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Vuelve la Larssonmanía

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Stieg Larsson murió y aquel éxito aún sin nacer se quedó sin autor. El destino le había regateado la fama durante años y, cuando no pudo arrebatársela por más tiempo, decidió atajar el problema y hurtarle la vida. El escritor dejó el resuello en un tramo de escalera. La altura de los peldaños resultaron muy duros para su salud maltratada. El café, las pizzas, la alimentación industrial y el insomnio habían convertido esos siete pisos, que había subido a pie por una avería accidental del ascensor, en un delirio de arrojo para un corazón con sobrepeso de colesterol y demasiadas horas de escritorio encima. Siempre había presumido de su dieta de precongelados y bebidas estimulantes. La factura le llegó a los cincuenta años, unas semanas antes de que la ruleta de la fortuna convirtiera su nombre en el nuevo fenómeno editorial.
Personajes incómodos
Al desplomarse sobre las baldosas de aquel rellano, Stieg Larsson dejaba detrás dos criaturas incómodas, Mi-kael Blomkvist, un periodista que aún conserva la fe en su profesión, y Lisbeth Salander, una «hacker» anoréxica, asocial, vengativa y bisexual que acaparó la imaginación de docenas de adolescentes que la miraban de la misma manera que alguien contempla el fondo insondable de un espejo. Los personajes aparecían en una trilogía de volúmenes, formada por «Los hombres que no amaban a las mujeres», «La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina» y «La reina en el palacio de las corrientes de aire». Los tres salieron bajo un título común que hacía referencia a una revista, quinta esencia de la prensa comprometida, «Millennium». Pero aquella historia de venganzas y oscuras historias interiores quedó truncada cuando el novelista se dejó la respiración en la imprevista gimnasia a la que le obligaron esos escalones.
Durante unos años se afirmó que existía otro libro, un cuarto volumen. Un relato incompleto de unas trescientas páginas que continuaba la narración que Larsson había dejado sin terminar. Del disco duro que guardaba esa copia no se ha vuelto a saber (se ha perdido en las corrientes subterráneas de las herencias y las rivalidades familiares que suelen seguir al fallecimiento de cualquier famoso), pero la editorial Destino anunció ayer la resurrección de la serie.
David Lagercrantz, autor del libro «Soy Zlatan Ibrahimovic», que subió a lo más alto de las listas de más vendidos en Suecia, ha aceptado el reto de continuar con la saga interrumpida de Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist (una pareja que consiguió 75 millones de lectores en todo el mundo y cerca de 4 millones en España). Él se encargará de escribir una «continuación independiente» de la saga. Algo que gustará a muchos y que espantará, por supuesto, a otros tantos fans.
Esta iniciativa reaviva el interés que, recientemente, ha despertado la figura de Stieg Larsson. El autor, al desaparecer, logró rodearse de ese extraño halo que acompaña a las leyendas, a todas esas personas que se van antes de tiempo.
La consecuencia fue un interés inusitado por su biografía y sus trabajos periodísticos. Y, también, una búsqueda de materiales perdidos o abandonados. Esos escritos desperdigados que cualquier escritor descuidado ha dejado arrumbados en cajones, baúles y carpetas. En Reino Unido ha aparecido un relato juvenil inédito que la suerte (o el infortunio, a saber) había conservado. Y, en España, la revista «Fiat Lux», recientemente creada y dirigida por Daniel Borasteros, ha publicado en su segundo número un cuento desconocido del propio Larsson. «Ha sido una carambola», afirma con ironía Borasteros cuando piensa en este hallazgo. La publicación ha nacido este otoño y ya se ha desmarcado del resto con este cuento que muestra a un novelista incipiente, con las zozobras habituales, pero que ya poseía el ritmo que suele arrastrar a los lectores desde la primera página hasta la última. «Es una distopía futurista bastante alocada –comenta Borasteros–. Está ubicada en un lugar donde se abomina la tecnología. Es un proceso judicial con cierto misterio. Él era bastante joven cuando lo redactó. Pero el lector ya puede comprobar que el hombre tenía talento para escribir. No paras de leer hasta que lo terminas».
Una publicación para los que aman el género policiaco (y más)
Daniel Borasteros lo reconoce: siempre quiso hacer una revista. El sueño había quedado suspendido en el limbo de los planes incumplidos hasta este otoño. Ha bautizado a la publicación con el nombre de «Fiat Lux» (en la imagen, portada del número 2) y nace con una vocación que mezcla lo periodístico con lo literario; el género negro, con la noticia de sucesos. «Quería que abordara el crimen desde un punto de vista diferente. La revista, en el fondo, va de eso. Abarca desde sucesos clásicos hasta la ficción negra. La idea es hacer unas páginas que se acerquen de una manera integral al mundo del delito. No es sólo el asesinato. Aquí también hay espacio para los corruptos, los buscavidas, los ladrones, los atracadores». El primer número contaba con la participación del novelista Lorenzo Silva y, también, con unas páginas escritas de manera especial para ellos del escritor cubano Leonardo Padura, donde recordaba los encuentros que mantuvo con su amigo Manuel Vázquez Montalbán. Las entrevistas no se le han escapado y ya pueden presumir de haber conversado con Jo Nesbo y Javier Cercas, que charla sobre El Vaquilla. Su andadura no termina ahí. Su ambición es de futuro. En su segundo número cuentan «El último truco del gestapo Müller», un artículo de Antonio Manzanera que relata la historia sorprendente de un oficial nazi; Luis Roux viaja al restaurante donde comieron por última vez James Gandolfini/ Tony Soprano antes de padecer un mortal ataque al corazón, y el escritor Luis Boullosa describe la España negra a través de diez canciones en «Punkis, navajeros y poetas tenían razón». La luz se ha hecho. Ya sólo falta que resplandezca.