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Djokovic derrota a sus demonios internos y a Zverev y se mete en semifinales del Open de Australia

El número uno, que llegó a destrozar una raqueta contra el suelo, vence por 6-7 (6/8), 6-2, 6-4 y 7-6 (8/6)) y ahora le espera la sorpresa del torneo: Karatsev

Djokovic celebra uno de los puntos importantes que logró en el partido de cuartos del Open de Australia ante Zverev
Djokovic celebra uno de los puntos importantes que logró en el partido de cuartos del Open de Australia ante ZverevDAVE HUNTEFE

¿Qué pasa por la cabeza de Djokovic? La realidad es que sólo él lo sabe: ¿está muy lesionado en la zona abdominal o sólo “tocado”? ¿está desquiciado? ¿enfadado? ¿liberado? Por todos los estados pasó en el partido de cuartos de final del Open de Australia contra Zverev, un thriller que se llevó el número uno en cuatro sets (6-7 [6/8], 6-2, 6-4 y 7-6 [8/6]) para encontrarse en la penúltima ronda con el ruso Karatsev, que a sus 27 años, siendo el 114 del mundo y jugando desde la previa, está en semifinales tras dar una nueva sorpresa ante Dimitrov (2-6, 6-4, 6-1 y 6-2), que jugó con problemas en la espalda.

Desde la tercera ronda, cada partido de Djokovic la misma duda: si está para competir o para jugar por sus problemas abdominales. El partido contra Zverev lo empezó raro, como a medio gas y con un patrón de juego muy diferente al habitual: todo demasiado rápido, saque y pum, huyendo de los intercambios largos. Sufrió un break nada más empezar y mantuvo esa actitud durante todo ese parcial inicial. Se movía como pesado, como resignado. Pero el primer click lo hizo cuando el alemán sacaba con 5-4. Llegó la transformación y el Nole habitual apareció en la Rod Laver Arena: dinámico, de acá para allá, profundo, sólido... Como cuando Asterix tomaba la pócima mágica en los cómics y ya no importaba si enfrente tenía 20 o 200 romanos. Recuperó la rotura el serbio, pero Zverev aguantó esa primera embestida para dejar 20 minutos y un tie break parejos. La resolución, cómo no en un duelo así, llegó con misterio: saque a la red del alemán y dentro... A repetir. Saque a la red y dentro... A repetir otra vez. Se notaban los nervios. Saque a la línea y resto fuera. Pese a la reacción de su oponente, aguantó el gigante rubio.

Pero quedaban muchas vueltas por dar al encuentro, muchos giros de guión. Como el comienzo en plan apisonadora de Djokovic en el segundo set, que se llevó con facilidad (6-2). La idéntica respuesta de Zverev en el tercero, interrumpido por el ataque de furia del número uno. Había desperdiciado una oportunidad de recuperar la rotura que tenía en contra en ese parcial y cuando tiro un restó a la red, no aguantó: la raqueta la destrozó contra el suelo, dándole un golpe detrás de otro hasta que quedó hecha añicos, con decenas de trocitos pequeños desperdigados por la pista. Le valió al serbio soltar así la furia, la tensión, porque se puso de nuevo en modo máquina, punto tras punto sin fallar una, gritando, con miradas desafiantes a su banquillo, remontando en un pispás para llevarse también ese tercer parcial.

Zverev todavía no se había rendido, y empezó también con una rotura el siguiente set. El partido entró en una dinámica más lógica. Djokovic igualó el parcial y aunque tenía más fallos de los habituales, sobre todo con el revés, su nivel era bueno. También el del alemán. Se vivieron puntos largos, pese al cansancio, bonitos intercambios, dejadas, golpes de genio a las líneas... Nole se salvó porque su primer servicio sí funcionó de maravilla (acabó con 23 ‘aces’): saque y derecha, saque y dejada, saque directo... Y tres puntos de break salvados. En total en el partido levantó nueve de once. Se llegó a un nuevo desempate con la sensación de mayor poderío del joven germano, pero también con la impresión de que había perdonado al ocho veces campeón en Melbourne. El desempate se jugó al límite y Zverev salvó la primera pelota de partido con un gran intercambio. La segunda se la generó Nole con un tiro cortado que atrajo a la red a su rival, incapaz de volear después. Usó mucho esa táctica durante la noche australiana el número uno. Después, no perdonó con un nuevo saque. Y apenas lo celebró, como si su demonio interior ya se hubiera calmado.

Djokovic sigue vivo, pero es desconcertante saber lo que se verá de aquí en adelante. El gran salto en el circuito lo dio cuando su cabeza se igualó a su tenis, cuando logró vencer a la rabia que de un tiempo a esta parte parece que ha vuelto a aparecer. Cuando todo estuvo en su sitio, fue el número uno más dominador de la historia. Ahora, necesita recuperar el equilibrio.