Tokio 2020
El último sueño de Alejandro Valverde
Es el ciclista que más medallas ha ganado en los Mundiales y en sus quintos Juegos aspira, por fin, a colgarse el oro como hizo Samuel Sánchez en Pekín 2008
Alejandro Valverde tiene 41 años, siete medallas en los Mundiales y un sueño por cumplir, el de ser campeón olímpico. Ésa era su motivación para este año en el que estaba decidido a poner fin a su carrera, aunque esa meta nunca parece alcanzarla el eterno ciclista murciano.
Valverde fue parte de aquel equipo que permitió a Samuel Sánchez ser campeón olímpico en 2008 en Pekín. El equipo estaba pensado para que remataran Alejandro o Freire, pero fue Samu el más rápido. El recorrido le recuerda a aquel y le permite ser optimista. «Ya hemos tenido alguno duro, como el de Pekín en el que ganó Samuel. Éste es el siguiente más duro», asegura Valverde. Son 234 kilómetros de carrera en los que los ciclistas tendrán que ascender el Mikuni, un puerto «muy exigente», en palabras de Alejandro. Son 10 kilómetros, con rampas que oscilan entre el 10 y el 15 por ciento. Su compañero Ion Izagirre, que también competirá en la contrarreloj del miércoles 28, asegura que le recuerda al Mortirolo por su dureza. «Yo creo que es una carrera que no va a hacer falta atacar, va a ser por eliminación, hemos visto el recorrido, con el calor y la humedad va a ser muy duro», reconoce Valverde.
El seleccionador nacional, Pascual Momparler, le ha querido rodear de un grupo parecido al que lo ayudó a ser campeón del mundo en 2018 en Innsbruck. Allí estaban Ion Izagirre, Omar Fraile y Jesús Herrada. Sólo faltaba Gorka Izagirre, el hermano de Ion, un hombre de confianza de Valverde, que lo define como «amigo», además de como excepcional compañero.
«Este es el equipo de Innsbruck, un equipo súper compenetrado, que sabe correr sin pinganillo. Sabemos dónde tenemos que estar para no fallar y no perder la cara a la carrera será lo más importante», explica Momparler, que ejercía de segundo de Javier Mínguez cuando Valverde ganó el oro mundial en 2018.
Destaca el seleccionador la importancia de saber correr sin pinganillo. Acostumbrados a que todo esté medido en cada competición y a que todas las referencias lleguen desde el coche del director, la eliminación de las comunicaciones entre el equipo hace que la iniciativa individual de los ciclistas sea más importante que nunca.
Y para eso no hay ningún ciclista mejor que Alejandro Valverde, el ciclista más «antiguo» de todos los que han corrido en el siglo XXI, capaz de no mirar el pulsómetro y de guiarse sólo por sus sensaciones, más fiables para él que los números que marcan los relojes. Quizá fue la ausencia del pinganillo lo que le hizo perder el Mundial de 2013 en Florencia, o por lo menos asegurar el oro de Purito Rodríguez ante el ataque de Rui Silva. Pero han pasado ocho años y una de las singularidades de Valverde es que, a pesar de su edad, no ha pasado un año en que no haya dado muestras de evolución. Lo que ha perdido en velocidad lo ha ganado en saber estar sobre la carretera.
«Del Tour vengo bien. Para mí lo más difícil es saber si con estos cuatro días hemos tenido tiempo para adaptarnos, pero casi todos los que venimos del Tour venimos igual», asume Alejandro. El seleccionador y sus compañeros tienen confianza absoluta en las posibilidades de Valverde. «Luego está el ’'Bala’', que siempre salva la papeleta y en un grupo pequeño puede ganar bien», reconoce Ion Izagirre.
En la cabeza tendrá las enseñanzas de Mínguez antes de aquel Mundial de Innsbruck, en el que le costaba dormir dando vueltas a la táctica que debería permitir a Valverde, por fin, vestirse de arcoíris. Una cosa sí tenía clara el veterano seleccionador. «Un tiro, un muerto», le dijo para que no desperdiciara fuerzas en ataques inútiles. Un ataque puede valer el oro olímpico.
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