros que sí lo han estado, por respeto a ellos pues uno no debería darle importancia. Pero lo que he tenido lo he tomado como parte de esto y con ilusión de remontarlo y me ha sacado ambición de dentro.
¿Hay algún día que hubiera dado lo que fuera por no vestirse de torero?
Muchos de ellos. Hay algún día en el que no lo pienso (sonríe). Sobre todo, en plazas como Sevilla, Madrid, Pamplona, que sale ese toro, se hace duro ese momento, lo que pasa es que al final la vuelta al hotel te lo recompensa todo.
¿Cuál es el peor momento? ¿Es cambiante?
Cambia. Hay días que el peor momento es por la mañana, otro cuando estás descansado, antes de vestirte, poniéndote la taleguilla. No te podría decir un momento de cuándo aparece el miedo, pero sí cuándo se va: al aparecer el toro. Está, pero el miedo es distinto, ya es controlable.
¿Qué es el toro para usted?
Todo. El animal al que tengo máximo respeto y al que tenemos que estar todos agradecidos, desde el arenero, torero... porque sin él no sería posible.
¿Cuál es el mejor piropo?
Un gracias. Ver a alguien emocionado es lo más bonito.
¿Qué es lo que más le decepciona de usted?
En esa etapa de presión, responsabilidad he llegado a anteponer el triunfo a lo que sentía delante del toro y eso cuando vas de vuelta en la furgoneta no te lo perdonas.
¿Quién le dice la verdad?
Gracias a Dios tengo mucha gente que me la dice, pero la mayor verdad la tienes tú dentro de ti. Tú eres el primero que lo sabe. A lo mejor en el momento de equivocarte no, incluso en las horas posteriores, tampoco, pero al día siguiente, sí. Cuando tú te levantas al día siguiente en frío tienes la mayor verdad de todas, entre otras cosas porque tú sabes si lo has dado todo o no.
¿Es duro el día después de una mala tarde?
Sí, el día después, no sé, pero dos o tres días después cuando te quedas solo, es tan duro como necesario.
¿Qué es lo que la gente no ve?
El sufrimiento interior del torero, que el primero que tiene la necesidad de que salgan las cosas es uno mismo.
Tres momentos de su carrera.
El debut con caballos en Sevilla. Cumplir el sueño de ir al toro y que estuviera en silencio. Otro en el campo, de volver en el coche solo feliz, y era una becerra, son cosas que se quedan... Quizá no se me vienen los triunfos grandes, sino como momentos, de hecho, de la faena de Juampedro en Sevilla al salir de una tanda vi a una persona que aprecio mucho y me ha ayudado y verla emocionada aplaudiendo. Son imágenes que se te quedan clavadas y están por encima de cortar las orejas.
¿A qué torero envidia más?
Envidio a todos los toreros ya retirados que veo andar por Sevilla y la gente los saluda con cariño.
¿Qué torero le ha marcado la vida?
Profesionalmente el maestro Morante de la Puebla. De niño pasaba las horas viendo vídeos y que el destino te lleve a compartir tardes con él para mí es algo único. A veces me tengo que parar en el paseíllo y mirar al lado e intentar retener esa imagen porque yo como torero y vosotros como aficionados somos unos privilegiados de poder compartir tardes con un torero tan grandioso.
Cuénteme un secreto.
Me siento un privilegiado por compartir tantas tardes con un maestro como Morante, o haberlo hecho con El Juli. Una cosa que nunca he contado es la primera vez que compartí con los dos, los admiraba desde niño, y cuando hice el paseíllo, al llegar a la raya de picar, los miré a los dos y dije guárdate esta imagen que es un sueño y se lo podré contar a mis nietos.
De hecho, cuando nos hemos sentado a hablar en esta entrevista creo que una de sus primeras frases ha sido, «cómo está Morante».
Es una admiración plena. Disfruto viéndolo torear y vestido de torero me he emocionado y no le he sacado el pañuelo porque no lo llevaba encima. Ante tanta evidencia no queda más que rendirse.
¿Entiende a los antitaurinos?
Es muy difícil entender la Fiesta cuando no la vives y fácil criticarla desde lo que sale a la luz cuando estás ausente de ella con lo que llama la atención, que es la sangre y la muerte. Pero no conozco a nadie que se le haya explicado de verdad y no te digo que le guste, pero sí que la respete porque aquí hay mucha verdad.
¿Hay renovación de la Fiesta?
La tauromaquia está de moda. Hay mucha gente joven y me crispa cuando se dice que esto está mal, porque es por desconocimiento.
Hizo una iniciativa con niños preciosa.
Ha sido la más bonita que he hecho y seguramente que haré, porque ha sido mucho más el cariño que he recibido. Es un placer ver a niños jugando al toro.
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