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Velázquez tiene París a sus pies

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Con 5.000 visitas diarias en su mes de estreno, la muestra patrocinada por Abertis seduce en el Grand Palais parisino.
Velázquez es «l’expo du moment», la exposición que hay que ver. «Velázquez en el Grand Palais» son 5.000 visitantes al día desde que fue inaugurada el pasado 25 de marzo. Aquel día estaba previsto que estuvieran los Reyes de España pero el fatídico accidente del A320 de Germanwings en los Alpes, obligó a los monarcas a anular su viaje oficial y regresar a España. No se descarta que Don Felipe y Doña Letizia puedan retomar aquella cita y disfrutar de la exposición que con tanto cuidado ha preparado Guillaume Kientz, conservador del museo del Louvre, encargado de sus colecciones de pinturas y esculturas españolas, y comisario de la exposición consagrada a Velázquez. Como dicen algunos, más que una exposición, «Velázquez en el Grand Palais» es un museo efímero que permite descubrir el arte del pintor sevillano, su talento y la evolución de su trabajo, sus herencias y sus influencias, y su ascensión fulgurante y merecida en el seno de la corte española.
Tras Dalí, el genio sevillano
Nadie quiere hablar de cuánto ha costado traer a Francia tantos tesoros. Son 119 obras expuestas de las que medio centenar corresponden a Velázquez (la mitad de su producción), como «La fragua de Vulcano», del Prado, «La venus del espejo», de la National Gallery de Londres, el «Retrato de Inocencio X», del Palacio Doria Pamphili de Roma, o «La Educación de la Virgen», de la Yale Art Gallery en New Haven. Pero sí sabemos que el gran mecenas ha sido Abertis, la corporación española dedicada a la explotación de infraestructuras del transporte y la comunicación. Y no es la primera vez que la Fundación Abertis está en París para promocionar el arte español. En 2012 contribuyó al patrocinio de la retrospectiva que el Centro Pompidou dedicó a Salvador Dalí. En esta ocasión, Velázquez está convirtiéndose en otro gran evento de la temporada cultural en París.
El talento de Guillaume Kientz ha sido concebir una exposición en la que no sólo se hace un recorrido sobre toda la creación y evolución de Velázquez sino que también muestra las obras de sus colaboradores, como Juan de Maza, siervo de Velázquez, que según cuenta la leyenda aprendió a pintar a escondidas de su dueño. Entre las distintas aportaciones que los historiadores del arte han ido ofreciendo a lo largo de los años y que se podrán apreciar en la exposición del Grand Palais, destacan, según Kientz, dos: «Una distinción más precisa entre el naturalismo español de Velázquez en Sevilla, durante sus primeros años, y el descubrimiento del caravaggismo tras sus primeros contactos con la pintura en Castilla, en 1622; y la identificación o definición estilística de sus colaboradores como Juan de Pareja, Pietro Martire Neri que trabajó con él en Roma durante su segundo viaje y, sobre todo, Juan Bautista Martínez del Mazo, su yerno y principal colaborador».
El recorrido comienza con los primeros años de pintura en Sevilla, su ciudad natal, y especialmente con una Inmaculada Concepción pintada cuando no tenía más que 19 años, y en cuya creación supera ya con creces a su maestro, Francisco Pacheco. Hay algunas ausencias en la muestra, como la del «Aguador de Sevilla», que se ha quedado en Londres, en el Wellington Museum, que no ha accedido a cederlo porque no quería celebrar los 200 años de Waterloo sin una de sus mejores piezas. En toda Francia sólo disponen de un Velázquez, «Demócrito», que se encuentra desde finales del siglo XVIII en Rouen, expuesto en su museo de Bellas Artes. El filósofo sonriente y burlón de Velázquez comparte sala junto al «Demócrito» pintado por Rubens para la torre de La Parada y que habría servido al pintor español para medirse con el maestro barroco.
El Louvre, «huérfano» del artista
El Louvre, que llegó a creer que tenía seis cuadros del pintor del rey Felipe IV, poco a poco ha tenido que ir admitiendo que ninguno ha salido de la mano del artista sevillano. El último, un retrato de la Infanta Margarita, finalmente atribuido a Juan Bautista Martínez del Mazo, colaborador y yerno de Velázquez. Desde que fue instalado en 1654 en los apartamentos de Ana de Austria en el Palacio del Louvre, había sido reconocido y presentado como un original, y así se creyó durante siglos hasta que el Louvre admitió que tenía entre sus manos un bello retrato elaborado por Martínez del Mazo. El talento de Diego de Velázquez, como comenta Guillaume Kientz, es «pintar a las personas tal como son, sin ensalzarlos ni denigrarlos», dando a los defectos una «cierta forma de eternidad». La fuerza del pintor sobrecoge, por ejemplo, en el retrato del Papa Inocencio X (como ya fascinó en su día a Francis Bacon, que lo repitió hasta la saciedad) y seduce con la «Venus del espejo», su único desnudo y uno de los más bellos que haya evocado el arte. Completa, imprescindible y exitosa, la muestra, que concluye el 13 de julio, va camino de convertirse (si no lo es ya) en la gran cita del arte español y mundial en la capital francesa durante este 2015.

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