Vinilos, grandes obras de arte de 30 por 30
La Fundación Foto Colectania de Barcelona acoge la exposición «Total records», una muestra con más de 250 vinilos clásicos que demuestra la estrecha relación histórica entre los grandes fotógrafos y los mejores grupos de pop, rock y jazz, una simbiosis perfecta que ha dado como resultado auténticos iconos.
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La Fundación Foto Colectania de Barcelona acoge la exposición «Total records», una muestra con más de 250 vinilos clásicos que demuestra la estrecha relación histórica entre los grandes fotógrafos y los mejores grupos de pop, rock y jazz, una simbiosis perfecta que ha dado como resultado auténticos iconos.
Las imágenes icónicas se han convertido en las magdalenas proustianas contemporáneas. Ni olores, ni sabores, ni cualquier tontería hippie o «new age», hoy los ojos son el gran motor de todas las emociones. Uno ve la célebre fotografía de los Beatles cruzando Abbey Road y le vienen a la cabeza mil y una historias tanto personales como ajenas. La imagen es tan poderosa que incluso se apropia de toda la música que contiene. ¿Quién puede separar a los Rolling Stones de las fotografías de Robert Frank en «Exile on Main Street» o el trabajo de Andy Warhol en «Sticky Fingers»? Alguien habrá, por supuesto, pero es prácticamente imposible. Las portadas de discos son obras de arte a veces incluso de más valor que la música que contienen.
La Fundación Fotocolectania de Barcelona acaba de inaugurar la exposición «Total Records. Vinilos y fotografía», una muestra que sigue la relación simbiótica entre los grandes creadores de la fotografía y las estrellas del pop, el rock y el jazz de los últimos 50 años. Puede que el disco como objeto ya no le interese a nadie, pero las imágenes que ha creado todavía despiertan demasiados recuerdos y emociones como para devaluarlos. «Las portadas de los discos definen y configuran la imagen de las estrellas del pop, y así David Bowie o Grace Jones no hubieran sido lo que fueron sin las célebres fotografías de sus vinilos», comenta Antoine de Beaupré, coleccionista con más de 15.000 en su poder y co-comisario de la exposición.
En total, se han reunido 250 de las mejores portadas de la historia del rock con fotografías de artistas como Robert Frank, Richard Avedon, Annie Leibovitz, Helmut Newton o Andy Warhol. Producida por el festival Les Rencontres de la Photographie de Arlés, la exposición ya se ha podido ver en Arles, Zurich y Berlín y llega a Barcelona con un apéndice dedicado a autores españoles. El resultado final es una fascinante inmersión en el «making off» de los iconos del rock. «Es una exposición rompedora en su formato, capaz de colgar vinilos en la pared. Hablamos de músicos y fotógrafos y su –a veces– sorprendente relación que han conseguido crear imágenes que forman parte de los recuerdos de varias generaciones», comenta Pepe Font de Mora, director de Foto Colectania.
El recorrido, además de diferentes zonas temáticas, se divide en dos, los grandes fotógrafos que trabajaron expresamente con los músicos y por otro lado la utilización por parte de los músicos de trabajos ya célebres de grandes artistas. Del primero, por ejemplo, tenemos a Annie Lebowitz cogiendo el ángel de Madonna en la portada de «True Blue» o William Klein captando toda la ironía y provocación de Serge Gainsburg en «Love on the beat» o a Jean-Paul Goude inmortalizando a Grace Jones en «Clubbing» o «Island Life» haciendo que se conociera a la cantante como pantera negra. La exposición también sorprende con relaciones del todo inesperadas. ¿Qué hacía Helmut Newton y su barroco y feo underground, con el «mainstream» venido de Australia de Inxs?
Torso desnudo
En la situación inversa, la de músicos que reclutan célebres fotografías, encontramos ejemplos como el de Tom Waits, que utilizaba una foto de Anders Petersen de su reconocida serie «Café Lehmitz» en su disco «Rain dogs». La fotografía, que muestra a un hombre con el torso desnudo y los ojos cerrados abrazado por una mujer en plena carcajada llevó a muchos a la confusión pues todos creyeron que el hombre era el propio Tom Waits. El parecido estaba allí, pero nada más lejos de la realidad.
Otras imágenes clásicas reutilizadas son la pareja parisina de Brassaï convertida en un mítico disco de Rickie Lee Jones o el beso de Elliot Erwitt en imagen de «The first of a million kisses», disco de 1989 de Fairground Atraction. Puede que la banda ya no diga mucho a casi nadie, pero la portada queda y el icono amplificado por la música crea historias que siempre seran recordadas.
A partir de aquí los ejemplos son múltiples. El Prince desnudo y endiosado de Jean-Baptiste Mondino en «Lovesexy» o un clásico como Irving Penn adentrándose en el alma de Miles Davies en los primerísimos primeros planos de «Tutu». Hay también fotografías míticas a doble cara, con la portada desplegada, como el genial trabajo de Guy Bourdin para Boz Scaggs en «Middle Man». Vemos a un hombre fumando con la cabeza apoyada sobre el muslo de una joven, una imagen que resume todo el encanto y desfachatez de los 80.
