Análisis
Messi, del odio a la elección del futuro y los goles como venganza
Las fases que ha pasado el argentino después de hacerse público su contrato
Dejé los periódicos de la mañana en la mesita, pero me llamó la atención la cantidad de dinero tan enorme y el tamaño de los números en que estaban impresos en la portada de “El Mundo”. Aquello no era fortuito. Pensé, aún sin leer, que alguien había sido agraciado con uno de esos premios gordos con los que todos soñamos. Pero no, era supuestamente la cantidad que Messi, seguramente el mejor jugador de la historia del fútbol español, ha ganado en sus últimas temporadas con el Barca.
Acostumbrado a evaluar situaciones con la mayor rapidez, lo primero que se me ocurrió fue pensar qué habría sentido el jugador al ver los periódicos sobre la mesita. Indignación, rabia, furia, perplejidad, una tormenta de emociones negativas y de alta intensidad. Ante situaciones así, el sistema nervioso, o se paraliza o explota, son dos formas de reaccionar ante un mismo fenómeno profundamente desagradable. A nadie le gusta que le desnuden ante los demás, que expongan sus interioridades sin su permiso, más aún cuando el acceso a esa información tan íntima y privilegiada sólo la tienen cuatro o cinco personas, según he leído. “Después de todo lo que he hecho, de todo lo que he dado a este club ¿cómo pueden hacerme esto?” El odio a los que uno sospecha que han causado el daño es parte natural de este primer momento.
Como en un duelo, la primera fase suele ser de necesidad de reparación del hecho traumático, aquí no hay lugar para la negación. Saber quién o quiénes, por qué a mí, como se preguntan los usuarios de una compañía de seguros a la que has permanecido fiel. Esa reparación necesita no sólo de encontrar al culpable, sino saber las razones por las que se ha filtrado tan profunda intimidad. El club le debe esa explicación, esa reparación profunda. Me atrevería a decir, caiga quien caiga; de no ser así, “cómo puedo seguir confiando en los que deberían protegerme como yo les he protegido con más de 600 goles”. “Si querían que me fuera para solucionar sus problemas económicos, podrían haberlo hecho de otra manera”.
En una segunda fase, aparece la necesidad de apoyo social, es curioso que una de las primeras imágenes en las redes, era una preciosa foto de familia sentados plácidamente, como una piña, en el sofá de casa. El apoyo de los compañeros, esos que ahora también se sentirán en peligro, ya no pueden estar seguros de que sus intimidades no saldrán, cuando alguien lo crea conveniente, a la calle, al escarnio público, porque la primera reacción, casi natural diría, es la de recriminar cuánto ganan los futbolistas por darle patadas a un balón, en un claro ejemplo de menospreciar lo que hacen, sin caer en la cuenta del enorme beneficio que obtenemos los ciudadanos del pago de sus impuestos. Quizás, ha echado de menos el apoyo de la masa social del club, del nacionalismo dividido al que ha ligado su destino. No he visto en las redes una defensa a ultranza del jugador. Duele que los que te aclaman cuando marcas, no salgan a defenderte cuando te dañan. Han sembrado una tempestad de un alcance inusitado.
La tercera fase es la de tomar una decisión, seguramente será ahora más fácil que al principio de liga. Nadie desea estar donde no le quieren como uno entiende que se merece. Cuando se rompe el vínculo sólo queda pasar página y el tiempo ayuda, igual que cambiar de aires, buscar una nueva aventura, unas nuevas ilusiones, unos proyectos diferentes.
Mientras tanto, estoy seguro de ello, seguirá luchando como jugador, meter goles, hacer asistencias, jugar como sabe, es un desafío, es una forma de dejar claro que se han equivocado. No me van a desestabilizar cuando salga al campo a hacer lo que bien sé hacer. Es mi venganza y valor como profesional comprometido; y en ello, sus compañeros se van a dejar la piel.
Esperemos que no sea contra el Sevilla FC...
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