"Yo, Claudio": una (ópera) de romanos
Ígor Escudero pone música a las novelas históricas "Yo, Claudio"y "Claudio el dios y su esposa Mesalina", de Robert Graves. El centro cultural Miguel Delibes de Valladolid acogerá mañana el estreno mundial de la ópera
Ígor Escudero pone música a las novelas históricas de Robert Graves. El centro cultural Miguel Delibes de Valladolid acogerá mañana el estreno mundial
El compositor Ígor Escudero pone música a las dos novelas que dieron fama mundial al escritor británico Robert Graves: "Yo, Claudio"y "Claudio el dios y su esposa Mesalina". El centro cultural Miguel Delibes de Valladolid acogerá mañana el estreno mundial de una compleja ópera que recupera la forma de hacer música en la Antigüedad para contar 70 años de la historia de Roma a un ritmo, según su autor, “más veloz y contemporáneo” que el de la ópera tradicional.
Entre las muchas curiosidades que presenta el proyecto, está la de haber sido concebido musicalmente con las escalas que se usaban en la antigua Roma. Además, para homenajear a Graves, Escudero ha empleado armonías propias de los años 30 y 40, que es cuando se escribieron las novelas. “La verdad es que ha sido una tarea complicada –reconoce el compositor–. Para evocar todo ese mundo antiguo hemos trabajado con las escalas de aquel tiempo y eso implica pensar de otra manera, utilizar otro lenguaje, lo cual requiere un esfuerzo de los músicos para adaptarse. Podría decirse que es como aprender otro idioma. Es una dificultad, eso sí, que el público no percibirá”.
El maestro José Luis López Antón dirigirá mañana a la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, que será remplazada luego, en las funciones posteriores de Mérida, Madrid, Bilbao y Zaragoza, por la Orquesta Sinfónica Verum. Marta Egulior, por su parte, se ocupa de la dirección escénica.
El libreto de “Yo, Claudio y Claudio el dios”, que es el título completo de la ópera, cuenta la historia de la familia Julio-Claudia desde el gobierno de Augusto (23 a. C.) hasta la muerte de Claudio (54 d. C.). Las dos novelas de Graves tuvieron gran repercusión desde su aparición –la primera fue publicada en 1934 y su continuación en 1935– no solo por la minuciosa reconstrucción del periodo histórico que abordaban, sino también, y fundamentalmente, por la capacidad del autor para imaginar con loable verosimilitud los perfiles psicológicos de unos personajes tan alejados de nuestra forma de entender hoy el mundo y tan oscurecidos por el paso del tiempo.
Especial protagonismo tiene en toda la trama, como no podía ser de otra manera, Claudio –interpretado por los tenores Miguel Ferrer, cuando es joven, y William Wallace, en la edad adulta-, que se convertirá contra todo pronóstico en el emperador de una Roma en la que ha logrado sobrevivir con ingenio pese a su extrema fragilidad, su cojera, su tartamudez y sus nulas aspiraciones políticas.
Divida en tres partes que podrían representarse de manera independiente, la ópera tiene una duración total de tres horas aproximadamente, en las cuales Pablo Gómez, autor de la dramaturgia, ha tratado de condensar la prolija e intrincada historia que Graves ideó. “Ha sido muy complicado –asegura Escudero, que es también el productor del espectáculo–. Gómez ha trabajado durante más de un año analizando el texto y sus estructuras en profundidad para escribir el libreto; y después, durante la fase de escritura de la música, ha tenido que ir introduciendo cambios y más cambios. Esta ópera es como el gran spoiler de las novelas, porque contamos todo en tres horas, respetando la cronología y también muchas frases literales”.
La frenética sucesión de acontecimientos en la acción dramática va asociada a lo que el compositor llama una “renovación de la estructura de la ópera”: “Lo que hemos hecho es que todo vaya más rápido –explica–. En las óperas hay muchos descansos y muchos momentos de paz, por así decirlo, en los que se oye la partitura, pero no hay acción. Aquí hemos eliminado esos momentos para imprimir un ritmo más ágil, más acorde con la forma de procesar que tienen nuestras mentes hoy. Eso exige una concentración máxima de todos los músicos y los cantantes, porque permanentemente están pasando cosas en escena”.