Entrevista

La lucha de Lidia Sánchez-Puebla para ser olímpica: “No puedo ponerme un tacón, pero sí hacer marcha”

Cuenta su pelea contra las lesiones: “Me cortaron la falange del dedo, me limaron el meta y colocaron un tornillo”. Acabó Medicina a curso por año. Su sueño: París 2024. “Hacer atletismo me cuesta dinero”, dice

Lidia Sánchez-Puebla, en las pistas de atletismo del CAR de Madrid, donde se entrena
Lidia Sánchez-Puebla, en las pistas de atletismo del CAR de Madrid, donde se entrenaGonzalo Pérez MataLa Razón

Es una agradable mañana en el CAR de Madrid, con deportistas de todo tipo entrenando, con corredores y corredoras al límite dando vueltas a la pista de atletismo. Lidia Sánchez-Puebla (Getafe, 26 años) no puede llegar a ese extremo. Le gustaría poder marchar, que es su especialidad, e incluso correr, que también lo está haciendo como parte de su preparación, pero justo en estos momentos tiene que ser precavida por un dolor en el sacro y por eso hace bicicleta. “Soy un poco de cristal”, dice. Pero no: en realidad es de hierro, como demuestra su historia.

Lidia tiene un sueño: “Ser olímpica”. Y en el camino para intentar hacerlo realidad le está pasando de todo. De niña, en Getafe, la apuntaban a los cross escolares y siempre ganaba. “Y a todos nos gusta ganar, y además me encantaba esa sensación de libertad que da correr”, explica. Se metió en el mundo del atletismo y en su club necesitaban una marchadora: ahí encontró su sitio. El sueño olímpico estaba fijado para Tokio 2020, pero entonces el dolor se instaló en su vida. “Yo estaba acostumbrada a que me saliera todo más o menos bien y de repente tuve que empezar a lidiar con la frustración”, admite Lidia.

Todo empezó en abril de 2019, con un dolor en el pie derecho. Tiró para adelante porque los Juegos estaban ahí a la vuelta de la esquina. Infiltraciones y a aguantar. Entonces se cruzó la pandemia y llegó la incertidumbre, y el retraso de los Juegos a 2021. “En agosto de 2020 me operó el doctor Leyes y me quitó el sesamoideo [un hueso] del pie derecho. La operación fue muy bien, pero el postoperatorio, muy mal y me quedé con un pie inútil”, recuerda Lidia, que trataba de entrenar y avanzar, pero “no podía mover el dedo” y casi ni apoyar el pie. “Insistes, buscas un fisio por allí, un médico nuevo por acá, que si te prometen que esto te va a curar, pero ves que los tratamientos van fracasando... Es superfrustrante”, reconoce. Le dijeron que iba a necesitar otra intervención. “Cuando agotas todas los opciones terapéuticas e incluso ves que estás peor que antes de operarte y te dicen que tienes que volver a hacerlo, es muy difícil de asimilar. Vienes de una experiencia muy mala y te dices: “¿Tras esta operación yo voy a ser capaz de volver al alto nivel?”. Confié en el doctor Monteagudo y me operé. Él fue sincero y me dijo: “Puede que no vuelvas al alto nivel”. Pero ya era también por tener un pie funcional para mi día a día”, asegura.

Esa segunda intervención fue en julio de 2021. “Mi problema estaba en la articulación metatarsofalángica, donde se estaba formando un pico óseo que me impedía el movimiento. Me cortaron la falange del dedo y el meta me lo limaron, y entonces colocaron ahí un tornillo y al hacer los huesos más pequeños aumenta el espacio articular y yo ya tengo ese rango de movimiento”, describe mientras reproduce con las manos lo que le fueron haciendo. “Tengo el pie derecho más pequeño que el izquierdo, por ejemplo. Un número. Me afecta en mi vida diaria porque no me puedo poner un tacón o me cuesta mucho ponerme de puntillas, pero tengo ese rango de movimiento que me permite ser funcional para marchar”, prosigue.

