Literatura

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Vargas Llosa: «El amarillismo es el problema cultural de hoy»

Mario Vargas Llosa publica «Cinco esquinas», una novela marcada por el erotismo donde reflexiona sobre la prensa, sus vínculos con el poder y el papel del amarillismo

El Nobel atacó la prensa del corazón y defendió los periódicos
El Nobel atacó la prensa del corazón y defendió los periódicoslarazon

Mario Vargas Llosa publica «Cinco esquinas», una novela marcada por el erotismo donde reflexiona sobre la prensa, sus vínculos con el poder y el papel del amarillismo.

Mario Vargas Llosa comenzó esta novela sin un título dedicido. Un detalle, en primera instancia baladí pero que no resulta ni banal ni superficial porque el título es lo que siempre le ha dictado al escritor la orientación, el tono y la tensión de la obra, según comentó ayer la editora Pilar Reyes durante la presentación de «Cinco esquinas» en Casa América. Con este libro, que toma el nombre de uno de esos barrios coloniales de Lima, antes aristocrático y populoso y hoy decrépito, marginal y popular, el Nobel retrata una sociedad violenta, la sociedad de los últimos estertores de la dictadura de Fujimori, craquelada por las tensiones que sobrevienen de la incertidumbre, la delincuencia y de esos grupos armados que actuaban bajo diferentes ideologías, blasones y estandartes; sometida a los vaivenes cotidianos derivados de los toque de queda, los apagones y el miedo. En ese clima de inseguridad, la Prensa amarilla acabó convirtiéndose en arma disuasoria, instrumento de amenaza y extorsión para achantar a los opositores al régimen y acallar a esas voces críticas que mostraban su reparo a silenciar las corruptelas habituales que tienden a crecer bajo la impunidad que suelen dispensar los gobiernos con puño de hierro. «Montesinos subvencionaba esta clase de prensa. Llegó al detallismo de escribir los titulares contra sus enemigos. No solía comprarse esta prensa, pero se veía en los quioscos. A muchos críticos les asustaba verse tildados por actividades ilícitas, acabar en este baño de mugre, desprestigiados por escándalos personales. Nadie había utilizado esta prensa de una manera tan degenerada», comenta el novelista.

Vargas Llosa ha tejido una historia con mimbres variados que parte del espacio recluido y mínimo de lo íntimo para ir abriéndose después hacia paisajes más amplios y ambiciosos. Arranca con el encuentro de dos mujeres, propiciado por la imposibilidad de regresar a sus casas –la situación política prohibide a los ciudadanos adentrarse en las calles a partir de una determinada hora– y, que, sin esperarlo, acaban encontrándose en una relación sexual lésbica que no esperaban y para la que tampoco estaban preparadas. «Quería mostrar las consecuencias de esta atmósfera creada por la tremenda violencia de Perú, por la coerción que sufría la gente. Ahí, el sexo se convirtió en una tabla de salvación, ya que el resto de la vida había sido abolida», explica Vargas Llosa, rodeado de fotógrafos y con una docena de cámaras pendientes de cada una de sus palabras y de sus gestos.

Desde esta orilla privada, que aporta al libro su aireada vertiente erótica, la obra vuela hacia otros páramos más hondos y arduos, como son los del asesinato, la novela policiaca y los hilos y entretelas que mueven el teatrillo de la política. Unas fotos demasiado comprometedoras, el crimen de un director de periódico y una reportera dispuesta a llegar hasta el final de este caso forman las diferentes líneas argumentales de una apuesta que tiene, entre sus pilares esenciales, el periodismo, con sus éticas, frácturas y polémicas. «El periodismo ha sido la sombra de mi vocación», aseguró el escritor, quien reconoció que lo practicó desde Local, Deportes o Sucesos. «Es una actividad que me entusiasma y es una aventura. Me apena la deriva del periodismo en este tiempo, que a veces se ha convertido en entretenimiento, que rompe todas las barreras, que usa el escándalo y busca en la basura humana para ofrecérsela a un público ávido de este material. Es un problema de nuestro tiempo», comentó con un acento de pesimismo en la voz para, a continuación, aseverar: «Este ya no es una cuestión que afecte sólo al tercer mundo, también al nuestro. Tenemos un periodismo serio, pero también otro que es una gangrena, que delinque y que convierte en mentiras las verdades». Vargas Llosa, que ha recurrido a un lenguaje traslúcido que no suponga un obstáculo para llegar al mensaje de la historia, también recurrió a palabras claras y sencillas para explicar la relación que existe entre la Prensa y el poder: «El poder ha intentado siempre poner el periodismo a su servicio, pero en la democracia estos poderes tienen limitaciones y es lo que justamente da la superioridad a la democracia sobre la dictadura. En un mercado abierto, donde se pueda hacer investigación, siempre será más difícil callar al periodismo independiente». Para él sí existe una novedad, «la de ese periodismo que se ha visto empujado al amarillismo por el público más interesado en el entretenimiento. En muchos diarios serios se dedican ahora páginas a la chismografía y al escándalo. Se acabó esa frontera. El amarillismo refleja una cultura».

Después se refirió a Donald Trump, al que despachó de pasada: «EE UU es demasiado importante como para tener en la Casa Blanca a un payaso, demagogo y racista» Mario Vargas Llosa abordó el tema de la prensa del corazón, con el que se le ha vinculado últimamente debido a la relación que mantiene con Isabel Presyler: «A mí no me gusta aparecer en este tipo de revistas. Por mí, no aparecería en “¡Hola!”. Las revistas culturales son el mundo en el que me muevo. Aparezco por razones personales. Si alguien conoce la receta para no estar ahí, lo agradecería, porque no me gusta esta clase de revistas y me hacen perder mucho el tiempo. Cuando salgo a la calle hay fotógrafos que me están vigilando, que están en la puerta y me toman muchas fotos, y no sé para qué. Ya no puedo hacer lo que me gusta, que es ir a los sitios que me apetecen y tomarme un café...», admitió el escritor. Para él, esta revista emblemática del papel cuché es la representación de un fenómeno terrible: «Mientras los diarios más serios caen en picado y tienen menos lectores, y estamos ante la perspectiva de que los diarios de papel desaparezcan, lo que es horrible, mientras el “¡Hola!” aumenta su tirada. Este es uno de los fenómenos culturales de nuestro tiempo y un problema que debemos de afrontar de una manera creativa. Es el único periodismo que crece y es el problema cultural de nuestra vida». Vargas Llosa, que admitió que el día más feliz de su vida fue cuando le anunciaron que iba a forma parte del catálogo de autores de La Pléiade: «Da mucha más alegría estar ahí que salir en “¡Hola!”», bromeó el escritor, que aportó un consejo para que el periodismo no se desvíe de su camino: «Lo primero, no mentir, defender la verdad, aunque no siempre sea fácil identificarla».