De las diferentes zonas temáticas destaca la dedicada a Andy Warhol, que no solo creó la célebre banana de la Velvet Underground, sino que inventó imágenes y «packegings», nunca mejor dicho, tan célebres como el «Sticky Fingers» de los Rolling Stones de 1971. Diana Ross, Paul Anka o Aretha Franklin también utilizaron su talento para sus célebres fotografías retocadas o esa icónica portada de John Cage basada en imágenes de diapositivas.
Otro punto álgido del recorrido es el dedicado al colectivo británico Hipgnosis, impulsores de la iconografía psicodélica y paranoide de los años 70. Aquí podemos ver las portadas «A soucerful of secrets», «Ummagumma» y «Atom Heart Mother», aquel célebre primer plano de una vaca, para Pink Floyd, «House of holy» y «Coda» para los legendarios Led Zeppelin. Precisamente, de la célebre banda de
Jimmy Page y Robert Plant también se destaca «Phisical Graffitti», con fotografía de Elliot Erwitt, aquel célebre «13 rue del Percebe» rock , una fachada de obra vista dibujada por Will Eisner en lugar de Francisco Ibáñez.
Un último apartado separado del recorrido principal es el dedicado al jazz y en concreto al sello Blue Note. En 1939 nacía de la mano de judíos alemanes huídos de los nazis. El fotógrafo Francis Wolff y el diseñador Reid Miles crearon una imagen única que convirtió al jazz en lo más moderno del mundo a partir de mediados de los 40. Su catálogo incluye artistas de la talla de Duke Ellington, Ornette Coleman, Thelonious Monk y Miles Davies. Aquí se destacan las portadas de Herbie Hancock, con ciudad de fondo en pleno invierno o Larry Young en medio de los rascacielos en «Into Something». Este apartado incluye un audiovisual que muestra las fotografías o sesiones originales de la imagen elegida y cómo se recortó o amplió para la portada final. Después se muestra cómo se añadieron el diseño y tipografía para crear las icónicas imágenes.
Un epílogo muy español
La exposición se cierra con un apartado español en que se incide sobre la relación fotografía-música en las bandas nacionales. El vículo se hace grande a los años 70 y en los 80 estalla en todo esplendor. Vemos aquí obras de Javier Vallhonrat (Tequila), Toni Catany (Serrat, María del Mar Bonet), Alberto García-Alix (Pistones, Los Coyotes, Camarón) y Chema Madoz (Ladrones de sueños). También se pueden ver fotos de Oriol Maspons (Tete Montoliu), Ouka Lele (Ilegales), Francisco Ontañón (Miguel Ríos), Leopoldo Pomés (Raimon), Alberto Schommer (Canarios) y el tándem Marta Sentís-María Espeus (Dharma).
En definitiva, son 250 demostraciones que la música, cuando está dibujada con imágenes, es mucho más potente. Sólo hay que pensar en alguien como David Bowie, otro de los grandes protagonistas de la exposición. Conocido por su gen camaleónico, sus discos son la prueba de la transformación. Aquí se puede seguir ese cambio, de «Ziggy Stardust» a «Alladin Sane» pasando por sus últimas reencarnaciones. Nunca el paso del tiempo fue tan carnavalesco y, en definitiva, cruel, porque del estallido de color acabamos en un blanco y negro y deformación muy claros. «El hilo conductor de la exposición es mostrar el trabajo de reconocidos fotógrafos a través de los vinilos, dado que la mayoría de los grandes artistas de este sector fueron en algún momento portada de un disco. La relación puede llegar a ser tan intensa que puede forlar la imagen de marca del grupo», insiste Beaupré.
Quién podría haber olvidado a un joven Iggy Pop jovial, lejos de su ruda y sucia imagen tradicional de Jeff Wall o la mítica foto de Iain MacMillan de 1966 con los Beatles cruzando la calle Abbey Road para su disco homónimo. «Los sellos discográficos construyeron identidades visuales donde la fotografía importaba más que cualquier otra cosa. Las imágenes en blanco y negro de Francis Wolff para Blue Note o los matices grises de ECM o los colores brillanes de Hipgnosis han marcado su marca de fábrica», señala Jacques Denis, otro de los responsables de la exposición.
Las primeras fotografías utilizadas para dar imagen a una portada de un álbum se remontan a los años 30. La primera es una visión artística de Broadway y después la imagen de un vaquero, lo que demuestra o da a entender muy bien qué discos representaban. A partir de aquí, estas imágenes de 30 x 30, la medida tradicional de los vinilos, han visto un salto exponencial en sutilezas. ¿Quién no ha comprado un disco seducido por la fuerza expresiva de su portada? ¿O quién no lo había hecho al menos cuando se compraban discos? «Mirando una portada, prácticamente se puede escuchar aquello que se ve», insiste Denis. Y sin embargo, bastantes clásicos se han quedado fuera, lo que ilustra el poder de esta relación. No está ni «A love supreme» de John Coltrane ni los primeros Ramones o el «Melody Nelson» de Birkin/Gainsburg, pero lo que hay es más que suficiente.