Atletismo

Cuando correr se convirtió en placer

Las carreras populares, entre ellas el maratón de Boston cuyo 124 aniversario se cumple mañana, nacieron en los Estados Unidos a finales del siglo XIX

La primera edición del Maratón de Boston se disputó el tercer lunes de abril de 1897
La primera edición del Maratón de Boston se disputó el tercer lunes de abril de 1897Maratón de BostonMaratón de Boston

Filípides –Eucles o Tersipo, según otras fuentes– nunca corrió los 40 kilómetros que separan Maratón y Atenas para anunciar el triunfo sobre el ejército persa y es posible que tampoco, como señala Herodoto, marchase ningún soldado los más de doscientos kilómetros que hay hasta Esparta para pedir refuerzos. Fue el lingüista Michel Bréal, amigo de Pierre de Coubertin, quien se «inventó» la carrera más mítica al incluirla en el programa de los Juegos Olímpicos de Atenas 1896, los primeros de la era moderna. Un hallazgo sin duda luminoso.

El granjero Spiridon Louis fue el único griego que se colgó una medalla de oro en atletismo en aquella edición inaugural, corrida sobre 40 kilómetros exactos y cuyo éxito abrumador dio paso a una fiebre por las carreras. Pocos meses después de aquellos Juegos, en el Día de Acción de Gracias de 1896, unos aficionados de Buffalo (Nueva York) organizaron The Turkey Trot (El trote del pavo), la primera carrera popular del mundo, sobre una distancia modesta de tres millas. Y en la primavera siguiente, la Boston Athletic Association aprovechó el tirón olímpico para organizar una Marathon Race sobre 39,4 kilómetros.

En la capital de Massachusetts también se tiró del argumento historicista para dar cierto sentido a la carrera. La festividad del Patriot’s Day acababa de instituirse el tercer lunes de abril y ese día se correría siempre el maratón, pues así unía, como con un hilo invisible, las luchas de los pueblos ateniense y norteamericano para emanciparse de los respectivos yugos persa e inglés. Rebuscado, pero eficaz. Lo cierto es que el neoyorkino JJ McDermott, oriundo irlandés y católico para orgullo de la alta sociedad bostoniana, fue el primero en cruzar la meta de Hopkinton Green con un tiempo de 2 horas y 55 minutos, un registro más que honorable.

El conocido como «Boston Marathon» –aunque ninguna prueba atlética era oficialmente denominada así todavía– mantuvo su recorrido hasta 1924, cuando al fin se adaptó a los canónicos 42.195 metros reglamentados desde los Juegos de Londres 1908. La adopción de esta distancia fue una casualidad o, más bien, una imposición real. La carrera iba a desarrollarse entre Windsor y el estadio de White City, cuarenta kilómetros exactos, pero se añadió el pico para que la salida se diese justo desde debajo del balcón del dormitorio de Eduardo VII, que veraneaba en su palacio solariego. En 1921, el Congreso de la IAAF de Ginebra fijó esa distancia como oficial.

Siempre celebrado el tercer lunes de abril, el maratón de Boston no se dejó de celebrar en 123 años, entre la edición inaugural y la de hace dos años, dejando algunas marcas para el recuerdo como el récord mundial del keniano Geoffrey Mutai en 2011 (2:03:02), no homologado por incumplimiento de las normas sobre el desnivel del recorrido. Ni las dos guerras mundiales ni la epidemia de gripe de 1918 ni siquiera el atentado ocurrido en 2013, cuando el estallido de dos bombas cerca de la línea de meta causó tres muertos y más de doscientos heridos, consiguieron suspenderlo. Al contrario que el maldito covid-19, por el que se canceló la edición del año pasado y que ha obligado a retrasar la de 2021 hasta el mes de octubre.

Aunque desde 2006 está integrado en un circuito de seis maratones de primera categoría (junto a Nueva York, Londres, Berlín, Chicago y Tokio), el de Boston es para los atletas el maratón por antonomasia y posee registros anonadantes como los 38.748 corredores inscritos –finalizaron 35.868, más del 90%– de la edición de su centenario, a pesar que desde los años setenta era obligatorio acreditar un registro exigente para colgarse un dorsal. Fue también el primer maratón que permitió correr a una mujer, en 1966, y que creó las categorías de féminas (1972) y en silla de ruedas (1975), dos expresiones luminosas de un evento que lleva más de un siglo en vanguardia.