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Fútbol

Quique Setién, el camino de regreso a Cruyff

El nuevo entrenador del Barcelona es un seguidor convencido de las enseñanzas de Johan cruyff

Quique Setién, junto a su ayudante, Eder Sarabia
Quique Setién, junto a su ayudante, Eder Sarabialarazon

Quique Setién nunca jugó a las órdenes de Cruyff, pero nada le hubiera gustado más. «Jugaba contra el Barça, no paraba de correr y nunca cogía el balón», confesaba hace un par de años en un desayuno con varios periodistas. Johan fue el maestro, pero no es la única influencia del nuevo entrenador del Barcelona. De otros, como Bielsa, valora la pasión y la manera de explicar las cosas. «Me encanta escucharlo», reconoce.

Setién es un heredero de Cruyff que nunca ha pasado por el Barcelona. Ni como jugador ni como entrenador. Su carrera como futbolista tuvo menos reconocimiento del que merecía su calidad. Era un futbolista fuera de contexto, una rareza en la España de los 80. Se hubiera sentido mucho más cómodo en el fútbol de este siglo, en el que ya le tocaba trabajar como técnico. Su recorrido en los banquillos ha sido lento. Comenzó en el Racing, como siempre, donde fue entrenador y director deportivo.

Pero si cuando era futbolista se cruzó con Jesús Gil, que cortó su carrera en el fútbol de máximo nivel, aunque pudo retomarla en el Logroñés, como técnico se cruzó con Dimitri Piterman. Él era el director deportivo del Racing y Manolo Preciado el entrenador cuando el oscuro personaje de origen ucraniano tomó el control del equipo cántabro. Los dos dimitieron cuando Piterman les anunció que iba a encargarse él mismo de hacer las alineaciones.

Entrenó en Segunda B, en Segunda y a la selección de Guinea Ecuatorial antes de que Las Palmas le diera la oportunidad de estrenarse en un banquillo de Primera a los 57 años. Fue el primer paso antes de llegar al Betis, donde pudo desplegar todo su ideario deportivo.

«No aspiro a tener un coche más grande ni una casa más grande. Aspiro a ser feliz. Mi aspiración es entrenar a un equipo que sienta lo que yo hago, estar a gusto, convencerlos de que podemos jugar bien y ser mejores y ganar jugando bien», decía hace dos años. Esa aspiración puede conseguirla por fin en el Barcelona. Es un entrenador criado para ese estilo.

Pero el fútbol no es su única pasión. Alguna vez ha reconocido que en ocasiones prefiere jugar al ajedrez que ver un partido de fútbol. «Cuando empezaba a jugar me decían que había que poner las manos debajo de la mesa para no tomar decisiones precipitadas. Aunque la posición esté clara, hay que darle una vuelta», explica. Y eso es lo que hace como entrenador, una profesión que le obliga a mirar más allá de lo inmediato, a medir las consecuencias de sus decisiones. «Yo miro la posición del tablero y no tengo que fijarme en cómo están, sino en cómo van a estar las piezas», reconoce. Y eso le puede llevar en ocasiones a alinear a un jugador que está peor que otro compañero porque sabe que lo va a necesitar después.

Aunque eso con Messi no le va a pasar. «Hasta el día que me muera estaré agradecido por coincidir con él. Lo que más me gusta de él es que después de marcar el gol 500 señala al compañero que le ha dado el pase y va a abrazarlo. Y cuando le dan una patada su primera intención es seguir, no tirarse. Valoro el compromiso de pensar en jugar al fútbol, en hacerlo bien», dice.