Real Madrid
Ramos, Florentino, pónganse de acuerdo de una vez
El dinero debería dejar de ser un problema. El jugador está dispuesto a mantener su salario: un fijo de doce millones neto y un variable de otros dos
La absolutísima mayoría de las grandes estrellas del Real Madrid no ha terminado su carrera en el club. Las únicas excepciones que confirman esta regla son Don Francisco Gento, Amancio Amaro, Manolo Sanchís y Zinedine Zidane. Pero ni Pirri, ni Stielike, ni Butragueño, ni Míchel, ni Mijatovic, ni Hierro, ni Ronaldo, ni Figo, ni Raúl, ni Casillas, ni obviamente Cristiano colgaron las botas en el equipo de sus amores. Una anomalía que habría que corregir para equipararnos a un Manchester United que retuvo hasta el final de sus vidas deportivas a Scholes, a Neville y a Giggs, a un Milan que jamás permitió que Maldini o Baresi se fueran con su magia a otro lado o a un Liverpool que vio cómo Carragher o Dalglish le declaraban amor eterno. Una tradición que me encanta, no conozco mejor manera de hacer club. Con este sistema los valores inherentes a la entidad, en el caso del Real Madrid el pundonor, el sacrificio, el respeto al contrario o la humildad, se transmiten de generación en generación. Gento se los legó a Amancio; Amancio a Santillana; Santillana a Butragueño, Míchel, Sanchís y cía; Butragueño, Míchel, Sanchís y cía a Raúl; Raúl a Sergio Ramos; y Sergio Ramos a quien quiera que venga después.
El problema es qué sucederá si el número 4 deja su trabajo a medio hacer, si se marcha abruptamente el 30 de junio, si Benzema y Varane se encuentran de sopetón con la vara de mando del vestuario teniendo treinta veces menos potestas y auctoritas que él. Ninguno de estos dos jugadorazos nacieron para liderar, son buenos mandados y poco más. Del gran vicecapitán Marcelo ni hablo porque está más fuera que dentro. Tal vez un tipo de la casa como Dani Carvajal posee ese gen de mando bueno del que carecen los dos franceses. ¿Quién será capaz de mantener unido a un vestuario en el que cada uno es de su padre o de su madre? ¿Quién convencerá a unos compañeros que se piensan que la vida sigue igual de que hay que bajarse el sueldo otro 10 por ciento? ¿Quién meterá sangre y pasión a los 10 restantes cuando las cosas se pongan chungas en unos cuartos, en una semi o en una final de la Copa de Europa?
Sinceramente, yo no veo a nadie en el panorama merengue, salvo como digo a Carvajal y con las incógnitas propias de quien nunca ha ejercido la capitanía, con ese gen innato que distingue a los machos alfa del resto de la manada.
Es inexplicable que Florentino y Sergio, Sergio y Florentino, que aquí el orden no altera el producto, hayan dejado pudrirse una renovación que debería estar resuelta desde el verano pasado. Si del «sólo un año» hemos pasado a los dos que ya aceptan desde las oficinas de Concha Espina, no entiendo por qué no se cierra un asunto que no contribuye precisamente a mejorar la imagen del mejor club de todos los tiempos. El central que nos dio a los madridistas la Décima pide dos más uno opcional. El Madrid no quiere oír hablar de esa posibilidad. Y el dinero debería dejar de ser un problema teniendo en cuenta que el jugador está dispuesto a mantener su salario actual, que consta de un fijo de doce millones netos y un variable de otros dos. Por el bien del Madrid, que es el bien superior a proteger, las dos partes deberían ceder para sellar un acuerdo que acabe con una polémica que nos viene tan bien a los periodistas como mal a la entidad. Creo que la sangre no llegará al río. Es lo que indica el sentido común, aunque desgraciadamente es el menos común de los sentidos, y porque ni yo ni ningún merengue imaginamos a Ramos vistiendo otra camisa que no sea la blanquísima del Madrid.
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