Atlético de Madrid
Tira tira: «San Oblak» salva la racanería del Atlético
No estuvo el sancionado Costa en Eibar, pero sí su santo de guardia en la portería, «San Jan Oblak». El Atlético tiene un guardameta de esos de los que el gran Luis Aragonés me decía que son tan decisivos como los goleadores porque con sus paradas «te dan de ocho a diez puntos y... títulos». La importancia del esloveno en este equipo es tanta o más que la que puede tener el mismísimo Griezmann o la que tenga en su regreso el hijo pródigo de Lagarto.
Gol y todos atrás
Este chico transmite una seguridad que oculta incluso esos momentos de «cagómetro cholista» cuando tras ir ganando 0-1 el equipo se agarra a su inercia (a veces suicida) y se echa atrás sin maquillajes. Cuando el caso es que el Atlético había salido al ataque, sí, con ambición, con Griezmann y Gameiro arriba y Correa en el costado diestro y con un fútbol vistoso. La conexión «G» francesa volvió a funcionar y aquello iba camino de convertirse en un paseo militar. Pero...
Mano de Augusto
Pero no hay manera. El Atlético no es que diera su archiconocido paso atrás, sino que dio dos, tres y hasta cuatro, todo muy rácano. Se creció el Eibar tras el descanso y la consabida charleta de Mendilibar, aunque no al punto de agigantarse como la figura de Oblak, que emergió en un par de paradas de mérito pero sobre todo en la seguridad total que ofrece a sus compañeros por arriba, por abajo... Un porterazo, para mí el mejor del mundo. Entre el meta, el esfuerzo defensivo solidario «marca de la casa» y un penalti no pitado «in extremis» por mano de Augusto, el Atlético sigue la estela del Barça en la Liga.
Más que merecido ese cántico de la hinchada colchonera que se escuchaba en el querido Calderón y que volverá a escucharse en el Metropolitano: «Obli, Oblak, cada día te quiero más...».
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