Atletismo

Bruno Hortelano: "Correr con mucha pasión tampoco es bueno"

Después de un 2018 a flor de piel por su regreso tras el grave accidente de 2016, espera tener un «año tranquilo» para coger una buena base con la mente puesta en los Juegos de Tokio

Bruno Hortelano / Foto: Efe
Bruno Hortelano / Foto: Efelarazon

Después de un 2018 a flor de piel por su regreso tras el grave accidente de 2016, espera tener un «año tranquilo» para coger una buena base con la mente puesta en los Juegos de Tokio.

Aunque a veces no lo parece, Bruno Hortelano (Wollongong, Australia, 27 años) es humano. La gripe lo atrapó, lo que se unió a una bronquitis que pasó en diciembre. Minucias para lo que ha tenido que superar desde 2016, cuando un accidente de coche hizo que su carrera estuviera en peligro. Pero regresó en 2018 y, pasado un año de tantas emociones, ya piensa en el próximo reto, en el Mundial y en los Juegos de Tokio 2020. Sobre todo ello reflexiona con LA RAZÓN, todavía con algo de tos por su reciente enfermedad, en una charla en la que habla más de sentimientos que de marcas.

–Ya pasó el año de su regreso, todas las emociones... ¿Qué busca en 2019?

–Tranquilidad para resetear la intensidad de los últimos tres años. El año pasado fue fenomenal y estoy orgulloso del esfuerzo para poder regresar después de haber tenido unas lesiones muy graves y de haber pasado por unos momentos difíciles, pero ahora lo que busco es tranquilidad para tener una preparación más progresiva. Como el Mundial es a finales de septiembre y principios de octubre, da tiempo a hacer una preparación muy completa. Renuncié a la pista cubierta por esto, para tener una buena base mientras no estoy compitiendo. El año pasado no tuve este lujo porque, pese a que estuve mucho tiempo sin competir, íbamos con prisas. Ahora, que es un año normal, busco esa base para luego encarar el año olímpico. Mi estrategia en el próximo año y medio es con los Juegos de Tokio en mente, pasando por Doha (allí es el Mundial), por supuesto. Lo que tengo claro es que voy a contribuir lo que pueda al relevo 4x400; a eso me he comprometido.

–¿Cómo es el trabajo para formar esa base?

–Son entrenamientos de volumen, de fuerza en general, muchas sesiones en el gimnasio, que hago con mi entrenadora de fuerza, que se llama Luisa... Al final las sesiones del gimnasio no son sólo para ponerse uno fuerte, también para trabajar esos músculos secundarios y evitar lesiones, porque se centran en las sentadillas, en la cargada, en la arrancada... Este trabajo adicional es entrenamiento invisible y voy a tener tiempo, porque pienso que es mejor llegar a un campeonato a 90 o 95 por cien, pero sano, que intentar llegar al 100 por cien, buscar la perfección, y sufrir una rotura muscular o una lesión y no poder llegar.

–¿Fueron demasiadas emociones el año pasado?

–Correr con mucha pasión tampoco es bueno, porque puede distraerte, aunque hice un buen trabajo. Por lo general creo que me preparé bien emocionalmente, porque sí que llevaba mucha pasión dentro, pero para competir tienes que ir con la cabeza fría. En el relevo, con los compañeros detrás, viendo que íbamos ganando la carrera, se me subieron las pasiones, y en un momento así hay que ser capaz de correr fríamente. La cuestión es entrenar con pasión, para prepararse uno físicamente, y luego competir con pasión, pero de otro tipo, una emoción más de cabeza que de corazón.

–Y al acabar la temporada, el Camino de Santiago...

–Fue para desconectar después de un proceso tan intenso. Lo que buscaba era apartarme y relajarme. El Camino es exigente, pero también es verdad que estaba entrenado por ser deportista. Me ayudó a resetear la cabeza.

–¿Le reconocía la gente?

–Había gente que sí. También estaba en contacto a través de Twitter o de Instagram, yo iba anunciando por dónde estaba y la gente decía: «Yo soy de este pueblo, cuando pases, avisa». Y quedábamos y nos tomábamos unas tortillas o un café. Hubo un grupo de cuatro o cinco seguidores en Santander, y estuvo muy bien, porque les pude dar un pequeño detalle, unas conchas que había recogido en la playa de Laredo. Después, en Oviedo, en Lugo... Y en Santiago me encontré con los padres de una seguidora que hacía atletismo, y quedamos a tomar churros con chocolate; al final vino su equipo entero y acabó siendo una pequeña charla. Fue bonito pasar por una zona de España que no conocía, y también poder acercarme a la gente que me sigue.

