Budapest 2022

El presente es Caeleb Dressel y el futuro de la natación es europeo con Popovici y Marchand

La baja por lesión de la estrella estadounidense permite brillar en Budapest a estos dos adolescentes descarados

Caeleb Dressel, en Budapest
Caeleb Dressel, en BudapestAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

Poco se habló de Caeleb Dressel tras los Juegos del pasado verano, seguramente porque la ausencia de público en el Centro Acuático de Tokio afectó también a la vena épica de los cronistas. Huérfano de Michael Phelps, el mundillo de la natación no le hizo demasiado caso al vencedor de un triplete inédito en las pruebas individuales más rápidas del programa olímpico, cinco oros en total que sumó a los dos logrados con los relevos estadounidenses en Río 2016, cuando estaba a punto de festejar su vigésimo cumpleaños. El nadador de Florida ganó los 100 libres y mariposa, además del esprint de 50 metros, lo que nunca hicieron velocistas legendarios como Alex Popov o César Cielo.

Si el palmarés mundialista de Dressel terminará siendo comparable al de Phelps o Lochte, sólo el tiempo lo dirá. A Budapest, llegó con la aspiración de sumar siete medallas a las dieciséis que coleccionó en las ediciones de 2017 y 2019, aunque encendió las alarmas nada más desembarcar en la capital húngara: después de los Juegos de Tokio se sintió «miserablemente mal, queriendo dejar el agua para siempre». Una depresión estuvo a punto de retirarlo de las piscinas hasta que en enero se unió al grupo de entrenamiento de Anthony Nesty, el mariposista de Surinam que batió a Matt Biondi en Seúl 88.

Listo para el combate, Caeleb Dressel se tiró hace una semana a la pileta del Danube Arena con el firme propósito de colgarse siete oros y todo iba bien hasta que el miércoles por la tarde no se presentó en la cámara de salida de las semifinales de los 100 libres a causa de, oficialmente, un virus estomacal. Al día siguiente, la delegación estadounidense anunció la baja definitiva de su estrella para el resto del Mundial debido a «razones médicas» no concretadas.

La semana húngara, sin embargo, había comenzado idealmente para Dressel. En el relevo corto, Estados Unidos había contenido sin demasiado apuro a Australia gracias a su fenomenal primera posta (un 47:67 que, sin embargo, sólo le habría valido el bronce en la prueba individual) y justo antes de la final, nadó las semifinales de su primera prueba individual, los 50 mariposa, en los que se impondría con comodidad al día siguiente. La gran piedra de toque llegaría en la distancia reina, los 100 metros libres, frente a un adolescente que había sobrevolado los 200 metiéndole un segundo y medio al campeón olímpico, el surcoreano Hwang Sun-Woo. ¿De dónde había salido este niño rumano? Pues no era, ni mucho menos, un desconocido.

Con 16 añitos, David Popovici se quedó a ocho centésimas del podio en Tokio en unos 200 libres en los que los seis primeros entraron en menos de un segundo. En los 100, honrando al zar de la natación cuyo apellido se apocopa dentro del suyo, fue séptimo a catorce centésimas del bronce. El duelo contra Caeleb Dressel en Budapest se anunciaba suntuoso y la baja del norteamericano no hizo sino posponerlo. En la final del jueves, el crowlista de Bucarest remontó en las brazadas finales al neocaledonio Maxime Grousset, otro veinteañero que apunta al podio olímpico de París, donde ejercerá como anfitrión. Los cronos de los dos primeros clasificados (47:58 y 47:64) mejoraron al que logró Dressel en el relevo, de modo que ya sabe el floridano lo que le llega por detrás.

El otro gran nombre de la natación masculina en este Mundial de Budapest ha sido Leon Marchand, un chico que por su polivalencia remite directamente a Michael Phelps. De hecho, en septiembre se mudó a la Universidad de Arizona para entrenar a las órdenes de Bob Bowman, el mentor de la leyenda, que lo reclutó tras verlo quedar sexto en los 400 estilos de los Juegos de Tokio: «No es el segundo Michael, sino algo mejor todavía: es el primer Leon», ha dicho sobre él el veterano técnico. Sus victorias en las dos pruebas múltiples, muy cerquita ya de los tiempos de Phelps y de Lochte, y su plata en los 200 mariposa –donde sólo lo superó el prodigio húngaro Kristof Milak– lo acreditan como el nadador total. Bowman tiene claro que el hijo de Xavier, medallista mundial en los 400 estilos en Perth 1998, «comparte con Phelps la capacidad para competir al más alto nivel en varias pruebas al día. Además de lo que ha hecho en Budapest, tiene potencial para ganar medallas en 100 y 200 braza o en los 400 u 800 libres». Socarrón ante el ansia de los periodistas galos, que le preguntan si el palmarés de Marchand podrá compararse algún día al de su antiguo pupilo, el entrenador sonríe: «Eso dependerá sobre todo de que Francia sea capaz de acompañarlo con buenos relevistas…».

Popovici y Marchand –como el tunecino Ahmed Hafnaoui, campeón olímpico en Tokio de los 400 libres y ausente en Budapest– son la enésima prueba de la universalidad de la natación, un deporte capaz de producir en los cuatro rincones del planeta estrellas que convierten cada gran campeonato en una lujosa pasarela. Justo cuando Dressel alcanzaba la madurez, dos jovenzuelos amenazan con arrebatarle el cetro y aún surgirá algún otro aspirante en el Mundial de Fukuoka 2023. A pesar de que este ciclo olímpico sólo dura tres años, la batalla será feroz en la piscina de Saint Denis, sede de las pruebas acuáticas de los Juegos de París 2024.