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Xavier Benguerel: «La música que hoy se escucha es la de supermercado»

Ha recibido el Premio Tomás Luis de Victoria. Rebosa vitalidad y sigue componiendo, aunque no esperen una nueva ópera
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Ha recibido el Premio Tomás Luis de Victoria. Rebosa vitalidad y sigue componiendo, aunque no esperen una nueva ópera
Asus 85 años Xavier Beguerel (nació en Barcelona en 1931)conserva una vitalidad que llama la atención. Está pletórico, y no es para menos, porque ha recibido el XIV Premio SGAE de la Música Iberoamericana Tomás Luis de Victoria, una galardón muy importante dentro del mundo de la música clásica y se siente profundamente honrado. Inició sus estudios con el maestro Critòfor Taltabull, pero él se considera un autodidacta. Cuando se publique esta entrevista él ya lo tendrá en su casa, uno más de los que atesora, aunque la conversación transcurre dos días antes.
–La pregunta es obvia, pero imagino que estará muy satisfecho.
–Me tengo que repetir con lo que he dicho ya. Es el reconocimiento a un trabajo de más de sesenta años, a la totalidad de mi producción, que no es corta. Y sobre todo le diré que estoy todavía más satisfecho porque se trata de reconocer a una música que tiene muy poca venta.
–¿Y eso le apena?
–Le diré que el siglo XX ha sido tremendamente interesante desde el punto de vista creativo de la música sinfónica, muy fructífero, pleno, rico, cien años en los que no ha habido uniformidad de estilo y en los que casi cada compositor aportaba su manera de hacer. La música clásica ha evolucionado una barbaridad, han nacido instrumentos nuevos, como los de percusión, que han conseguido una preponderancia importante y con el surgimiento de grandes figuras que se han convertido ya en clásicos. Lo que sucede, y ahí le respondo, es que no llega a donde debería de llegar. El mecenas hoy no existe y el papel que cumplía era muy importante. El último fue Stravinski con Dhiagilev y los Ballets Rusos. No hay interés, y no hablo desde el punto de vista historicista, sino que me refiero a su divulgación, el dar a conocer en vida la obra del compositor.
–La música que se escucha hoy es otra me está diciendo.
–Le voy a ser claro: hoy prima la música de supermercado. Y ojo, que no lo digo para ofender. Lo fácil tiene más salida, en cambio, la música dodecafónica tiene poco interés y eso que le repito que el siglo XX es uno de los que más ha aportado a la música sinfónica.
–Y en medio de este panorama recibe un premio.
–Es como una bomba que explotara en tu casa. Yo no dejo de acudir a conciertos y veo que aquí en Barcelona el público que llena el patio de butacas es mayor, no se capta al joven, mucho más pendiente de otro tipo de sonidos.
–¿Y qué se puede hacer para renovar, para que se llenen de mochilas los auditorios?
–Es un problema que viene de la escuela. Desde la Primaria hay que hacer oír mucha música y escuchar a los grandes compositores. Yo he viajado muchísimo por todo el mundo, sobre todo por Alemania, donde he trabajado durante los años 60, 70 y 80. Mi obra está allí prácticamente editada. Y la enseñanza resulta clave para tener después un público. Le diré que casi en cada casa hay un piano, como un hecho que surge d de una manera natural. Hoy se atiende a la música más fácil, es decir la que entra por un oído y sale por el otro.
–Pertenece a una generación fundamental en la historia musical de España, la de 1951.
–Y tengo grandes amigos tanto en Barcelona como en Madrid. Fue la generación de la posguerra, un grupo bastante interesante por su diversidad, por su falta de puntos en común. En aquellos años carecíamos de las facilidades de hoy, en que todo juega a favor para que puedas escuchar una obra tranquilamente desde tu casa. Aquellos fue bien distintos, arduo, trabajoso, pero nunca desistimos.
–¿Se arrepiente de haber compuesto alguna de sus obras?
–La persona menos indicada para pronunciarse es el propio autor, ya lo decía Chaikovsky y suscribo sus palabras. Yo no vuelvo jamás a escuchar una obra mía y eso que no hay día en mi casa en que no suene música, es mi alimento. Jamás he encontrado tiempo para volver a escucharme, yo creo que es patológico. Y me sabe mal.
–¿Sigue aprendiendo?
–Continúo siendo un alumno. A mis 85 años no dejo de recibir lecciones.
–¿De quién?
–Bach está siempre conmigo, me acompaña cada día, es un compositor al que hay que saber escuchar cuando estás completamente formado para captar todo lo grande que te puede aportar. Fíjese que nací cuando Ravel estaba vivo. Cuando lo pienso me pregunto, ¿cómo puedo ser tan mayor?. Y me produce pánico (risas). Aprendía de Debussy y de Ravel, aunque el compositor que verdaderamente me empujó hacia este camino fue Bela Bartok, él me conmovió las entrañas. Tuve también una época serial en la que acepté a los compositores de la Escuela de Viena. Y cuando me di cuenta de que yo, tan mediterráneo, tan alegre, con tanta vida, sentía entusiasmo por esa música tan inteligente y al tiempo tan gris, solté amarras.
–¿Podría escribir otra ópera?
–No me veo capacitado para componerla. Estrenar una ópera en España es una empresa casi imposible. Tenga en cuenta que me llevaría unos cuantos años entre que la compongo y se estrena, unos diez años. Y si echamos cuentas... «Yo, Dalí» me la encargó el Ministerio de Cultura en 2001 y se estrenó en el teatro de la Zarzuela y en el Liceo en 2011.
–Pero usted compone...
–Claro. Acabo de terminar una obra de nueve minutos que se estrenará en Barcelona en memoria de David Padrós, un compositor y amigo que falleció en febrero.