Lidia Sánchez-Puebla tuvo que recurrir a ayuda psicológica para superar todos esos momentos en los que el “merece la pena” fue “una pregunta muy repetida”. Porque aparte de atleta, Lidia estudiaba Medicina y se juntaron muchas cosas. Y porque los atletas también son personas. “Yo estaba mal físicamente y no podía competir ni entrenar. Y, por otro lado, tenía que convivir con que mis amigos hacían ese año el MIR. Estaba sacrificando ese año mi vida por un deporte que no podía practicar y mi desarrollo profesional como médico lo estaba paralizando por un sueño que no podía cumplir”, afirma. “Terminaba la carrera en 2020 y me moví todas las prácticas y toda mi vida para a partir de enero de 2020 dedicarme sólo a entrenar para la clasificación para los Juegos. Entonces llega la pandemia, suspenden los Juegos, las competiciones... Y dices: “¿Qué hago?” Yo ya había terminado la carrera y mi mente estaba en unos Juegos que no se iban a celebrar y ya iba tarde para hacer el MIR. Fue difícil y por eso decidí operarme”, cuenta la atleta.

Una carrera tan exigente como la de Medicina la ha sacado a curso por año. “En primero, a los tres meses, decía: ‘Yo lo dejo, no puedo’”, confiesa. Pero sí pudo, con su esfuerzo, ayuda de compañeros que le pasaban los apuntes, sacrificios... “Las prácticas las hacía cuando acababa la temporada de atletismo. Me quedaba sin vacaciones, sí, pero era una manera de que al año siguiente yo pudiera emplear ese tiempo en entrenar bien y tranquila”, añade.

Perdió las ayudas

En esos casi dos años de lesión perdió todas las ayudas que tenía por ser atleta de élite. “Si la beca la obtienes por unos resultados y no estás compitiendo, lo pierdes”, expresa. “Yo no hago marcha, que es una de las especialidades precisamente menos valorada dentro del atletismo, por lo que se gana. Yo no escogí hacer atletismo por lo que se gana, pero es cierto que a mí hacer atletismo me cuesta dinero”, insiste. En febrero de este año quedó tercera en el Campeonato de España de 20 kilómetros y se ganó plaza para ir al Mundial por equipos. Podía haber estado en el Europeo o en el Mundial de verano por ranking, pero quedó fuera por el criterio de selección establecido por la Federación Española de Atletismo, que tanta polémica suscitó. Allí podía haber conseguido el punto que le faltaba para obtener una beca, aunque fuera mínima.

Sus ingresos llegan de la universidad. “Al doctor Ramírez, mi profesor de oftalmología de cuarto de carrera, cuando le comenté mi situación de que yo a partir de 2020 quería dedicar sólo a entrenar, me dijo: “Pero Lidia, cómo vas a dedicarte sólo a entrenar, tienes que seguir formándote”; y me “engañó”, e hice un Master en Ciencias de la Visión y casualidades del destino conseguí un contrato predoctoral en la Complutense para hacer la tesis y allí estoy”, desvela. “Ahora estamos trabajando en enfermedades neurodegenerativas, cómo a través del ojo en un futuro se puede diagnosticar, por ejemplo el Alzheimer, que me parece una pasada”, continúa. Su día a día no deja de ser un lío: “Entreno por la mañana y por la tarde, súmale fisio y psicólogo, pero tengo la flexibilidad de que mientras saque mi trabajo adelante y cumpla... Yo entreno, me subo a la universidad hasta que vuelvo a entrenar por la tarde, y luego mucho trabajo en casa”.

Los Juegos de Tokio, por tanto, los tuvo que ver desde el sofá, con la pierna en alto siguiendo lo que hacían sus compañeros de selección por televisión. Pero el próximo tren pasa pronto y no se va a rendir: son los Juegos de París 2024. Y para llegar a ellos ha empezado una nueva etapa, con Juan del Campo, profesor universitario y sabio del atletismo, y con una leyenda mundial de la marcha: Chuso García Bragado. “Juan me va a llevar lo que es la parte más fisiológica, por así decirlo, del entrenamiento, y Chuso la técnica. Llevaba muchos años con un entrenador a distancia [José Antonio Carrillo, que tiene su grupo en Murcia] y visto lo visto después de las operaciones, yo necesitaba a alguien en Madrid que estuviese pendiente, y más con todo el historial que tengo de lesiones. Si un día me duele aquí, yo necesito alguien que esté pendiente y me modifique el entrenamiento en ese momento. A Chuso le he conocido compitiendo, ahora es distinto el trato, pero yo le sigo teniendo muchísimo respeto, de hecho todavía me impone, pero estoy muy contenta, está muy pendiente de mí. Quiero cumplir mi sueño y necesitaba cambiar cosas para mejorar”, piensa.

En el futuro quiere ser oftalmóloga. Pero antes, a soñar. ¿Es una mujer de hierro o no?