–¿Le presiona que se diga que es usted la imagen del atletismo español?

–Lo que yo he intentado hacer desde que empecé en el atletismo es que para mí esto sea un reto personal de mejora, de mí mismo; es decir, desde que tenía ocho años, si me hubiera centrado siempre en ganar, hubiera sido difícil mantenerme tanto tiempo en este deporte. Sin embargo, mi propósito ha sido buscar mis límites. Si de alguna forma la gente que me ha podido seguir se siente inspirada, me parece perfecto que todos nos podamos inspirar entre nosotros.

–Quiere saber dónde están tus límites...

–Mi intención principal no es ganar una carrera en particular, ni siquiera unos Juegos, aunque eso forma parte del viaje que me he propuesto; es buscar mi límite y saber hasta dónde puedo llegar para un día mirar atrás y decir: «Bueno, mira, lo di todo y hasta aquí llegué». Es simple: sentirme orgulloso de la vida que he llevado, dándole importancia a la integridad.

–Ha hablado también del 400. ¿Son tan duros los entrenamientos en esa distancia?

–Sí, son difíciles, más que nada por el sufrimiento. Los cuatrocentistas sufrimos mucho y, además, cuanto más se sufre, mejor se compite luego. La mentalidad es ésa: mi idea es ganar esa base que se puede conseguir a través de la prueba del 400, aunque compaginándolo con la velocidad, los 100 y 200, y el año que viene centrarme más en la velocidad. Estamos hablando de una temporada larga, de dos años, con un fin, que son los Juegos.

–¿Ha visto por televisión lo que le pasó en el relevo del Europeo (se quedó sin energía, fueron bronce)?

–Lo he visto un par de veces, me da angustia, je, je. No diría que fue mi mejor momento. Fue más bien un momento de aprendizaje en el que me enfrentaba a esa carrera como un novato, sin la experiencia de mis compañeros del relevo. Por eso también quiero entrenarme más y hacer más pruebas de relevos para poder llegar a una final importante y que salgan las cosas como quiero.

–Antes de las carreras se señala las sienes. ¿Qué significa?

–Se ha ido transformando. Empezó siendo un gesto para soltar nervios y tensión. Evidentemente es un mensaje, es un gesto que para mí es recordar que el trabajo del año está hecho y que es el momento de creer en uno mismo y de tener confianza, no de preocuparse de lo que va a pasar. Realmente es más bien un estilo de vida, al menos es lo que está acabando de ser, que significa que los obstáculos, los objetivos que uno busca, la superación que uno tiene que hacer, todo empieza y acaba en la cabeza.

–¿Ha cambiado el significado de «correr» para usted a lo largo de los años?

–Sí, empezó como algo divertido, sigue siéndolo, pero además se ha sumado que encuentro un propósito a través de lo que hago. Me contactó hace un par de semanas una profesora de Castellón y me envió unas fotos de un trabajo que habían hecho sus alumnos: habían creado un póster con frases mías... He ido buscando una inspiración, para ver qué podemos aprender de los valores del deporte, y me pareció tan bonito... Y me dejó pensando que si no fuese por estos pequeños gestos, por la gente que estos últimos años me ha ido empujando, aunque ellos quizá no lo sepan... Yo simplemente corro en línea recta, y eso es lo que da significado a lo que hago. Por primera vez siento que estoy formando parte de algo más grande de lo que puedo ser yo solo.

–¿En qué cambia que ahora se entrene en Barcelona?

–En Estados Unidos tuve mi formación deportiva, pero aquí tengo más recursos. Con la ayuda de la Federación, del CAR donde vivo, lo tengo todo: servicios médicos, fisios, el apoyo de la gente que está aquí, de los compañeros... En Estados Unidos más bien me buscaba la vida, y me sirvió, eh, durante varios años, porque aprendí mucho del deporte; pero ahora sé cómo va a reaccionar mi cuerpo a los entrenamientos, me conozco y por eso mi preparación es más intuitiva.

–Destaca por su técnica. ¿Siempre la cuidó?

–Tuve mucha suerte porque caí con una entrenadora que había sido olímpica y que era la madre de un compañero y rival. Yo tenía diez u once años y esta señora, Angela, me enseñó toda la técnica que sé, los conocimientos básicos del atletismo que sigo aplicando. Con esa edad me centré más en la técnica y en asegurarme de que tenía un buen trabajo aeróbico, para más adelante, ya en la universidad, hacer un trabajo más específico.